CON SOLO 17 AÑOS

La taekwondista Adriana Cerezo le da a España la primera plata en Tokio-2020

La jovencísima madrileña (17 años) solo cede en la final ante la tailandesa Panipak Wongpattanakit después de superar un complicadísimo cuadro

"Vamos a hacer que suene el himno de España en París", promete la medallista pensando en los JJOO del 2024

A1-119327236.jpg

A1-119327236.jpg / JAVIER SORIANO

José María Expósito

José María Expósito

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si los asaltos del taekwondo durasen siete segundos menos, probablemente Adriana Cerezo sería hoy campeona olímpica. Y si los Juegos no se hubieran aplazado un año por la pandemia, la joven madrileña seguiría siendo hoy una deportista más o menos anónima con el sueño de hacer algo grande en los Juegos de París del 2024. La realidad es que una joven de solo 17 años ha estrenado este sábado con una plata el medallero español en Tokio. Y lo ha hecho a patadas. Superando un cuadro diabólico solo franqueable con el desparpajo de la juventud y una sonrisa que en unas horas ha enamorado a toda España al mismo nivel que emocionaron sus lágrimas tras la derrota

En estos Juegos para madrugadores, España despertó con la esperanza de que el cuarentón Alejandro Valverde estrenara el medallero, pero se encontró a una liviana niña (-49 kg) que, sin perder la sonrisa, iba sembrando su camino de víctimas. Solo la campeona del mundo y número 1 del ranking mundial, la tailandesa Panipak Wongpattanakit, pudo frenar al huracán madrileño, y lo hizo con mucho sufrimiento: por un ajustado 11-10 y después de que la española se pusiera por delante a 30 segundos del final.

"Ha aprovechado la oportunidad que le he dado", explicaba la propia Adriana tras la final, consciente de que en ese medio minuto final se traicionó a sí misma, a todo lo que había hecho para llegar a la final, al dar un pasito atrás. A siete segundos del final, sin tiempo para reaccionar, la tailandesa conectó el golpe que le arrancó el oro del cuello. "Jesús, no me mates", fue lo primero que le dijo por teléfono a su entrenador, Jesús Ramal. "Me has dejado alucinado, me has hecho llorar como un crío. Lo has hecho de 10", le tranquilizó.

Aspirante a criminóloga y GEO

Cómo poner peros a alguien que hasta hace tres meses, mientras cursaba segundo de Bachillerato, ni siquiera tenía plaza olímpica. Campeona de Europa sub-21 a los 16 años, su triunfo en el Europeo absoluto en abril le permitió disputar el Preolímpico de mayo, donde se ganó el derecho a viajar a Tokio, y no a pasar el rato. "Las asiáticas no deben de saber ni quién soy. Les tengo más respeto porque no me he medido con ellas, pero por eso les tengo más ganas", decía entonces en una entrevista a 'Women's Health'.

El camino hasta la final habría borrado la sonrisa a cualquiera, pero no a esta chica pizpireta que se aficionó a las artes marciales viendo películas de Jackie Chan y Bruce Lee con el abuelo Jose. Ese mismo que a los cuatro años la apuntó a taekwondo a escondidas de los padres, que preferían un deporte menos violento. Se enteraron del percal cuando tuvo que examinarse para lograr su primer cinturón.

En Tokio el examen era de altura pero, como su reciente Selectividad (estudiará Criminología y aspira a entrar en los GEO), lo superó con nota. En octavos cayó la serbia Tijana Bogdanovic, número 2 del mundo. En cuartos le dio una paliza (ni se disputó el tercer asalto) a una de las mejores de la taekwondistas de la historia, la china Wu Jingyu, que le dobla en edad y que en Londres-2012 logró un de sus dos títulos olímpicos derrotando en la final a la mallorquina Brigitte Yagüe, ídolo de Adriana. Y se aseguró la medalla al apabullar en semifinales a la turca Rukiye Yildirim, número 3 del mundo.

Wongpattanakit, de 23 años e invicta desde noviembre del 2018, se asomó al abismo en la final. Vio a una niña de 17 años y 47ª del mundo (no le ha dado tiempo a más) ponerla contra las cuerdas y alzarle el brazo con deportividad tras el combate mientras sollozaba. Un gesto de reconocimiento, que no de rendición: «Vamos a hacer sonar el himno de España en París», prometió Adriana.