Nueve momentos de un 'nueve' mítico

La tortura de Van Basten

La biografía 'Frágil. Mi historia' recoge el terrible sufrimiento de la estrella holandesa, que tuvo que retirarse prematuramente con el tobillo destrozado  

El exjugador del Ajax y el Milan, de 56 años, jugó su último partido con 28 después de ganar tres Balones de Oro, una Eurocopa y dos Copas de Europa

A la izquierda, Van Basten después de su primera operación en 1987; a la derecha, junto a Johan Cruyff durante su rehabilitación en febrero de 1988.

A la izquierda, Van Basten después de su primera operación en 1987; a la derecha, junto a Johan Cruyff durante su rehabilitación en febrero de 1988. / Anefo / Voetbal International

Raúl Paniagua

Raúl Paniagua

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Fue uno de los mejores jugadores de la historia. Elegante, talentoso y demoledor en el área, Marco van Basten (Utrecht, 56 años) se llevó tres veces el Balón de Oro (1988, 1989 y 1992) y ganó seis Ligas y dos Copas de Europa con el Ajax y el Milan, entre otros éxitos. Pero su carrera no fue completa. Con 28 años jugó su último partido. El tobillo derecho torturó a un genio.

«No, nunca he tomado metanfetamina. Tampoco me he pasado años enganchado a la cocaína. Ni me metí en una piscina con mujeres desnudas durante una Eurocopa o Mundial. Tampoco soy adicto al juego. Y nunca he llevado peluquín. Siento decepcionarle». Así empieza la biografía 'Frágil. Mi historia', un relato crudo, sincero y directo de la vida del astro holandés. Lejos de decepcionar, su historia fascina.

EL DRAMA DEL TOBILLO

«Ando a gatas por la casa para orinar»

La tortura empieza y acaba en esa maldita articulación que cambió todo. El avance ya es demoledor. La memoria se traslada a 1995, justo después de la retirada. «Todo está oscuro. Ando a gatas por las baldosas. Tengo la imperiosa necesidad de orinar [...] Debo tener paciencia porque tardaré al menos dos minutos en llegar al cuarto de baño. Nunca llego antes de haber contado hasta 120. Cada paso es un suplicio».

«Primero me había convertido en un futbolista profesional que ya no podía jugar, y ahora en un hombre normal y corriente que no puede caminar. Cojeo. Soy un discapacitado», rememora con amargura. «A veces me ayuda pensar en Dios. Estoy enfadado con él. Furioso. ¿De qué va todo esto?¿Por qué tengo que pasar por esta mierda?¿Es como una lección de humildad?». 

LA MUERTE DEL AMIGO

«Jopie se ahogó al romperse el hielo»

Los recuerdos de la infancia apuntan al abuelo, campeón de levantamiento de peso de los Países Bajos, y al padre, Joop, que robaba comida a los alemanes durante la guerra agujerando sacos de harina en los camiones. Sin embargo, hay un día que acapara el protagonismo. Van Basten vio cómo su amigo Jopie se hundía en un lago al romperse el hielo por el que iban paseando. Murió ahogado.

«Yo tenía 7 años. Aún no sabía muy bien qué significaba estar muerto [...] Durante un tiempo me sentí muy mal. Me atormentaba la pregunta de si no tendría que haber hecho otra cosa». Su tristeza tardó en desaparecer. Incluso llevó una pequeña foto de su amigo durante mucho tiempo. Hasta que su padre se la quitó y se la rompió. Creía que tanta energía negativa le haría daño. 

EL PRIMER DÍA CON CRUYFF

«Era como un santo, nuestro Jesucristo»

«Para mí era una especie de santo, mi ídolo. Sentía por aquel hombre un respeto enorme, ilimitado. Cuando jugábamos en la calle, yo siempre era Johan, y ahora estaba con él en el campo». Así cuenta Van Basten el primer contacto con Cruyff en un martes de 1981 cuando aún estaba en el segundo equipo del Ajax. 

Marco, con 17 años, en sus primeros pasos con el Ajax.

Marco, con 17 años, en sus primeros pasos con el Ajax. / 'Frágil. Mi historia'

«Yo tenía 17 años; Cruyff, treinta y pico. Sin embargo, cuando jugábamos juntos no había ninguna barrera. Era tan fanático como nosotros», explica el holandés, que se detiene en un encontronazo. «Un sábado por la mañana la emprendió conmigo. Criticaba todo lo que hacía, cada balón, cada movimiento. No paraba de sermonearme y de burlarse de mí [...] Le grité que se fuera al infierno. Los ojos se me llenaron de lágrimas enseguida [...]. Había insultado a Cruyff, que era más o menos como nuestro señor Jesucristo. El mismísimo Dios».

La mítica chilena de Van Basten contra el Den Bosch, el 9 de noviembre de 1986.

La mítica chilena de Van Basten contra el Den Bosch, el 9 de noviembre de 1986. / EPC

EL INFARTO DE LA MADRE

«Cuando despertó no me reconocía»

El 16 de octubre de 1985 Holanda jugó en Bélgica en busca de un billete para el Mundial de México. Perdió 1-0, pero lo peor para Van Basten llegó horas después. A la una y media de la noche su padre le dio una terrible noticia. «Tu madre ha sufrido un infarto». Su hermano vivía en Canadá y su hermana en Italia. A la mañana siguiente parecía lúcida pero nueve días después sufrió un ictus que la sumió en coma.

«Cuando por fin despertó se le habían borrado cerca de 30 años de recuerdos. Apenas nos reconocía. No recordaba nada y nunca volvió a ser la misma». La mujer ingresó en un manicomio y murió en septiembre de 2007. 

LA RECOPA DE 1987

«Ganar la primera final es una liberación»

Con 22 años llega la primera ocasión para brillar en Europa. «Es el día de la final. El 13 de mayo de 1987. Estoy en mi habitación del hotel, pero no puedo dormir. Doy vueltas [...] Me asomo por la ventana. Atenas es bulliciosa, todo en Grecia parece ruidoso».

El Leipzig de la Alemania del este es el rival en la final de la Recopa. La charla de Johan, el técnico de aquel Ajax, es clara: «Si os ayudáis seréis mejores juntos. Conoced vuestros puntos fuertes y vuestros puntos débiles. No os quejéis de ellos y utilizadlos con inteligencia». Van Basten marca el único gol del partido. «Me alzo como una catapulta. Explosión. Recibo la Copa aturdido. Ganar la primera final es una liberación. Alegría infantil. Johan se ríe con su risa contagiosa. Eso es».

LA MÍTICA VOLEA ANTE LA URSS

«Fue una especie de regalo de Dios»

Apenas había jugado en toda la temporada con el Milan por el dichoso tobillo, llevaba ocho meses fuera de la selección y empezó la Eurocopa de 1988 en el banquillo. Holanda perdió en el debut ante la URSS y el técnico recurrió a Van Basten en lugar de Bosman. «Contra Inglaterra, Michels escribió mi nombre en la pizarra. Eso encendió todo [...] Marqué tres goles. Era el colmo de la felicidad. El primero fue una liberación; el segundo fue una confirmación; el tercero rayaba lo increíble».

La ruta continuó con el éxito ante Alemania en semifinales y la venganza soviética en la gran final en Múnich. Y esa imagen. El gol de su vida. «Cuando el centro llegó pensé: ‘Por Dios, tengo que meterla en la portería’». Su preciosa volea supuso el título. «Ni yo mismo me lo creía. Los demás jugadores me preguntaban:‘¿Qué ha pasado? ¿Cómo lo has hecho?’ Pero yo no tenía ni idea [...] Fue una especie de regalo de Dios».

EL RIDÍCULO DE ITALIA-90

«Votamos a Johan y vino Beenhakker»

«Sentía vergüenza, habíamos hecho el ridículo en el Mundial de Italia. Era la primera gran derrota de mi carrera», cuenta Van Basten en un año agridulce en el que ganó su segunda Copa de Europa con el Milan pero también dejó escapar una Liga «amañada» ante el Nápoles de Maradona.

La desgracia se extendió a la selección. Michels dejó el cargo tras el éxito de 1988. Libregts, enfrentado con Gullit, le sustituyó y alcanzó la fase final, pero fue destituido justo antes del torneo. Los jugadores eligieron a su sustituto favorito: ocho votos para Cruyff , tres para Beenhakker y dos para De Mos.

«Koeman transmitió a Michels el resultado, pero la federación eligió a Beenhakker. ¿A santo de qué? Sencillamente era una vergüenza». Esa elección enfureció al vestuario. Holanda cayó ante Alemania occidental en octavos el día del escupitajo de Rijkaard a Völler. Años más tarde, Van Basten descubrió que Michels ni siquiera habló con Johan. «Temía que ganara el Mundial y empañara su triunfo de la Eurocopa. Un sentimiento humano de lo más normal: la envidia».

LA GUERRA CON SACCHI

«Berlusconi tuvo que elegir entre él o yo»

El Milan de Van Basten era el mejor equipo del mundo, pero algo rechinaba. El goleador no era feliz con Arrigo Sacchi. En una disertación del técnico, Marco saltó: «Míster, quiero dejar muy clara una cosa. Siempre dices que tenemos tanto éxito porque hemos trabajado contigo, pero yo diría algo distinto. No hemos ganado todo lo que hemos ganado gracias a ti, sino a pesar de ti».

Van Basten, balón de Oro en 1989 con la camiseta del Milan. 

Van Basten, balón de Oro en 1989 con la camiseta del Milan.  / El Periódico

Se hizo un silencio sepulcral. «Sacchi me miraba como si le hubiese clavado un puñal en el corazón. Totalmente aterrorizado». Berlusconi tuvo que elegir entre el entrenador o su estrella. No dudó. El dueño se presentó con Fabio Capello. «Resultó ser una jugada magistral. Alguien que volvía a hablar sobre todo de fútbol. Alguien que era directo».

LA DESPEDIDA

«He perdido mi vida. Asisto a mi funeral»

El 7 de diciembre de 1992 la FIFA reconoció a Van Basten como el mejor del mundo con los votos de 171 seleccionadores. Días después volvió a ser operado. Le dijeron que estaría un mes de baja y soñaba con seguir brillando en San Siro, pero todo acabaría siendo una quimera. Marcó su último gol en abril en Ancona y el 26 de mayo de 1993 disputó su último partido con solo 28 años.

Van Basten, en su despedida en San Siro en 1995.

Van Basten, en su despedida en San Siro en 1995. / 'Frágil. Mi historia'

«El azar quiso que la final de esa Copa de Europa se celebrara en el mismo estadio donde había vivido uno de los mejores momentos de mi carrera: el Olímpico de Múnich. Es increíble lo dolorosamente irónica que puede ser la vida. En ese estadio se encendió y se apago mi estrella».

Jugó infiltrado y el Milan cayó ante el Marsella (1-0). Un mes después se casó con Liesbeth, con quien tuvo tres hijos. El 18 de agosto de 1995 se concretó su adiós con un homenaje en San Siro ante 80.000 hinchas. «El fútbol es mi vida. He perdido mi vida. Hoy he muerto como futbolista. Hoy asisto a mi propio funeral».