EL EUROPEO DE BALONMANO

Lysa Tchaptchet: una guerrera prodigio

La jugadora del Elche, nacida en Camerún, explica a EL PERIÓDICO su fulgurante ascenso a la selección española de balonmano con tan solo 18 años

Lysa Tchaptchet

Lysa Tchaptchet

Irati Vidal

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“Nunca lo olvidaré, estaba estudiando en mi habitación y sonó el teléfono, era Carlos Viver”. Lysa Tchaptchet (Yaundé, Camerún, 2002) nunca creyó que una tarde entre libros le iba a cambiar tanto la vida. “No me lo podía creer, me quedé en shock y sin palabras”. Tampoco que con 18 años iba a estar disputando un Europeo con la zamarra de las subcampeonas mundiales.

La joven prodigio del balonmano español sigue quemando etapas a destiempo y exhibiendo unas cualidades y una voracidad que hacen difícil la habitual prudencia al elogio. Pero nada llega por casualidad. Y menos en el camino de Lysa hacia la selección. Pues lo suyo más que un camino ha sido una travesía en familia que arrancó en otro continente.

Nacida en Camerún, Lysa aterrizó en España con apenas seis años. Lo hizo en Pamplona un 7 se julio. Y su llegada fue bendecida por San Fermín. Porque aunque creyera haber emigrado un país de locos, el destino le tenía guardada una página en la historia de esa nación. "Todo el mundo iba vestido de blanco y rojo y pensé, ‘¿A qué sitio tan raro hemos venido a vivir?". Ese lugar era Villava, un pequeño municipio navarro que construyó la leyenda de Miguel Induráin y que convenció a la familia Tchaptchet de que el balonmano era la mejor herramienta de integración.

Aunque a Lysa, al principio, la idea de pelearse con un balón no le convencía. “De pequeña, como todas las niñas, soñaba con ser bailarina o cantante. Jamás pensé en ser jugadora de balonmano porque lo odiaba. De hecho, lo practicaba casi por obligación”

Cambio de pasaporte

Sus primeros recuerdos sobre un 40x20 son los de una niña menuda y flaquita vestida con la camiseta del Beti-Onak que intentaba defenderse entre niños sin demasiado éxito. "Siempre estaba en el suelo. Y sufría cada vez que me tocaba ir a entrenar". Todo cambió en poco tiempo. Y de qué manera. Pues pronto la genética empezó a brindar a Lysa de una superioridad física inalcanzable por el resto de jugadoras de su edad. Algo que unido al talento innato que poseía acabó llamando la atención de la RFEBM. Y ahí llegó el primer escollo.

"Antes solo tenia la nacionalidad camerunesa y los trámites siempre complicaban la llamada de la selección. El proceso para lograr la nacionalidad fue bastante complejo y me dejó sin billete para las categorías inferiores. Pero tuve paciencia y seguí a lo mío. Con el tiempo ha acabado llegando la llamada" . Y lo ha hecho a velocidad de récord.

Porque Lysa, que recibió la nacionalidad española el pasado mes de junio, ha pasado del frío de Villava a defender la camiseta del Elche en la Liga Guerreras Iberdrola. Y de desgañitarse por Navarra en unos campeonatos escolares a principios de año a defender la roja tras haber disputado tan solo 21 partidos en la élite. "No acabo de creérmelo, estar aquí con ellas son palabras mayores. Nunca llegué a imaginar que este premio pudiera llegar tan rápido", expresa Lysa todavía emocionada.

No sabe cómo describirse pero asegura que es bastante alocada y que con el paso de los años está aprendiendo a poner cabeza y pausa a su juego. También cree que su valentía, su esfuerzo y sus ganas de luchar son lo que ha terminado por convencer al seleccionador de que ella debía estar entre las elegidas. Y seguramente tenga razón, pues si algo destacan los entendidos de Lysa es su personalidad y carácter sobre la pista. Un carácter inspirando en Shandy Barbosa, la ídolo de joven Tchaptchet, a la que le duele ser una de las encargadas de sustituir a su referente.

La referencia

"Cuando pienso en la selección pienso en Shandy porque para mí siempre ha sido una referente. La he seguido desde pequeña y en mi casa siempre nos ha gustado. Me da pena haber entrado en la convocatoria y que ella no esté. Pero gracias a Dios pude coincidir con Shandy en la anterior concentración. Me lo pasé en grande y aprendí muchísimo de ella. Fue un sueño hecho realidad”.

Un sueño tan real como el que está viviendo su familia, inmersa en una montaña rusa de emociones. “En casa, estos días se han vivido con mucha intensidad porque llevamos años viendo a las Guerreras desde el televisor y es muy fuerte que yo ahora sea una de ellas. Mis padres están muy emocionados y mi hermana pequeña, que también juega a balonmano, sigue sin creérselo”, argumenta Lysa rehuyendo de la presión de ser la tercera jugadora más joven de la historia en debutar con la selección por detrás de nombres como los de Carmen Martín y Nerea Pena.

No quiere que la comparen con leyendas porque todavía está aprendiendo. Tampoco que se hable de la saga Tchatpchet como la nueva referencia del balonmano estatal. Pero quema registros tan rápidos que nadie es capaz de frenar los elogios. Ella sí. Lysa solo piensa en el podio europeo, el resto, asegura, ya tendrá tiempo para procesarlo.

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