María José Camacho, futbolista

La viuda de Francesc Arnau: “Ojalá hubiese podido despedirme de él, le diría mil veces te quiero”

“Lo llevo muy mal porque esto no es un duelo normal; siempre te queda el si hubiese dicho, hecho aquello o le hubiera llevado al médico”

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Xuan Fernández

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Seguir adelante. Por sus hijos. Por su vida. Y por él, por “Pasti”. Pasti era Francesc Arnau, su marido, su compañero, su confesor. Su todo. El exdirector deportivo del Oviedo falleció el pasado 21 de mayo y a ella ahora le toca luchar. Ella es María José Camacho (Terrasa, Barcelona, 1978), su viuda. Para él era “Pepa”. Todavía no se explica lo que pasó. Probablemente nunca lo hará. Recuerda al detalle los buenos momentos de un romance inmortal que comenzó, como no, con un balón de por medio un jueves en Barcelona. Camacho no se pudo despedir de su marido porque su adiós fue “sin anestesia”. Sabe muy bien lo que le diría si pudiera: “Le diría mil veces te quiero”.

–¿Cómo empezó en el fútbol?

–Empecé tarde, con 17 años. Lo mío era el tenis. Jugué al fútbol en el instituto y me fichó el Terrasa. Al poco me convocó la selección española y la catalana. El Barcelona y el Espanyol me llamaron y decidí fichar por el Barça. En esa época había muchos prejuicios con las mujeres y el fútbol. Mi madre no lo llevaba muy bien.

–Se cruzó con Arnau nada más llegar.

–Fue justo cuando llegué. Yo estaba en el A y jugamos un partido contra el B. Recuerdo que era jueves. El mejor amigo de Arnau entrenaba a las pequeñas y él le ayudaba de vez en cuando. Nos vimos ese día por primera vez.

–¿Flechazo?

–Empezamos a hablar desde ese día. Marqué tres goles en el partido y recuerdo que me preguntó algo sobre fútbol. Yo no sabía quién era. Hubo una compañera que me dijo después que era Arnau, el portero del Barcelona. De aquellas alternaba con el filial y el primer equipo. De vez en cuando él venía a nuestros entrenamientos y a todas nos gustaba. Sabía mucho de fútbol y planteaba entrenamientos muy dinámicos, siempre con balón.

–Siguieron hablando, ¿no?

–Sí. Lo hacíamos por el Messenger y a través del chat interno de la Blackberry. No se ligaba como ahora. Era divertido, porque Arnau era muy introvertido y vergonzoso. Yo, en cambio, estaba loca de remate. Me hice un poco más tranquilita con el tiempo por él. Él se fijó mucho en mí y yo al principio estaba a mis historias, en mi mundo. Poco a poco me empezó a hacer tilín. Era guapete, alto y rubio. Me enamoró poco a poco y hasta el final, porque estuvimos 24 años juntos.

–¿Le cambió triunfar en el fútbol?

–Para nada: al contrario. Era muy humilde y siempre fue el mismo. Cuando empezamos a salir yo me escondía porque no quería que me viesen con él. Sabía que la gente me iba a juzgar y no quería. Él lo veía bien. Me decía: “Otra lo publicaría”. Llegó un momento que tuvimos que formalizarlo. Cuando su noche estelar en Wembley ya hablábamos mucho, pero no estamos saliendo todavía. Pasaron muchos meses. Él siempre bromeaba con eso. Decía que le había costado más salir conmigo que ser futbolista del Barcelona.

–Málaga, su vida.

–Llevábamos seis meses juntos cuando el Málaga le llama. Me dijo que igual aceptaba la oferta y que si me iba con él. Yo dudé mucho. ¿Cómo me iba a ir? Tenía ofertas del fútbol, mi vida en Barcelona y además estaba estudiando Enfermería. Lo pensé y le dije que sí. Lo dejé todo. Fue una aventura que funcionó desde el principio. Ese mismo verano me pidió matrimonio y pasé mucho tiempo preparando la boda. Nos casamos en Barcelona. Fue un bodorrio. A él, que le gustaba pasar desapercibido…Vino todo el mundo y fue por todo lo alto. Lo pasamos genial.

–¿Le costó mucho dejar Barcelona?

–Tuvo muchísimas dudas, pero la oferta era buenísima. Mi madre es granadina y le preguntó si tenía miedo de ir a Andalucía. Le dijo: “Si vas, no querrás volver”. Años después se lo dijo a mi madre, porque se enamoró de Málaga. Es una ciudad genial para vivir y ahí hicimos nuestra familia y nuestra historia. Nuestros hijos, Pol y Marc, nacieron en Barcelona, pero son malagueños.

–Arnau tenía muchas inquietudes más allá del fútbol. La política era una de ellas.

–Lo primero que le pregunté al empezar a salir fue que si era de Esquerra Republicana. Le dije, en broma, que entonces iríamos mal y que en mi casa no entraría. Él siempre fue muy discreto con sus ideas.

–¿Cómo llevó usted ser la “mujer de”?

–Es normal, es que antes…Ojalá hubiese nacido diez años más tarde. Yo era delantera titular y pichichi del Barcelona. El otro día me comentaron lo que ganaba una jugadora de Primera y me dije: “Madre mía”. Ahora los entrenamientos son más completos y todo está más profesionalizado. Cuando me fui a Málaga pasé de estar en Primera a Preferente, aunque conseguimos subir. Yo estaba embarazada de cinco meses y mientras entrenaba.

–Arnau fue un ídolo en Málaga en su época de jugador, ¿cómo lo consiguió?

–Le querían muchísimo, aunque el equipo tuvo altibajos. Bajaron a Segunda un curso en el que jugó poco y al año siguiente fue muy importante. Era el capitán. El equipo ascendió y la gente estaba con él. Valoraban su trabajo y personalidad.

–¿Le afectó pasar tan rápido del campo a los despachos?

–El jeque le llamó el mismo día de su retirada. Le dijo que siguiese vinculado al club, que contaban con él. Él no lo tenía claro, pero el jeque le insistió. “Mañana empiezas’”, le dijo. Su primer puesto fue de enlace entre el primer equipo y la directiva, pero sólo estuvo una semana. Al director general no le cuadró mucho y entonces pasó a la cantera, con Manel Casanova, que fue su padre deportivo y era un tipo genial. Ahí aprendió muchísimo de fútbol y le encantaba estar con los chavales. Estuvo cuatro años y el jeque le dijo que lo llevase todo, que fuese el director deportivo.

–Su vida cambió.

–Los dos primeros años fueron muy buenos. Recuerdo que cogió al equipo en descenso y ganaron al Atlético de Madrid. Se movía muy bien en el mundillo y tenía contactos. Quedaron quintos y para la gente del Málaga, al principio, Arnau era como un dios .

–¿Sentía presión?

–No le gustaba verse tanto en el foco y siempre fue un poco pesimista. Decía que los resultados mandaban y tenía muy claro que el fútbol es duro. Siempre tuvo los pies en el suelo.

–¿Su cese fue duro?

–Le dolió mucho y fue la primera vez que yo realmente vi mal a mi marido. Nunca había tenido, que yo supiese, un problema psicológico, pero en ese momento sí estaba, no sé si en una depresión, pero al menos en un momento muy malo. Para él, lo prioritario era el fútbol y la familia.

–¿Qué le decía usted?

–Yo le decía: “Mira Pasti (así le llamaba), ahora estás fuera, olvídalo”. Me decía que lo había dado todo. Se volcó en el pádel, con los niños, y empezó a comentar partidos. Superó el mal momento y el jeque le llamó para volver a la cantera. Le dije que ni se le ocurriese. “Ni muerta vuelves después de cómo lo has pasado”, le dije. Me hizo caso.

–¿Cuándo se entera de que viene al Oviedo?

–Le salió una oferta buenísima de China. Tenía el vuelo pillado y el visado listo. Si digo lo que le iban a pagar…Analizándolo fríamente no sé ni cómo se pensó lo del Oviedo. Dos semanas antes de viajar a China le llamó Puyol. Le dijo que le tenía que hacer un favor y le comentó lo del Oviedo. Recuerdo que le dijo: “Hostia Puyi, no jodas, que me voy a China”.

–¿Qué pensaba usted?

–Yo fui muy clara: le dije que no me iba a Oviedo ni loca. A China sí, a Oviedo no. Estaba muy equivocada, porque en Asturias fui muy feliz. Me encantó la ciudad, la gente, el club…Mis hijos estuvieron muy felices. Firmaría volver a ir a Oviedo.

–¿Cómo estuvieron aquí?

–Genial, el primer año estuvo encantado. Pol se fue con él desde el principio y yo tuve que esperar algo más porque mi hijo Marc había cambiado de colegio y no podíamos hacer otro cambio a mitad de curso, en pleno diciembre. Además, Arnau había firmado seis meses y solo seguía si el equipo se mantenía. Estuvo siempre encantado en Oviedo, aunque en la última etapa tuvo más agobio. Me decía que ahora tenía que convencer y que tenía trabajo doble. Que le ponían pegas. A Arnau le fastidiaba que la gente no confiara en él 100%.

–¿Tuvo ofertas para marcharse?

–El Barcelona le quería, no hubo negociaciones serias, pero sí interés. Yo le animaba y le decía: “Cariño, es el Barcelona”. Y él recalcaba que estaba muy bien en Oviedo, que tenía un nivel de compromiso enorme con el club. No sé qué se le pasaría por la cabeza ese día (el día de su fallecimiento).

–¿Cómo estaba él?

–Esa semana le vi mal. Era ya casi pleno mercado de fichajes y sé cómo funciona, el nivel de llamadas que hay y el estrés que puedes tener. Mi marido era muy perfeccionista con su trabajo. Empezó a dormir peor y yo le veía agobiado, aunque el equipo ya se había salvado. Me comentó algún problema en el trabajo, pero eran cosas normales. Estaba agobiado con los fichajes y con el mercado que se le venía encima. Ese día él estaba solo en Oviedo. Pol estaba en Santander y yo me había ido con Marc a Barcelona por un asunto de un inmueble. El siguiente lunes tenía pensado ir a Madrid a Fitur (Feria Internacional de Turismo) y ahora recuerdo que me dijo que no fuese. Si hubiese sabido que pasaba algo lo habría mandado todo a la mierda. Nunca imaginé lo que había, aunque le veía agobiado. Estaba desanimado. Cuando ganaron al Málaga y se salvaron estábamos en casa y vinieron varias chicas del Oviedo Femenino. Pedimos unas pizzas. Él estaba serio y decía que no había que celebrar nada.

–¿Estaba pendiente de las críticas?

–Le afectaban y miraba mucho las redes sociales. Él hacía algo que creía bueno, leía algo y decía: “¿Hasta esto me van a discutir?”. Yo le decía que se aislara, que no leyese los comentarios de la gente. Muchos eran anónimos. Cuando perdieron contra el Rayo me llamó desde el coche y le vi harto de críticas que leía. Le insistía en que no las leyese.

–Tiene dos hijos, ¿cómo sigue para adelante?

–Lo llevo muy mal. Yo no tenía ninguna responsabilidad. Yo era su apoyo, pero no me metía en nada. Tuve negocios de salones de belleza en Málaga y los traspasé antes de venir a Oviedo. No paro de pensar en lo que pasó porque él estaba muy feliz. Tenemos familiares con problemas psicológicos y él siempre estaba ahí, pero para él no se lo aplicó. Recuerdo que me decía que nunca hubiese pensado que yo fuese ir a Oviedo y que les hiciese cada día de comer. A Arnau le encantaba su trabajo y el trabajo era su vida. Nosotros podríamos estar viviendo sin trabajar, de rentas, pero para él era como una droga.

–¿Qué consejo le daría a una persona que pase por una situación como la suya?

–Cada caso es un mundo. Lo que voy a decir es duro, pero lo pienso así. Ojalá el duelo que estoy pasando hubiese sido por algo natural, por una enfermedad o un accidente. Por algo que sepas que tú no puedes hacer nada. Siempre te queda él si hubiese dicho esto, si hubiese hecho aquello o si lo hubiese llevado al médico. Esto no es un duelo normal. Cuando veo la pérdida de otras personas por un cáncer pienso para mis adentros que ojalá lo de mi marido hubiese sido eso. Me hubiese despedido y le hubiese dicho mil veces te quiero. Ojalá hubiese podido despedirme. Esto es traumático, de repente, sin anestesia. No tenía discusiones con él. A toro pasado analizas mucho todo y creo que me mandó muchos inputs, pero me los quedo para mí.

–¿Se ha intentado aislar?

–He leído barbaridades: que si no estábamos separando, que si estábamos mal, que si mi vida en las redes sociales… Él tenía mi Instagram en su móvil y me hacía las fotos que comparto.

–¿Cómo era Arnau tras el foco?

–Amigo de sus amigos, con un nivel altísimo de lealtad y mu pacífico. Siempre se ponía en el lugar del otro. Tendía puentes y ayudaba a la gente.

María José Camacho

El pasado 21 de mayo la tragedia sacudió al Real Oviedo con la muerte de Francesc Arnau, que era el director deportivo del club azul. El catalán, que tenía 46 años, se suicidó en la capital asturiana. Su viuda, la futbolista María José Camacho, concede esta extensa entrevista en la que homenajea a su marido y hace balance de su vida en común. El fútbol fue el nexo de unión de esta pareja: se conocieron siendo jugadores del Barcelona y estuvieron juntos en Málaga, donde Arnau fue jugador y director deportivo, y en Oviedo. Tienen dos hijos, Pol y Marc. La familia de Arnau vive ahora en San Cugat del Vallés (Barcelona) y Camacho estudia ofertas de varios equipos.

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