Un corazón celeste en Catalunya anterior a Guardiola

"El Ci-ty": la historia del fan pionero en Barcelona del equipo de Manchester

El finalista de la Champions tiene hoy muchos fans en Catalunya, pero es muy probable que el autor de este texto sea el pionero de ese grupo. ¿Por qué un joven en los años 60, en pleno apogeo del United, se hizo fan del City?

Colin Bell  durante un partido con el City

Colin Bell durante un partido con el City

Gil Carrasco

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Ocurrió en 1998: el Manchester City descendió a Tercera –sí, sí, a Tercera-- coincidiendo con una época de esplendor del Manchester United, culminada en 1999 en el Camp Nou ganando la Liga de Campeones, en el descuento, a costa del Bayern. Y en 1999 también sucedió que faltando dos minutos para acabarse la final del 'play-off' de ascenso a Segunda, el City perdía por 0-2 ante el Gillingham; pero pasó –saltar de lo miserable a lo glorioso está en los genes del City; por ejemplo, en 1937 ganó la Liga y en 1938 bajó a Segunda, siendo eso sí, el máximo goleador de la categoría--, pasó, decíamos, que el 0-2 se convirtió en un 2-2 y luego los penaltis devolvieron al equipo celeste a Segunda. Después, más sube y baja, mediocridad consistente y supervivencia hasta que llegaron los petromillones y, en fin, la inteligencia de Txiki Begiristain y el excelso cerebro de Pep Guardiola para hacer del City el mejor equipo de Europa, etiqueta dorada que hoy debe confirmar frente al Chelsea. Uffff.

Está generalmente admitido que no se tiene que escribir en primera persona salvo que el autor sea un personaje famoso, popular o popularcillo o un escritor de renombre. No es el caso, y ustedes me perdonarán. Darle cuerpo a este texto no tendría sentido sin el uso de la primera persona. No se entendería, si no, una historia de amor, una pasión, objetivamente difícil de explicar. Las pasiones, más que en la mente, crecen en las vísceras. Uno de adolescente oía hablar del Manchester. El Manchester, a secas. Claro; Bobby Charlton, Denis Law, George Best. Best era incomparable, el futbolista que quisieran ser nueve de cada diez futbolistas. Yo buscaba y buscaba cómo poder verlo. Nada. Por fin, la ocasión: Manchester-Real Madrid, 1-0, partidazo de Best y gol de Best. Y a mi alrededor, todo el mundo, o algo así, hablaba del Manchester. Bueno. El Manchester.

Un portero inglés en Barcelona

A los 17 años uno jugaba al fútbol, o lo intentaba al menos. Una mañana, un compañero de equipo dijo: “Vamos a buscar a nuestro portero de hoy. Jugó en los juveniles del Manchester y ahora trabaja aquí, en Barcelona, en el Bank of London and South America”. Allí nos presentamos, en la acera norte de la plaza de Catalunya. Salió el portero, un muchacho alto y feo. Me dirigí a él: “Así que tú fuiste portero del juvenil del Manchester United...”.

El chaval me miró con desprecio, casi con asco, y gritó: “¡Manchester City! ¡Ci-ty!”. Creo que se quedó con las ganas de escupirme.

Así empezó todo. ¿Por qué se hace uno del City si Best está en el United? ¿Espíritu de contradicción? ¿Rebeldía ante el poder establecido? El caso es que empecé a preguntarle al portero alto y feo cómo viste el City, cómo va, y qué se siente en una ciudad viviendo a la sombra de Bobby Charlton, Denis Law y George Best. “Orgullo”, contestó. Y acto seguido, ya sonriendo, añadió: “Y paciencia, y fe, y sentido del humor”. Ya está, pensé. Simpatía por el que sufre. Hay cosas peores . Era una simple elección: Beatles o Stones, Beethoven o Mozart, Keaton o Chaplin, azul o rojo (hablamos del color de una camisa, no de ideologías), melón o sandía, Deportivo o Celta, Barça o Espanyol y yo, como loco por el fútbol inglés, necesitaba uno, City o United.

Eso era en 1967. Y en 1968, el City ganó la Liga. Descubrí que a Charlton, Law y Best se oponían Colin Bell, Francis Lee y Mike Summerbee. Y Mike Doyle atrás, un medio centro imperial, el favorito de la afición. Fueron también a las vitrinas telarañosas la Cup del 69 (1-0 al Leicester, con un gol extraordinario de Neil Young, otro 'local hero') y la Recopa de 1970. Con el tiempo conocí a Bell, serio, elegante, educado –fallecido este año, poco antes de la consecución del campeonato, a cuya ilustre memoria dedicó Guardiola--, y al narizotas y simpático Summerbee, actual presidente de honor del club.

Llegaron temporadas de todos los colores a continuación. Casi siempre entre los diez primeros, alguna que otra Copa, pero nada más. La Liga siempre era para otros, sobre todo para el Liverpool. En 1974 el City fue el equipo elegido para el partido del 75º aniversario del Barça; era el líder de la League. Uno, como redactor de la revista 'RB', hizo lo de siempre: en el descanso, un garbeo por el palco para llenar la sección 'Visto y Oído'. Pregunté quién era el jefe de la expedición visitante y topé con un gigante de expresión amable, el secretario general, Bernard Halford. Al final de la corta charla, el señor Halford me puso en la solapa una insignia del Manchester City. Me sentí como si fuera el cónsul del club en Barcelona.

Y en 1983, el cataclismo: en la última jornada bastaba para mantenerse el empate en casa, en el ya desaparecido Maine Road, ante el Luton. Entonces surge Radomir Antic, pega un zapatazo desde fuera del área y se acabó. El Luton salvado y el City a la mierda 'again'. Típico. La hinchada 'citizen', sin embargo, nunca se rinde. Es fiel como una perra y siguió llenando Maine Road para que la recuperación fuera rápida. Y lo fue. Otra vez de pie. Y de nuevo las frustraciones, docenas de entrenadores. Fracaso. Dolor. El City de siempre, en el corazón, por encima de victorias y derrotas.

La leyenda de Trautmann

La mayoría de los ciudadanos de Manchester nacidos en Manchester son fans del City, según diversas y sucesivas encuestas en malos, regulares y buenos tiempos. Entre los del United abundan los naturales de otros sitios del país y los inmigrantes. Cuánto más iba sabiendo del City más se reafirmaba mi credo. Un club que convierte a un soldado alemán –alemán, no nazi-- capturado durante la segunda guerra mundial en un portero legendario no es un club cualquiera. La figura de Bert Trautmann es venerada en el Manchester azul a la misma altura a la que son recordados Colin Bell y Mike Doyle.

Ahora las vacas son gordas. En 2012, Roberto Mancini y Kun Agüero hicieron posible la primera Liga desde el ya lejano 1968. Manuel Pellegrini añadió otra en 2014 y Pep Guardiola ya lleva tres. El siglo XXI es azul, un azul algo más fuerte que el celeste y más suave que el azul rabioso del Chelsea, por ejemplo. El 90% de los jugadores actuales son de primerísimo nivel, lo que incluye a Phil Foden, la joya de la cantera. Para un seguidor del City, hoy no es un día más; es el día en que tocaremos el techo de la historia o el día en que volveremos a llorar.

Da igual. 'Citizen' se es riendo o llorando. Siempre.

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