BARRACA Y TANGANA

Querer y poder

El fútbol sin aficionados en las gradas se da un aire a follar con condón. No es lo mismo, es evidente, pero no por eso vas a dejar de follar

Damaris Egurrola, en una imagen de archivo en un partido con la selección

Damaris Egurrola, en una imagen de archivo en un partido con la selección / periodico

Enrique Ballester

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Leí que Damaris Egurrola, la futbolista del Athletic, estaba recibiendo insultos en las redes sociales después de anunciar que no seguirá en su actual equipo, y de sonar como posible fichaje del Real Madrid. Aunque parezca mentira, esa reacción me pareció un doble síntoma de progreso: un paso adelante hacia la normalidad, para empezar, y otro paso adelante hacia la igualdad.

Ha vuelto la Liga en un escenario que nadie puede llamar normal, pero en sintonía con la realidad que vivimos justo ahora, donde el querer y el poder friccionan con frecuencia. El fútbol sin aficionados en las gradas se da un aire a follar con condón. No es lo mismo, es evidente, pero no por eso vas a dejar de follar.

Hace unas semanas, en pleno confinamiento por el covid, me dio por comprobar en Google qué añoraba la gente, qué anhelaba más tener de vuelta. Tecleé 'cuándo vuelve' y las tres primeras opciones que me sugirió el buscador fueron 'la lotería', 'la Liga' y 'las clases'. La prioridad estaba y está clara: es humano necesitar algo que te ilusione, una expectativa ensoñadora que endulce la rutina, ya sea un premio multimillonario que te jubile anticipadamente, una victoria de tu equipo de fútbol o una compañera de pupitre; lo de siempre.

A veces es aún más simple. En lo peor de la crisis sanitaria, la alcaldesa de la Vall abrió un consulta de dudas ciudadanas. Alguien le preguntó si al acabar el confinamiento podría volver a jugar al fútbol con sus amigos, en el patio del colegio. Esa era su mayor preocupación. Quise a ese 'alguien' muy fuerte, por supuesto.

Por esas fechas se hablaba de la pandemia como una guerra. No lo terminaba yo de ver muy claro, pero es cierto que en la nueva guerra sirvo para lo mismo que en las viejas: para nada. Y nada es nada, ni para mandar a otros, y lo mejor con las carencias es tenerlas claras porque evitas desengaños. Lo más cerca de ser útil en una guerra me ocurre en la cocina, cuando uso mi fuerza al límite y consigo abrir un frasco.

Juguetes desperdigados

Durante estos meses de estar en casa, seguro que hay que gente que se enamoró y se desenamoró antes de poder llegar a verse, que cuando quiso no pudo y ahora, cuando puede, ya no quiere. Es triste y a la vez bonito, como recoger un salón repleto de juguetes desperdigados por el suelo, un viernes a solas y en silencio de madrugada, restos de una diversión difuminada; triste y a la vez bonito como un partido de homenaje, última noche de un héroe en retirada. Triste y a la vez bonito es también que te digan que estás guapo con mascarilla, que es el nuevo 'qué bien sales en esta foto, no pareces tú'; la estrecha línea entre la ofensa y el halago.

Un secreto de la vida es dormirse cuando te entra el sueño, que como viene se va y al día siguiente agonizas súper cansado. Otro secreto es sincronizar el querer con el poder, aprovechar el momento, plasmar en el marcador ese tramo del partido en el que estás mandando, que si no marcas el dominio sirve para poco, y nunca se sabe qué pasará al cabo de un rato. El secreto del fútbol es marcar un gol más que el contrario. En cada uno de los casos es más fácil decirlo que hacerlo y querer que poder, y esa es la gracia, supongo que lo tenemos todos claro.