HISTORIAS IRREPETIBLES DEL DEPORTE (6)

Rafer Johnson, el triste héroe del hotel Ambassador

El campeón olímpico de decatlón en 1960 redujo al asesino de Robert Kennedy cuando trabajaba en la campaña presidencial del exfiscal general de Estados Unidos

Rafer Johnson porta la antorcha olímpica de los JJOO de Atlanta.

Rafer Johnson porta la antorcha olímpica de los JJOO de Atlanta. / Reuters / David McNew

Juan Carlos Álvarez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Rafer Johnson tenía un don. Su cuerpo le permitía practicar con éxito el deporte que quisiese. Tal y como solía hacerse en los colegios norteamericanos, los chicos como él compaginaban diferentes modalidades hasta que se decantaban por una. El atletismo, el baloncesto, el béisbol y el fútbol americano formaban parte de su vida. Hasta que un día tuvo una revelación. Su entrenador le llevó junto a un grupo de estudiantes a Tulare, a cuarenta kilómetros de su lugar de residencia, para ver en vivo una competición de atletismo en la que participaba Bob Mathias, una celebridad de la zona que ya había ganado el oro en el decatlón de los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 y se preparaba para hacer lo mismo en los de Helsinki de 1952. Johnson se sintió impresionado viendo la capacidad física de Mathias, pero al mismo tiempo le llamó la atención el nivel de muchos de sus rivales: "Yo podría ganar a casi todos esos tipos" dijo a su entrenador. Y de regreso a casa decidió que el decatlón sería suyo.

Desde ese momento Rafer Johnson tuvo claro el camino a seguir. En la Universidad de UCLA, donde fue becado, su evolución fue inmediata. Lo tenía todo para triunfar en esa modalidad que busca al atleta perfecto. Solo flojeaba en la prueba de los 1.500 metros, que se convertía la mayoría de veces en un suplicio, pero lo compensaba con creces gracias a su velocidad y fuerza. Los progresos fueron meteóricos, mucho más rápidos de lo que intuían sus entrenadores. En su cuarto decatlón, disputado en Kingsburg, la ciudad en la que sus padres se asentaron cuando tenía cinco años y donde durante mucho tiempo fueron la única familia negra, batió el récord del mundo.

De Melbourne-56 a Roma-60

Acababa de iniciar su carrera y ya era el indiscutible favorito para ganar el oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 y heredar la medalla de oro que Mathias se había colgado en las dos anteriores citas. Pero en Australia sufrió una lesión en la zona abdominal que le mermó por completo. Aún así compitió y no estuvo lejos de la victoria. Solo su compatriota Milt Campbell, en la mejor actuación de su carrera, pudo superarlo. Lejos de sus marcas, Johnson ganó la medalla de plata por delante del ruso Vassily Kuznetzov y regresó a casa desencantado pero con un ansia desbocado por desquitarse en Roma en 1960.

El decatlón entró entonces en una etapa loca en la que Johnson, el taiwanés Yang (compañero en la Universidad de UCLA a las órdenes de Elvin Drake) y Kuznetzov elevaron el nivel de la prueba. El norteamericano y el ruso se intercambiaron dos veces cada uno el récord del mundo. Hubiesen sido seguramente más veces si en el camino de Johnson no se hubiesen cruzado una lesión y un accidente de coche que le llevaron a perderse las temporadas de 1957 y 1959. Llegó al año olímpico en buenas condiciones pero amenazado seriamente por Yang, a quien veía entrenar a diario y cuya evolución era espectacular. 

El papel de Draba en 'Espartaco'

Antes de llegar a Roma hubo una circunstancia que pudo complicar su presencia en los Juegos Olímpicos. Kirk Douglas, buen amigo suyo, ofreció a Rafer Johnson un papel en 'Espartaco', la película que estaba a punto de empezar a grabar con Stanley Kubrick. Buscaban un deportista negro que hiciese el papel de Draba, el etíope que se niega a matar a Espartaco en el campamento de gladiadores. Johnson estaba decidido a aceptar, pero le alertaron de que eso podría contravenir las normas olímpicas que solo permiten la participación de atletas 'amateurs'. Se planteó presentar alguna clase de documentación que demostrase que no iba a percibir ni un dólar por la película, pero finalmente lo descartó y asumió que su llegada al cine, si se producía, sería más tarde. El papel de Draba fue finalmente a manos de Woody Strode, otro antiguo deportista de la Universidad de UCLA.

En Italia se confirmó que el oro iba a ser un duelo entre los dos discípulos de Drake. Kuznetzov se descolgó rápido y Johnson y Yang libraron un magnifico mano a mano durante los dos días que duró la competición. Siempre se movieron en márgenes muy escasos entre uno y otro. Johnson, casi siempre a remolque, se situó líder tras el lanzamiento de disco y llegó a los temidos 1.500 con un margen de casi 70 puntos sobre Yang. Pero no se sentía cómodo. Debía terminar a menos de diez segundos del taiwanés, pero no tenía dudas de que era perfectamente posible que perdiese esa medalla de oro porque sabía de lo que era capaz su compañero de entrenamiento y amigo y también era consciente de sus propias limitaciones en esa distancia.

Pelea psicológica

Ambos tuvieron una charla privada con su entrenador. Drake le dijo a Johnson: "Tienes que pegarte como una lapa a él, desde el principio". A Yang, más tarde, le explicó: "Nunca ha sido capaz de estar contigo en esta prueba, tienes que soltarlo pronto y desanimarlo". Pero esa tarde bajo el calor de Roma, Rafer Johnson se soldó a Yang, que estuvo algo lejos de lo que podía esperarse de él. 

En un momento de la carrera volvió la vista atrás y el norteamericano, pese al dolor que sentía en las piernas, sonrió. Quería ganarle a Yang esa pelea psicológica que también estaban librando sobre la pista. Finalmente Johnson llegó a poco más de un segundo de su rival y se aseguró la medalla de oro. Ambos se fundieron en uno de los abrazos más hermosos y extenuantes que ha conocido el atletismo.

El asesinato de Kennedy

Convencido de que ya había cumplido una etapa de su vida, Rafer Johnson se apartó de las pistas de atletismo aunque ejerció de comentarista en diferentes momentos. Con solo 26 años aún le esperaban grandes logros, pero sentía que su trabajo ya tenía que ir por otro camino. Se involucró en tareas de carácter social y en 1964 aceptó la propuesta de su amigo Robert Kennedy de unirse a su campaña por la presidencia de los Estados Unidos. Se lo había prometido mucho antes, cuando era fiscal general, y ambos tenían largas conversaciones sobre los cambios que necesitaba el país. Rafer Johnson estaba en el Hotel Ambassador de Los Ángeles el día que Kennedy celebraba la victoria en las primarias de California y prácticamente tenía en el bolsillo la nominación demócrata.

Ese 3 de septiembre un hombre de 24 años de origen palestino llamado Sirhan Sirhan le disparó a quemarropa mientras se dirigía a la salida del hotel a través de las cocinas. Robert Kennedy estaba mortalmente herido, aunque su defunción no se confirmó hasta unas horas después. Rafer Johnson, que siguió la escena a pocos metros, fue quien desarmó a Sirhan en compañía de Robert Grier, antiguo jugador de fútbol americano y que formaba parte de la seguridad de exfiscal general. Con el paso del tiempo al exatleta le llovieron reconocimientos por su heroico comportamiento en las entrañas del hotel Ambassador, pero él siempre se alejó de esa clase de elogios. Su obsesión, reconocida en diferentes entrevistas, era no haber tenido la oportunidad de impedir que Sirhan se acercase a su amigo.

El trabajo con Special Olympics

La muerte de Kennedy generó en Johnson un sentimiento de devastación, de pérdida absoluta de la confianza en el futuro. Tardó meses en salir de ese agujero y fue precisamente el trabajo con el movimiento Special Olympics, la competición destinada a los niños y jóvenes con discapacidad intelectual que poco antes había puesto en marcha una hermana de Robert Kennedy, lo que le hizo recuperar la fe en el futuro.

Desde ese momento Rafer Johnson hizo de su vida un ejercicio de generosidad hacia los demás y de modestia. Contaban sus amigos que si ibas a visitarlo encontrabas en las estanterías de su casa numerosos trofeos y medallas que pertenecían a sus hijos. Por ningún lado estaban los suyos, infinitamente más relevantes. Si insistías en ver las medallas olímpicas, los campeonatos americanos había que bajar al sótano y buscarlos entre cajas de cartón.

Un 'chico Bond'

En los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles fue Rafer Johnson el encargado de encender el pebetero olímpico y pocos años después tuvo al fin la oportunidad de participar aunque fuese en un pequeño papel en una gran producción de Hollywood, aquella ilusión que se le negó en 1960. Fue en 'Licencia para matar', una de las peores películas de la saga de James Bond, donde interpretaba a un agente de la DEA y Timothy Dalton encarnaba a 007. Hace una semana, tras una vida dedicada a los demás, Rafer Johnson murió en su casa de Los Ángeles, ciudad a la que siempre permaneció inseparablemente unido. En los días felices y en la mañana triste en el hotel Ambassador.