LOS BOMBAZOS DEL VERANO (4)

El dictador Videla impidió que Maradona llegase antes al Barça

El tenebroso general argentino frustró, con una orden, que el primer contrato que el club azulgrana había firmado con Argentinos Júniors se convirtiese en papel mojado y el 'Pelusa' debió esperar unos años para aterrizar en el Camp Nou

Minguella recuerda, con auténtico miedo, cómo la dictadura militar argentina le convocó en una "tétrico" cuartel, donde el almirante Lacoste, decisivo para la conquista del título del 78, le dijo que Diego no podía salir

DEPORTES 10/06/1982 FIRMA DE CONTRATO ENTRE MARADONA Y EL FC BARCELONA

DEPORTES 10/06/1982 FIRMA DE CONTRATO ENTRE MARADONA Y EL FC BARCELONA

Emilio Pérez de Rozas

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Él empezaba a estar ya bastante harto del asunto. Llevaba varios años, tres en concreto, detrás de conseguir (y lo había logrado), el traspaso de Diego Armando Maradona, de Argentinos Júniors al Barça. Estaba todo firmado y, de pronto, se encontraba entregándole un papelito, a las puertas de su habitual hotel de Buenos Aires, donde ya estaba cansado de hospedarse, no ya un año tras otros sino, casi, un mes tras otro, a un taxista que, cuando vio la dirección donde debía llevarle, no dio crédito. Pero era una carrera larga y valía la pena.

Eran tiempos de la dictadura del general Jorge Videla, finales de los 70, bueno, casi 1980. El hombre, insisto, ya había cerrado la operación. Había, incluso, celebrado el fichaje con la gente del Barça y un muy satisfecho Josep Lluis Núñez, Joan Ignasi Brugueras y hasta el mismísimo Carlos Tusquets como tesorero del club. La operación ascendía a la locura (de entonces) de 6 millones de dólares. Pero, ya volveremos a ello.

El caso es que el hombre, que no era otro que Josep María Minguella, se encontraba ahora en un taxi, con destino a una dirección que, medio deslizándole un sobre por debajo de la puerta de la habitación, le había pasado un soldadito. “Vaya usted a esta dirección y allí le espera el almirante Carlos Alberto Lacoste”, rezaba, casi telegráficamente, el mensaje.

Miedo en el cuerpo

Minguella, que con el paso de los años acabaría enterándose como todo el mundo de que la dictadura de Videla se mantenía en el poder gracias, entre otras maldades, a su tremenda represión y el asqueroso arte de hacer desaparecer a la gente que le molestaba, recuerda, ahora, con los pelos de sus brazos en punta, la existencia de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), que, en aquella época tenebrosa de la que escribimos, funcionó como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio, entre 1973 y 1983. Y, sí, de esos años hablamos.

El taxista dejó a Minguella frente a un inmenso cuartel de muros tremendos, tanto por su grosor como por su altura. Y, en medio de tanto cemento, un no menos majestuoso portalón, con una diminuta ventanilla, casi (o no), de prisión. Minguella se encontró frente a aquel monumento del terror “tétrico, muy tétrico” y pensó que ni siquiera aquel gran proyecto de futbolista merecía la pena asumir el riesgo de traspasar aquella pared rumbo a lo desconocido.

Pero, sí, tocó una especie de timbre, que resultó ser una especie de campanilla y, a los cuatro segundos, es decir, al instante, lo que significaba que el soldadito tenía la oreja apoyada en el portalón, se abrió la ventanita y un joven, cuya primera intención fue siempre que Josep María viese la punta de su fusil, le preguntó que quería. “Vengo a ver al almirante Carlos Alberto Lacoste”.

El hombre del Mundial

El almirante Lacoste había sido ascendido a ministro de Acción Social por un mérito único y valiosísimo (entonces): había sido el presidente del Comité Organizador del Mundial del 78 que acababa de ganar Argentina, con algunos resultados más que sospechosos, como aquel 6-0 a Perú cuando Argentina necesitaba, al menos, ganar por 4-0. Y, sí, Carlos Alberto Lacoste era ministro por haber preparado, mejor que nadie, lo que nadie imaginaba, sospecha e intuía que podía suceder y ocurrió, claro, en la Argentina del general Videla.

Nuestro hombre, les estoy relatando, sí, las tripas del fichaje de Diego Armando Maradona por el Barça, que ya estaba hecho, cruzó un inmenso patio desértico, sin un solo soldado y mucho menos un solo tanque o carro de combate, en compañía del soldadito, que le dejó a la entrada de un túnel “tan lúgubre, tan triste, tan tétrico, sombrío, siniestro y macabro” como podía suponerse en aquella época.

No es cierto, no, que Minguella creyera que pasaría a engrosar la lista de misteriosamente desaparecidos de la dictadura argentina (30.000, concretamente), no. Una cosa sí pensaba: sólo él y el soldadito mensajero sabían dónde estaba. Caminó casi 200 metros por un túnel iluminado a lo sumo por cinco bombillas de menos de 60 watios y, al final de ese pasillo tenebroso, dos soldaditos más escoltaban la mesa y las sillas más modestas jamás vistas por nuestro hombre donde, en efecto, estaba sentado el almirante Lacoste, con su mejor traje, de gala, por supuesto, y un montón de condecoraciones entre las que hubiese podido tener, sin duda, el trofeo del Mundial-78.

El chico no se mueve

“¿Señor Minguella, verdad?” Verdad. “Siento mucho decirle que este chico no puede irse ni a España, ni al FC Barcelona”. Nuestro hombre no daba crédito a la escena y, mucho menos, al mensaje, que no era tal sino una orden. Minguella trató, bueno, trató no, así se lo dijo: “Perdone, mi almirante pero el contrato ya está firmado, supervisado por Julio Grondona, presidente de la Asociación de Fútbol Argentina (AFA), y la FIFA, por el Barça, por el chico y, por descontado, por el presidente de Argentinos Júniors, Próspero Consoli”.

La respuesta del almirante Lacoste a la impecable argumentación de Minguella aún provocó mayor temor, miedo y escalofrío en la mente, en el cuerpo y, sí, claro, cómo no, en el corazón de Minguella: “No se preocupe usted, señor Minguella, del señor Consoli nos ocuparemos nosotros”.

Diego Armando Maradona of Barcelona during a photoshoot with the Barcelona club at Barcelona, Spain on January 20th 1984 ( Photo by Michel Barrault / Onze / Icon Sport via Getty Images )

Diego Armando Maradona of Barcelona during a photoshoot with the Barcelona club at Barcelona, Spain on January 20th 1984 ( Photo by Michel Barrault / Onze / Icon Sport via Getty Images ) / Michel Barrault / Onze / Icon Sport via Getty Images

Minguella necesitó algunos segundos para asimilar aquella frase, aquella visita y ni siquiera haber salvado la vida, que temía en peligro, le sirvió de consuelo. “Mire, señor Minguella, si usted quiere hacer negocios aquí”, prosiguió el almirante Lacoste, “nosotros le podemos ayudar. Y mucho. Pero ese chico (el militar jamás pronunció el nombre y apellidos de Diego Armando Maradona) solo abandonará Argentina para ir a jugar su Mundial (1982), dentro de dos años. Y aquí se acaba la conversación, que tenga un buen regreso a su hotel”.

Aquel sobre por debajo de la puerta de su habitación, aquel taxista inquieto, aquellos muros, aquella mirilla, aquel fusil, aquel soldadito, aquel túnel tétrico, aquel almirante poderoso y conocedor de su inmenso poder, puso punto y final al (primer) fichaje de Maradona por el Barça. Minguella supo, mientras repetía su caminata a la inversa por aquel túnel, que la dictadura estaba utilizando a Maradona para contentar al pueblo como el franquismo utilizaba al ‘Cordobés’ o a Lola Flores.

Minguella reconoce que pasó miedo cuando el almirante Lacoste le dije "del presidente Consoli, nos ocuparemos nosotros"

Mientras entretuviese al personal, no lo soltaría. Pero Minguella sospechó más, mucho más, alguien de ese entorno viciado, corrupto, peligroso, mafioso que rodeaba al general Videla, envió un mensaje (“nunca he tenido pruebas de ello, pero es evidente que así fue”) a Núñez, al Barça, para que no presentase demanda, querella o protesta alguna ante la FIFA, que hubiese ganado en horas, no en días, semanas o meses, pues el contrato era, no solo legal, lícito y correcto, sino impecable, firmado por los dos clubs y el futbolista, en presencia del presidente de la AFA.

Así descubrió a Diego

Volvamos atrás. Les gustará. ¿Cómo surgió la oportunidad de fichar a Maradona? No surgió, fue, como tantas otras veces, pura casualidad. Minguella se había quedado sin trabajo al dejar, en 1975, su amigo Rinus Michels el Barça. Y como sabía tanto de fútbol y, sobre todo, tenía tantos contactos con tantos clubs españoles decidió que sería ojeador cuando nadie era ojeador. Y empezó a ver fútbol por todos los rincones del mundo y a enviar informes, llamar por teléfono a entrenadores y presidentes hablándoles de un montón de jugadores. “En aquellos días, 1976, nadie tenía ni directores deportivos, ni directores técnicos, ni canteras, ni ojeadores, ni nada, todo era sumamente primitivo”, relata Minguella.

“Y un día, alguien del Burgos me llamó y me dijo que necesitan un extremo derecho y que les habían hablado de un tal Jorge ‘Zurdo’ López y me pidieron que fuese a verlo a Buenos Aires”, cuenta Minguella. Y, tras un par de escalas (en aquellos años no habían vuelos directos a Buenos Aires), Minguella se presenta en un par de canchas donde juega el tal ‘Zurdo’ con Argentinos Júniors. Y, sí, vale, no era malo. Pero….pero, en el segundo partido que ve a López, aparece, durante los últimos 20 minutos, un futbolista que Minguella enseguida detectó que era especial. “Y no solo por lo que hacía con el balón, no, que también, sino porque tenía una cabeza inmensa, unos pelos tremendos y unos pantalones cortos y metidos en el culo”. Era él, si, Diego Armando Mardona.

Total, que Minguella, cumpliendo órdenes del Burgos, logra que Consoli viaje a Madrid y trapase a ‘Zurdo’ al Burgos. Y, una vez concluida esa firma, que a Minguella, la verdad, le interesaba muy poco, se llevó, agarrado por el antebrazo, a Consoli a un rincón del salón y le dijo: “Oiga, perdone, ahora podemos hablar del chico aquel, del jovencito, del cabezón, el del pantalón corto….” Y, Consoli, que también, vaya, era militar, le miró fijamente a los ojos y le dijo: “Perdón, señor Minguella, pero ni se le ocurra, aquel chico es intocable, está protegido, no puede salir de allí. No hablemos más del tema”.

La primera vez que Minguella preguntó a Consoli por Maradona, el presidente de Argentinos Júniors le dijo "ni se le ocurra, ese chico es intocable, está protegido"

No hablaron más, pero Minguella vivió obsesionado hasta conseguir aquella primera firma (desmilitarizada) y la segunda definitiva, que ya les contaré. El caso es que Maradona se fue a jugar el Mundial juvenil de Japón y fue elegido el mejor, además de ganar el Balón de Oro. Ya saben, fue aquel campeonato donde el azulgrana Juan Carlos Pérez Rojo fue reconocido como el segundo mejor jugador del mundo.

El caso es que el ‘Pelusa’ seguía creciendo y como César Luis Menotti cometió el error (reconocido, posteriormente, por el propio ‘Flaco’) de no convocar a Maradona para su Mundial-78, al preferir al ‘Matador’ Mario Kempes, Minguella vio la oportunidad de volver a visitar a Consoli, en cuya tarjeta figuraba un inmenso coche funerario pues él era propietaria de una gran funeraria “lo que me debió hacer sospechar desde el primer día, pero, no, no sospeché nada”, bromea Minguella.

El caso es que, por fin, a finales de 1979 e inicio de 1980, el Barça logra fichar a Maradona por 6 millones de dólares. “Y todos, todos, nos volvemos a Barcelona eufóricos, felices, ¡tenemos a Maradona!”. ¿Seguro? A los 10 días de aterrizar, de nuevo, en El Prat, Grondona llama a Minguella y le dice “che, viejo, teneis que ‘vení’, ha surgido un problemita”.

MARADONA EN EL FC BARCELONA BARÇA FOTO DE AGUSTI CARBONELL

MARADONA EN EL FC BARCELONA BARÇA FOTO DE AGUSTI CARBONELL / AGUSTI CARBONELL

Minguella, harto, le dice a Grondona “¡Julio, llevo tres años para lograr ese contrato, ¿de qué problemilla me hablas?” Nada que usted no pueda solucionar con su presencia, le cuenta Grondona, que sabía perfectamente lo que iba a ocurrir. “’Venís’, os instaláis en el hotel y alguien contactará con vos”. De ahí, al túnel. Del túnel, a la mesa del almirante Lacoste. Del “no” videlista, a la desesperación (y silencio) de Núñez.Y, de ahí, a volver a empezar. Nada de lo hecho servía. Maradona ya era (casi) D10S. Triunfaba, encandilaba a la hinchada, empezaba a hacer publicidad por doquier….es decir, había que cambiar de táctica. Argentinos Júniors ya le venía pequeño, al ‘Pelusa’, al club, al campeonato, al fútbol argentino.

Minguella, que, con tanto ir y venir, con tantas reuniones, con tantas negociaciones, se había hecho (casi) íntimo de los padres de Diego y, sobre todo, de su curioso representante, Jorge Cyterszpiler, se inventa una manera de preparar un segundo asalto para que el ‘Pelusa’ acabase aterrizando en Barcelona. “Me reuní con Martín Noel, el nuevo presidente de Argentinos Júniors, y acordamos que firmarían un contrato de cesión, por dos años, a Boca Júnios, que era un club que le encantaba a la familia Maradona”. Maradona llegó a Boca y, cómo no, Boca ganó la Liga en 1981.

Por fin llega Maradona

Entrado 1982, a las puertas del Mundial de España, aquel que, según el general Videla, le abriría las puertas al ‘Pelusa’ para irse a España, el revuelo alrededor del nº 10 era ya tremendo. Y ahí, de nuevo, las relaciones públicas tejidas durante años por Minguella fueron decisivas pues su amigo Julio Grondona le llamó antes de que la albiceleste viajase a España y le dijo “José María, si aún os sigue interesando Maradona, ven ¡ya! porque acaba de llegar la Juventus, con una delegación, encabezada por el italinoargentino Omar Sivori, y se lo quieren llevar”.

Minguella visitó inmediatamente a Núñez, en su despacho de Núñez y Navarro, y le preguntó si aún estaba interesado en Maradona. “Por supuesto, José María ¡si ya era nuestro!” Y Minguella volvió a volar a Buenos Aires y, al llegar, se encontró un lío de mucho cuidado. No solo estaba la Juve merodeando sino varios otros clubs. Peor, Boca no había pagado el ‘alquiler’ anual que se había comprometido a abonar a Argentinos Júniors por la cesión de Maradona y Noel los había llevado a los tribunales, lo que complicaba el conflicto.

Total, Minguella se pasó otro mes y medio en la habitación del soldadito, intentando solucionar el segundo fichaje. “Y, la verdad, ahí tuvimos la suerte de que el propio Diego se plantó: ‘Yo ya firmé por el Barça y no fui. Ahora decido que no sigo más aquí y me voy a Barcelona, solucionen ustedes este asunto’. Y se solucionó, sí, por ocho millones de dólares, entonces otra fortuna”.

Si de algo está orgulloso Minguella fue de que, en aquella segunda ocasión, logró lo nunca visto: sacar a Josep Lluis Núñez de Barcelona (“no se movía ni con una grúa”), que viajó a Buenos Aires para alcanzar el acuerdo definitivo, que no la firma del contrato. ¿Cómo?, no, no, el contrato tampoco se firmó entonces y Diego viajó al Mundial de España, a la concentración de Argentina en Alicante, sin ser aún jugador azulgrana. “Una vez en España, Menotti, que era un gran tipo, le autorizó un día a dejar la concentración y Maradona viajó a Barcelona para firmar el contrato en las oficinas del Barça y, por fin, esta vez sí, ser jugador culé”.

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