Una cita marcada por la polémica

El Open de EEUU arranca en medio de la fractura del golf

The Country Club, en Brookline, cerca de Boston, acoge el tercer Grand Slam del año una semana después del nacimiento del circuito saudí que trae la división a este deporte

“Nunca jugué al golf por dinero, compito por amor al deporte”, asegura el español John Rahm, que defenderá el título logrado hace un año en Torrey Pines

Jon Rahm

Jon Rahm / Ross Kinnaird / AFP

Luis Mendiola

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En circunstancias normales, el mundo del deporte celebraría la disputa del Open de EEUU a partir de este jueves y hasta el domingo en el histórico The Country Club, uno de los cinco clubs fundadores de la Asociación de golf de Estados Unidos (USGA, en sus siglas en inglés). Y el español Jon Rahm sería una de los nombres de referencia en estas horas previas por su condición de defensor del título.

Pero el golf vive momentos complicados. Tiempos de fractura. Y en ese escenario de incertidumbre se disputará el tercer torneo del Grand Slam de la temporada, después de que el Masters se saldara en abril con la victoria de Scottie Scheffler y el PGA este pasado mayo con el de Justin Thomas.

La irrupción hace una semana de un circuito alternativo, las LIV International Series, financiado por fondos públicos saudíes, con la disputa del primero de sus ocho torneos en Londres, amenaza la organización de las dos grandes competiciones a nivel mundial: el PGA Tour, que organiza el circuito estadounidense y, en menor medida, el circuito europeo, rebautizado como DP World Tour, pero también las bases de este deporte como se conoce en la actualidad.

Cerca de una quincena de jugadores han renunciado al PGA por el LIV Tour y sus premios multimillonarios, entre ellos el estadounidense Dustin Johnson y el castellonense Sergio García. Algunos como el veterano Phil Mickelson, reclutado por el circuito saudí, por un fijo que algunos cifran en 200 millones de dólares, intenta mantener una imposible equidistancia. Mientras, el circuito estadounidense anuncia sanciones e incluso la exclusión a aquellos jugadores que renuncien, intentando frenar lo que se intuye como un lento goteo.

Los torneos del Grand Slam, con organizaciones propias al margen de los circuitos, aún no han tomado parte en esta guerra abierta. De momento, la USGA que organiza el Open de EEUU ha decidido no limitar la participación de los jugadores que se han apuntado a la Liga saudí. “¿Debería un jugador que se ha ganado su clasificación para esta edición a través de unos criterios púbicos, ser descalificado como resultado de su decisión de jugar en otro torneo? Finalmente, decidimos que no”, fue la valoración de la USGA a través de un comunicado.

Para Mickelson, el Open de EEUU supone su vuelta al PGA Tour después de cuatro meses de exilio, entre otras razones por su adicción a las apuestas, de la que se ha estado tratando, un tema que desveló ante la prensa de Londres en su debut en el tour saudí.

Así que su presencia ha sido uno de los centros de atención antes del inicio del Open y el jugador zurdo ha tenido que encajar durísimas críticas por su decisión, entre ellas una carta publicada en medios estadounidenses por los familiares de las víctimas en el 11-S. “Debería estar avergonzado. Está ayudando al régimen saudita a lavar su reputación a cambio de millones de dólares”.

“Tengo una profunda empatía por todas las víctimas del atentado y sus familias”, repitió en varias ocasiones Mickelson, saliéndose como pudo de un tema tan espinoso. “Respeto que estén en desacuerdo conmigo, pero esta es la mejor decisión para mí ahora mismo”.

McIlroy, crítico

Tiger Woods, que no competirá en Brookline, fue de los primeros en pronunciarse en contra del nuevo circuito y a favor del PGA. El norirlandés Rory McIlroy, ganador el pasado fin de semana del Open de Canadá, ha sido también de los más críticos con los 'fugados'. “Es un momento muy extraño para el golf profesional”, explicó este miércoles, dejando claro que entiende que jugadores en la etapa final de su carrera como Mickelson puedan plantearse el cambio, pero no las de los más jóvenes. “Me da la sensación de que están tomando el camino más fácil”, dice McIlroy.

En esa misma línea el campeón John Rahm acepta que los grandes premios económicos ofrecidos por el LIV Tour suponen un aliciente. “No me toca a mí juzgar sus decisiones. Para muchos, esos premios que ganen estos años marcarán el resto de sus vidas. Si quieren eso, está bien”, admitió. “Pero ¿mi estilo de vida cambiaría sin tengo 400 millones? No, no cambiaría lo más mínimo. Podría retirarme ahora y tener una vida feliz. Pero nunca jugué por razones de dinero. Juego por amor a este deporte y quiero competir contra los mejores”.

Rahm, que acabó en el puesto 48 en el último ‘major’, el PGA, y que fue décimo en The Memorial hace dos semanas, no será el único español en competición. También estará Sergio García, ganador del Masters 2017, otro de los jugadores que ha emigrado el LIV tour, y el barcelonés Adri Arnaus, de 27 años, instalado ya entre los 60 mejores del ránking mundial, tras ganar su primer título en el circuito europeo el pasado mayo (el Catalunya Championship).

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