Campo de batallitas

De un gol tras 28 pases a la cruel alopecia de la ‘Roja’

El ‘big bang’ del gran ciclo de España fue un partido en Copenhague.

Sergio Ramos marcó tras una jugada sinfónica del equipo de Luis.

Del Bosque culminó la obra, pero nada es eterno y la caída llegó de forma abrupta.

Sergio Ramos y Del Bosque.

Sergio Ramos y Del Bosque.

Eloy Carrasco

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“Una melena estupenda –y lacia- es un requisito imprescindible e innegociable. Cuando uno de los miembros del grupo empieza a tener entradas, hay que poner un anuncio en el ‘Melody Maker’ inmediatamente”. Esa era una de las reglas que impuso a principios de los años 70 el británico Andrew Matheson cuando tramaba la fundación de una banda (al final su plan fraguó en los Hollywood Brats, punks primerizos que no vendieron una rosca pero se lo pasaron bomba), y así la redactó en sus desternillantes memorias, significativamente tituladas ‘Te potaría encima’ (‘Sick on you’ en el original), de Editorial Contra.

El señor Matheson nunca tuvo la menor relación con el fútbol ni con cualquier otro deporte pero su enseñanza sirve para explicar lo que le pasó a la selección española una vez hubo consumido sus mejores años. A la ‘Roja’ se le empezó a caer el pelo a puñados tras el ciclo triunfal (Eurocopa-08 / Mundial-10 / Eurocopa-12) pero Vicente del Bosque, un caballero al que cuesta ubicar en la ladera del punk, no puso ningún anuncio en busca de un necesario relevo. En otras palabras, se aferró a sus fieles jugadores, no quiso cortar por lo sano y se estrellaron todos juntos en el Mundial de Brasil-14. Fue el final de una época portentosa, jamás igualada por nadie, y que, como el movimiento de las crestas, los imperdibles y los acordes sucios, surgió en un momento convulso.

Aquel lustro en el que se podía cruzar la península ibérica dando pases sin perder nunca el balón brotó tras mucho tiempo de tierra yerma. Luis Aragonés, que sí tenía algunas maneras de punk, sacó la podadora y plantó semillas nuevas. El ocaso de la era de Raúl se topó con la determinación del de Hortaleza, con el consiguiente estruendo en la prensa, singularmente la madrileña, ante la deposición del intocable. “¿Cuántos Mundiales ha ganado España con Raúl? ¡Dígamelo!”, se encaró un día Luis con unos aficionados que le reprochaban el sacrificio del ídolo.

Tuvo los arrestos para apearlo de las convocatorias y, contra viento y marea, con mil escopetas cargadas aguardándole al doblar cualquier esquina, metió todas las fichas en una apuesta de necesaria audacia; si en mi circo no hay forzudos, hagamos el número estrella con malabaristas. Con los bajitos en el gobierno (Xavi, Iniesta, Silva, Cazorla), España dominó el mundo.

Se da por bueno un ‘big bang’ de todo aquello: 13 de octubre de 2007, partido de clasificación de la Eurocopa 2008, en Dinamarca. La ‘Roja’ gana 1-3 y uno de los goles llega después de una maraña de 28 pases. Sergio Ramos remató una obra maestra, una piedra angular, la madre del cordero. La hipnosis duró tres grandes torneos, algo nunca visto. Pero el tiempo y la erosión hicieron sus mellas, aparecieron las entradas, luego la alopecia, nadie publicó ningún anuncio buscando relevos y todo aquello tan rompedor y contracultural, como el punk, también terminó.

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