Juegos Olímpicos

El recurrente jet lag del atletismo español

Once finales pero el medallero decae en los Juegos de Tokio

España cierra con una medalla y 10 diplomas un gran resultado en atletismo

España cierra con una medalla y 10 diplomas un gran resultado en atletismo / EFE

Gerardo Prieto

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Al atletismo patrio no le sientan bien los viajes a Extremo Oriente. El balance final en los Juegos de Tokio y un repaso por las grandes competiciones celebradas en esta parte del mundo, revela que el jet-lag contra el sol no favorece los resultados para los atletas españoles cada vez que adelantan el reloj para competir. Los once finalistas, más del doble que en Río, endulzan el resultado pero el medallero decae. Del oro y la plata de Ruth Beitia y Orlando Ortega en Río se ha pasado al solitario bronce de Ana Pelteiro en triple salto, aunque la fiesta de los diplomas invita al optimismo. 

En la comparación con el resto de países de nuestro entorno social y económico, España no da la talla en el medallero pero resulta competitiva en finalistas. Sobre todo si se la compara con la exitosa Italia. Los cinco oros transalpinos y los cuatro de Polonia, segundo y cuarto tras Estados Unidos, con Holanda, Noruega y Suecia entre los diez primeros en el medallero, colocan al atletismo europeo en la cima, tras los problemas que la pandemia ha causado en la preparación de los deportistas. 

Decimotercera posición

En Europa se celebran las mejores y más prestigiosas reuniones de atletismo y eso se ha notado. La excepción entre los grandes países del Euro es Austria y España, ámbas en un discreto trigésimo sexto lugar en el medallero, junto a países como Burkina Faso y Granada, la diminuta isla antillana de cien mil habitantes. La clasificación cambia a mejor si se suman los puntos obtenidos por los finalistas, ocupando España la decimotercera posición general y la sexta dentro del atletismo europeo.

El viaje a Oriente

Del Mundial celebrado en Tokio un año antes del éxito conseguido en Barcelona-92, el seleccionado nacional, con 59 atletas, regresó, como ahora, con un solitario bronce de la hispano estadounidense Sandra Mayers en 400. Un éxito relativo si se compara con el cero en el medallero de Seul-88, en el que se tocó fondo tras el bronce de José Manuel Abascal en Los Ángeles-84 y la plata de Jordi Llopart en Moscú-80, el primer metal olímpico de un atleta español.

El bronce de María Vasco, la primera medalla olímpica de una atleta española, y 8 finalistas en Sydney-2000, salvaron el viaje a las antípodas. Superado el Siglo XX, en el Mundial de Osaka-2007 se mejoró con la plata del marchador Paquillo Fernández en 20K, y dos bronces, el de Mayte Martínez en 800 y María Vasco en 20K. Al año siguiente en los Juegos de Pekín-2008, otro cero en el medallero, como en Seul. Pero progresando adecuadamente, porque en el maravilloso Nido del Pájaro los españoles lograron un significativo número de finalistas, nada menos que 12, un resultado alentador para las siguientes competiciones.

No fue así. En el Mundial coreano de Daegu-2011, Natalia Rodriguez se colgó el bronce en 1.500, pero con un solo finalista más. También en Pekín, en el Mundial de 2015, España obtuvo una sola medalla, una vez más en marcha, el oro de Miguel Ángel López en 20K, y ocupó el trigésimo lugar en la suma de puntos por finalistas. Muy por debajo de los resultados que dos años antes había obtenido en el campeonato del mundo de Moscú, sin tanto cambio horario, con dos bronces y un digno decimoséptimo lugar por finalistas.

Como excepción, los Juegos de 2012 en Londres con apenas tres finalistas. En la capital británica, a un par de horas de vuelo de los aeropuertos españoles, Ruth Beitia fue cuarta pero recalificada a posteriori como segunda y plata olímpica tras detectarse anomalías en el pasaporte biológico de dos de sus rivales.

El ejemplo italiano

El solitario bronce de Ana Peleteiro en Tokio no oculta una actuación muy discreta en pos del podio. Contrasta con el éxito de nuestros socios europeos, sobre todo transalpinos, cuyo éxito descansa en una antigua tradición por la que se promociona a sus deportistas a través de la función pública. Sus 40 medallas en Tokio, diez de oro, con cinco títulos solo en atletismo, dan fe de que su sistema sigue más vivo que nunca.

De los 383 deportistas italianos presentes en estos Juegos, 270 son militares, policías, funcionarios de prisiones o bomberos. Un sistema parecido protege en Kenia a sus corredores, tercer país en el medallero atlético tras el éxito de Kipchoge en el maratón. En España, el plan ADO y las ayudas federativas sostienen el deporte olímpico español casi en su totalidad, estancado en 17 medallas. Todo indica que este sistema necesita una generosa actualización.