¿Qué futbolista, campeón de Europa en 1991, marcó tres goles de falta en el mismo partido?

La incuestionable habilidad para lanzar tiros libres que tenía Sinisa Mihajlovic, con la precisión de Assuncao y la variabilidad de golpeo de Juninho Pernambucano, alcanzó su punto culminante en un domingo de diciembre de 1998 en el Olímpico de Roma, cuando consiguió tres goles de falta directa en un partido de la Serie A. 

Mihajlovic, internacional yugoslavo en 63 ocasiones, era entonces jugador de la Lazio y en aquel partido ante la Sampdoria, que había sido su equipo hasta la temporada anterior, consiguió los tres primeros goles del partido, en poco más de 50 minutos, los tres de falta. Terminaron ganando 5-2, aunque los de Génova habían llegado a colocar el 3-2 gracias a dos goles de penaltis. En total, cinco goles en una hora de partido, un reflejo de la Serie A de los iniciales años 90. 

El equipo dirigido por Sven-Goran Eriksson, con De la Peña, Nesta, Nedved, Marcelo Salas, Vieri o Roberto Mancini, en su penúltima temporada antes de ser entrenador; perdió el título liguero ese año frente al Milán en la penúltima jornada (70 a 69 puntos) por culpa de un empate ante la Fiorentina del mejor Batistuta. 

Campeón de Europa

La carrera en italia de Mihalovic había comenzado en la Roma a los 23 años, camino a su reconversión en central duro y expeditivo con su gran atractivo en el golpeo de faltas, pero antes ya se había dado a conocer al gran público como uno de los centrocampistas, más bien de corte ofensivo, del campeón de Europa en 1991 después de haber jugado en el Vojvodina.

El único futbolista no yugoslavo en aquella plantilla era el rumano Miodrag Belodedici, que ese año fue octavo en la votación del balón de Oro y también había levantado la Copa de Europa con el Steaua de Bucarest 1986, siendo el único hilo conductor entre los dos títulos continentales que ostenta el fútbol de Europa del Este. 

En la Serie A se concentró la efectividad como lanzador de Mihalovic: 28 goles de falta directa de los 38 que marcó entre 1992 y 2006 en más de 200 partidos en Italia, y se mantuvo su fama de batallador en el campo y contra los rivales. Aún en Belgrado, fue expulsado después de uno de los enfrentamientos masivos en la penúltima final de la Copa de Yugoslavia, ante el Hajduk Split croata, en medio un ambiente prebélico en plena escalada de tensión en los Balcanes, con encapuchados en las gradas casi vacías.