parón olímpico

Nadador olímpico busca... piscina de plástico ante el coronavirus

Sharon van Rouendaal y Judith Corachán, dos atletas que solucionan la falta de pileta con soluciones domésticas

Al agua 8Los triatletas se lanzan al mar, con los trajes de neopreno, ayer por la mañana en la playa de Barcelona.

Al agua 8Los triatletas se lanzan al mar, con los trajes de neopreno, ayer por la mañana en la playa de Barcelona.

Francisco Ávila (Efe)

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De plástico flexible, de plástico duro, hinchable y/o desmontable, de madera y de tamaño variable. Comprar una piscina de estas características se ha convertido en el sueño imposible de muchos nadadores de elite, que quieren seguir en contacto con el agua en este periodo de confinamiento.

Desde que todos los nadadores observaron con un punto de envidia el vídeo que la nadadora holandesa Sharon van Rouwendaal, campeona olímpica de los 10 kilómetros en aguas abiertas, colgó en su perfil en Instagram en la que se la veía nadando en una piscina de plástico con un tirante oponiendo resistencia, la búsqueda de estas piscinas "de juguete" se han convertido en una obsesión.

La triatleta española Judith Corachán aprovechó el espacio que tenía en el garaje de su casa para sacar el coche a la calle y montar una piscina. "No tiene nada que ver con nadar en una piscina olímpica, lo único que busco es tocar agua", dijo en unas declaraciones a la agencia Efe.

Dificultades para recibirlo

Pero en otros muchos casos, la falta de espacio impide instalar una piscina, aunque sea de pequeña dimensiones. El problema es que teniendo espacio, tampoco hay 'stock' disponible y algunos de los distribuidores que tienen, no tienen transporte para hacer llegar el encargo al cliente, en este caso un cliente 'first class'.

Las piscinas son un producto de lujo y en algunos casos de primera necesidad como en estos días han sido las bicicletas estáticas, las elípticas o los rodillos para ciclismo 'indoor'.

Tecleando en la página 'online' de compras que todo el mundo tiene en la cabeza, las opciones son variadas. Desde la más económica (99 euros, 3.834 litros y unas dimensiones de 300x200x75) a la más cara, que cuesta 7.400 euros (834x492x138) y casi 41 metros cúbicos de agua.

Jessica Vall, medallista en el Mundial de 2015 y con tres medallas en Europeos, lleva días buceando las 'tiendas online'. Acostumbrada a nadar entre 60 y 70 kilómetros semanales, lleva dos semanas sin poder dar una brazada. Su máxima aspiración es aprovechar la terraza de cinco metros de su piso en Vallirana para instalar una piscina de tres metros, ese es su máximo sueño, aunque el cambio de fechas de los Juegos le han quitado mucha ansiedad.

Su entrenador, Jordi Jou, comentó a Efe que este tipo de entrenamientos en piscina inflable y tirantes es "operativo y efectivo" porque "no se pierden las sensaciones y gestos técnicos" que es lo que pierde antes.

El francés Fred Vergnoux, entrenador jefe de la natación española y máximo responsable del entrenamiento de Mireia Belmonte, cree que ahora es "la única manera" que algunos nadadores han conseguido poder estar en contacto con el agua. Jou asegura que con este trabajo "en estático" se pueden trabajar "sensaciones, técnica, potencia, velocidad y piernas", aunque por contra "el principal trabajo que se hace dentro del agua, el cardiovascular, no se puede trabajar así".

"Muy positivo"

Y Vergnoux coincidió plenamente: "Nadar en posición estática, con una goma de resistencia, es muy positivo para poder simplemente entrenar la gestual especifica y el movimiento dentro del elemento acuático". El técnico francés asegura que se trata de "una ventaja tremenda" en el caso de que la situación de aislamiento continúe, incluso "si se hace en una piscina exterior, con neopreno, nadar media hora al día es mas que no nadar".

"Los que tienen piscina en casa pueden y están haciendo este tipo de trabajo, con neopreno", subrayó Jou, pero aclaró que "lógicamente la gente que vive en pisos en Barcelona capital, no puede utilizar este tipo de piscinas".

Vergnoux admitió que están buscando soluciones, pero que se están encontrando con problemas de transporte o que los nadadores viven en pisos y "es imposible contemplar la idea". En todo caso, los nadadores han sido uno de los colectivos más beneficiados por el aplazamiento olímpico. Prohibida la utilización de piscinas, saben que ahora no hay tanta prisa.

El caso de Judith Corachán

La triatleta Judith Corachán (1984), tercera en el Ironman de Nueva Zelanda, se las ha ingeniado para continuar con su preparación al instalar una piscina inflable en el garaje de su casa que al menos le permite dar unas brazadas y estar en contacto con el agua.

Ese podio en Nueva Zelanda, conseguido el 6 de marzo, la clasificó directamente para el Campeonato del Mundo de la especialidad en Kona (Hawai), una prueba que se disputará el 10 de octubre, pero que está en el aire a causa de la pandemia mundial.

Tras regresar a casa desde las antípodas, durante la primera semana, no sufrió ningún cambio en su planificación física, porque ya tenía pensado descansar para recuperarse del inmenso esfuerzo hecho en el Ironman. Fue a partir de la segunda cuando empezó a echar de menos entrenarse con normalidad. "De todas maneras, yo me conformaba con hacer cinta y rodillo para mantenerme activa. Fue mi marido, que es triatleta amateur, quien le fue dando vueltas a la cabeza para encontrar una solución que nos permitiera nadar", relata Corachán.

"Mis padres tienen una piscina en la zona comunitaria, pero fue una opción que descartamos rápidamente porque en estos momentos es ilegal", recuerda. Y al final surgió la idea de comprar una piscina de plástico para meterla en el garaje de casa después de aparcar el coche en la calle.

Lo primero que hicieron fue comprar una cinta que sirviese de cinturón para evitar el avance del cuerpo al hacer las brazadas. "Una vez la tuvimos empezamos a mirar piscinas por Internet y pedimos consejo a un amigo que nada todo el año en casa para saber qué medidas serían suficientes para que nos diese para ejecutar la brazada sin tocar el suelo", comenta.

La piscina de plástico que más se adecuaba a sus necesidades era de segunda mano y hacía 3 metros de largo por 1,10 de alto. "No la hemos llenado hasta arriba; el agua llega hasta los 90 centímetros. Son unas medidas un poco justas que hacen que nademos un poco en diagonal y que tengamos la cinta atada sin tensión. Como te despistes tocas el suelo con la mano, pero así te obligas a hacer una buena técnica", explica.

Allí Corachán nada 20 minutos cada 48 horas: "No tiene nada que ver con nadar en el mar o en una piscina olímpica. Lo único que buscamos es tocar agua. El ciclo de la brazada es el mismo, pero los pies no los trabajas porque los tienes atados y no puedes moverlos. Por eso hay que procurar que no se te cargue mucho la zona lumbar".

El resto del tiempo de preparación física lo dedica a las dos otras especialidades de un triatleta: correr e ir en bicicleta. De todas maneras, Corachán admite que estos entrenamientos no son de nivel. "En el rodillo, por ejemplo, no puedo hacer desnivel y tan solo hago dos horas. En cambio, mis entrenamientos con la bicicleta en el aire libre acostumbran a ser de cuatro", apunta.

"La idea era aprovechar el pico de forma para volver a competir después de recuperarme del Ironman. Y ahora tengo la sensación de que todo ese trabajo se ha perdido porque solo puedo mantenerme", sentencia.