BARRACA Y TANGANA

Lo mejor de cada uno

De algún modo estamos habituados a pedir la hora, a girar el cuello hacia el marcador después de cada jugada y a desear que el árbitro pite el final de una vez por todas

Awaziem bloquea el desmarque de Lenglet en un corner  durante el partido de copa del rey entre el FC Barcelona (Barca) y el Leganes

Awaziem bloquea el desmarque de Lenglet en un corner durante el partido de copa del rey entre el FC Barcelona (Barca) y el Leganes / periodico

Enrique Ballester

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La semana pasada escribí sobre el Football Manager y algún entrenador respondió. Por alusiones, lo aclaro. Por supuesto que sé que jugar al Football Manager en el ordenador no es lo mismo que ser entrenador de fútbol en la vida real. Ser entrenador es mucho más fácil.

Hay quien dice que el confinamiento, como el fútbol, saca lo mejor de cada uno. A ratos estoy de acuerdo, a ratos pienso que saca lo mejor de cada uno y se lo lleva a otro lado. Cada día que pasa se parecen más. El fútbol que yo he conocido y el confinamiento a estas alturas tienen poco de vivir y mucho de sufrir: son ejercicios puros de supervivencia. En pocos lugares, por no decir ninguno, he sufrido tanto y tan de continuo como en un campo de fútbol, así que de algún modo estamos habituados a pedir la hora, a girar el cuello hacia el marcador después de cada jugada y a desear que el árbitro pite el final de una vez por todas.

Un peligro que viene, ahora que no salimos de estas aguas estancadas, es idealizar y sobrevalorar el pasado. Reviso mis notas de hace mes y medio y asoma como asoma el pasado. Con poca altura sobrevuela el pasado. No pueden mis notas desmitificar más el pasado. Si H&M hiciera un equipo de fútbol sería la Real Sociedad, y el Getafe sería Bershka, esas cosas apuntaba yo hace mes y medio, o que Giovani dos Santos era la banda tributo de Ronaldinho, o que Chidozie Awaziem, el del Leganés, en realidad tenía un nombre mucho más sencillo, pero cuando sus padres fueron en Nigeria al registro, al funcionario se le cayó un café sobre el teclado y entonces se impuso el caos y la confusión y, como el hombre se estaba quemando los dedos, se quedó con ese nombre, pues, Chidozie Awaziem.

La Banda Tributo

Según mis notas, además, el fútbol se estaba convirtiendo en el waterpolo porque ya nadie sabíamos qué era y qué no era penalti. Ya era más rentable chutar buscando la mano en el área que buscando el gol. Ya se estaba instalando en el imaginario un momento de lo más perverso, cuando tu equipo generaba un ataque tras un lance de duda arbitral, y casi deseabas que no acabara en gol por si luego lo anulaba el videoarbitraje, por evitar la pereza del andamio del VAR. También se me ocurrió esos días formar un grupo que se llamara La Banda Tributo para que luego otros montaran la banda tributo a La Banda Tributo. Eso fue lo mejor que se me ocurrió en toda una semana, y aquí cabe deslizar que en un par de meses cumplo 37 años. Entonces aún se necesitaban excusas para no quedar y yo quería tener también un grupo para poder decir siempre “iría, de verdad que iría, pero no puedo, tengo ensayo”. Entonces era entonces y ahora es ahora.

Ahora, en el fondo y a ratos, uno se harta y piensa que ojalá vuelva el fútbol y acabe la Liga, que hagan lo que sea pero que lo jueguen pronto todo. Que ojalá sufrir por ganar, por no bajar o por subir, aunque sea por televisión y sin gente en los estadios. Y te sientes un poco mal, por ser tan cutre, egoísta y frívolo, pero te excusas en el confinamiento, asunto simple, ya se sabe: saca lo mejor de cada uno y se lo lleva a otro lado.