La gran cita del 2021

Tokio: en manos del coronavirus

Los anillos olímpicos junto a la bandera de Japón en el museo olímpico de Tokio

Los anillos olímpicos junto a la bandera de Japón en el museo olímpico de Tokio / periodico

Adrián Foncillas

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La gobernadora de Tokyo, Yuriko Koike, propuso en abril que la villa olímpica sirviera para alojar a los enfermos de coronavirus. El COI acababa de cancelar los Juegos tras delirantes promesas de que se celebrarían en un clima de razonable normalidad y abrazaba la esperanza de que la pandemia escamparía en un año. La ola de contagios globales, sin embargo, subraya esa maldición olímpica que asoma cada 40 años, ya sea por guerras mundiales, boicoteos políticos o pandemias.  

De este clima de incertidumbre sólo emerge una seguridad: los juegos de Tokio serán en 2021 o no serán. Las autoridades y el COI ya han descartado otro retraso y se han confabulado para salvarlos aunque sea necesaria una versión afeitada. Thomas Bach, presidente del COI, ha aludido a unos juegos frugales y concentrados en las esencias y el espíritu olímpico, unos conceptos suficientemente gaseosos y flexibles para ir acomodándolos a la evolución del coronavirus. También ha aclarado que no desean unos Juegos a puerta cerrada pero tampoco los ha excluido con rotundidad. El escenario más realista, según las autoridades, son las restricciones de aforo.

A la espera de la vacuna

El cuadro actual empuja al pesimismo. Japón había planeado que estos días estaría recibiendo a 11.000 atletas, 25.000 periodistas y millones de visitantes y, sin embargo, tiene prohibidos los vuelos desde 197 países y su turismo en julio cayó en un 99,9 % respecto al pasado año. Las esperanzas residen en una vacuna porque la problemática sin ella se antoja gigantesca: ¿será necesario que todos los visitantes esgriman una prueba de coronavirus negativa? ¿Permitirá Tokio la llegada de vuelos de los países con focos activos masivos? ¿Serán descalificados los atletas que den positivo y se prohibirá también por precaución que compitan los que han compartido espacio con ellos?

El presidente del Comité Organizador de los Juegos, Toshiro Muto, admitía en abril que carece de garantías de que el pebetero será prendido el próximo julio. “No creo que nadie esté en condiciones de decir que la pandemia estará bajo control. No podemos dar una respuesta clara”, dijo. Muto rompió el discurso oficial que ve en los Juegos la celebración global de la victoria contra el coronavirus y que ha secundado Koike desde la alcaldía. Pero la oposición política y la ciudadanía son más escépticas. Su rival, Taro Yamamoto, ha enfatizado  su deseo de que Tokio entierre los Juegos y las encuestas revelan la misma sensibilidad. Sólo uno de cada cuatro japoneses apoya los Juegos en 2021 mientras el 36% opta por posponerlos de nuevo y el 34 % prefiere la cancelación definitiva.

Cuentas disparadas

La pandemia es una tragedia para un país que confiaba en el empujón olímpico para superar una crisis económica de dos décadas. Una auditoría reciente revelaba que aquella factura de 7.300 millones de dólares que prometió en su candidatura ha subido hasta los 25 mil millones.

El retraso, además, la incrementará en otros tres mil millones. El COI ha tenido que aportar de su bolsillo unos 800 millones para ayudar a las castigadas arcas tokiotas. Parece una eternidad pero sólo ha pasado un año desde que los temores globales hablaban de Fukushima.

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