Duda olímpica

La clausura de los Juegos: ¿es que ya nadie se dopa?

Los deportistas saben que los avances científicos cazan en los laboratorios el uso de cualquier sustancia prohibida.

El COI retiró entre Pekín 2008 y Río 2016 la barbaridad de 92 medallas con el escándalo londinense donde los tramposos devolvieron 12 oros, 13 platas y 10 bronces.

arigato

arigato / TOKIO 2020

Sergi López-Egea

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Hubo un tiempo no muy lejano en el que los enviados especiales al Tour de Francia deseaban que llegara el fin de semana. Pero no para descansar, puesto que la competición no se detenía, sino porque el laboratorio de París solo trabajaba de lunes a viernes y se sabía que el sábado o el domingo no llegarían noticias informando de algún positivo que alterase unas clasificaciones generales que entre 1999 y 2010 hubo que rehacer varias veces.

En los Juegos Olímpicos pasó igual, al menos entre Pekín 2008 y Río 2016, sobre todo cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, en inglés) decidieron reanalizar las muestras de orina que se tenían congeladas en diversos laboratorios. Allí comenzó el drama y fueron cayendo medalla detrás de otra. La mayoría, las que habían conseguido los deportistas rusos.

En Tokio no se ha hablado de dopaje, como tampoco ocurrió en el Tour, finalizado una semana antes del inicio de los Juegos. El dopaje ha dejado de ser noticia en el mundo del deporte y solo se habla de otros positivos, los que afectan a aquellos olímpicos contagiados de covid y que desgraciadamente no han podido competir aunque apuntasen claramente a medalla como le sucedió al golfista Jon Rahm.

5.000 análisis

Nadie ha estado pendiente de los 5.000 análisis entre sangre y orina que se han realizado en la capital japonesa. Y hasta han pasado desapercibido los tres casos de dopaje que ha habido en Tokio: una jugadora brasileña de voley (Tandara Caixeta) por un anabolizante; la velocista nigeriana de 100 metros Blesing Okagbare por hormona del crecimiento, en un control previo a los Juegos pero conocido en la capital japonesa, o el atleta keniano Mark Odhiamdo por otro anabolizante. Solo tres casos, con la esperanza de que no sean solo hasta el momento, porque las muestras seguirán almacenadas no sea caso que la ciencia descubra pócimas escondidas.

El avance en la cacería

Pero, ¿es que ya no se dopa nadie? Lo cierto es que al igual que ha descendido la velocidad en las autopistas, también ha bajado el uso de sustancias prohibidas entre los deportistas. Pero si en la carretera ha sido sobre todo por el miedo a ser cazados por los radares, en el deporte, más por la conciencia de que hay cosas que no deben hacerse, es porque se sabe que, ahora, si te dopas, te pillan. Muy pocos son los que se atreven a jugársela aunque haya marcas y exhibiciones que dejen a muchos con la mosca detrás de la oreja.

El COI ha gastado una fortuna en investigación y en pagos a laboratorios para que reanalizaran las muestras de Tokio, Londres y Río y constatar ya en el camino de Tokio que el uso del dopaje estaba extendido, sobre todo en Pekín y Londres. Entre 2008 y 2016 el COI retiró y reasignó la barbaridad de 92 medallas (fueron 93 aunque una fue por indisciplina). Y el peor registro se produjo en 2012, en la cita londinense, donde los deportistas tramposos tuvieron que devolver 12 oros, 13 platas y 10 bronces, un escándalo.

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