el retrato

Anna Korakaki, la gran atleta griega (sin mascarilla)

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Iosu de la Torre

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Si la onda expansiva del pánico por el coronavirus no lo impide, el próximo 12 de marzo Anna Korakaki será la primera atleta de la historia en iniciar el periplo internacional de la antorcha de los JJOO, tras el encendido en Olympia, hasta Tokio. De Grecia a Japón, como ordenan las tradiciones, y con la novedad de que sea una mujer quien inicie el primer relevo. 

Korakaki (Dràma, 1997) fue la elegida unánimamente por el Comité Olímpico heleno. A ver quién se resiste ante el currículum de la campeona olímpica, europea y mundial en tiro con pistola, la gran atleta griega que obtuvo, en el 2016, dos medallas de oro en los JJOO de Río de Janeiro, poniendo fin a los 14 años de sequía en lo más alto del medallero desde Atenas 2004.

No la miren como un símbolo

La campeona de tiro muestra su sastisfacción: «Es un honor inmenso para mí. Confío en ser la primera mujer de una larga serie de atletas protagonistas». Tras la solemnidad de las palabras, Korakaki ruega, además, que nadie la observe «como un símbolo». Será difícil para esta seguidora de Michell C. Clark, estrella de la MTVNews y autor del libro Kepp It 100, un compendio de consejos para los «millenials que están cansados de ser millennials».

Korakaki parece tener ese perfil desde la contradicción. Ella misma recomienda a los jóvenes atletas alejarse de las redes sociales (busquen el vídeo con su dicurso en Río 2026), pero no evita relatar su día a día en una cuenta de instagram. Quien quiera seguirle la pista encontrará un hilo entre fotos de viajes, las fiestas familiares, los retos deportivos de esta pistolera fan de Melisses, un grupo de pop rock griego.

Korakaki es mujer de pocos tatuajes. Luce los cinco aros olímpicos en el antebrazo derecho. Posa para el fotógrafo con aire de actriz de Hollywood –en la imagen que ilustra esta contraportada tiene cierto aire a Angelina Jolie– y cuelga los aforismos del tal Michel C. Clark como mojones en su trayectoria en la red. «Todos sabían que podían hacerlo después de que ya lo hicieron», cuelga en su muro.

Suena a autoayuda en la mente de la tiradora que rompe tabúes. Más inquietante resulta esta reflexión antes de conquistar su primera medalla de oro: «Cada pensamiento, hasta positivo, puede tener un efecto negativo». Que el próximo 12 de marzo acoja a Korakaki serena y alejada del virus del pánico que pone en el aire los Juegos de Tokio. Que cuando eleve la antorcha en llamas sobre el cielo de Olympia reafirme su convicción que ese instante será un paso hacia la igualdad entre sexos, no solo en el deporte.

En el relevo le estará esperando la saltadora de pértiga Katerina Stefanidi hasta la entrega, siete días después en Atenas, del fuego olímpico a la delegación japonesa, la que partirá confiada en que ningún virus, y mucho menos el miedo a tener miedo, les apartará del destino hasta el 9 de agosto, fecha de la clausura de los JJOO. Y si al final el Comité griego sucumbe a la onda expansiva del pánico al contagio congelando el fuego de Olympia, a Korakaki le quedará la isla de Sarakiniko, donde se refugia cuando no vela armas. Sin mascarilla.