A SEIS MESES DEL ENCENDIDO DEL PEBETERO

Jaque olímpico por el coronavirus

Tokio no contempla la cancelación de los JJOO pero reconoce una "extrema preocupación" por la situación

Asistentes con mascarilla en el estreno, la semana pasada, del Ariake Arena de Tokio, sede del voleibol paralímpico en los próximos Juegos.

Asistentes con mascarilla en el estreno, la semana pasada, del Ariake Arena de Tokio, sede del voleibol paralímpico en los próximos Juegos. / periodico

Adrián Foncillas

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Se temía a Fukushima y el peligro llega de Wuhan. Japón hubo de tranquilizar al mundo sobre la radioactividad para ganarse los Juegos Olímpicos de este verano y ahora mira con aprensión al coronavirus. Faltan seis meses para que prenda el pebetero pero inquietan las concentraciones de miles de espectadores en estadios, los 11.000 atletas apretados en la villa olímpica y el aluvión de visitantes en la mayor urbe del mundo. No son las aglomeraciones el mejor camino para defenderse de un virus con probada facilidad de contagio.

"Estamos extremadamente preocupados porque la propagación del virus infeccioso podría rebajar el entusiasmo por los Juegos, esperamos que sea erradicado tan pronto como sea posible", ha admitido esta semana Toshiro Muto, presidente del comité organizador. "Es importante no perder la perspectiva ni la cabeza fría, no queremos alarmar al público", ha añadido.

Preocupa el entusiasmo, que no los Juegos. Su cancelación no se contempla, coinciden todas las fuentes oficiales. El primer ministro, Shinzo Abe, confirmó en el Parlamento que los Juegos siguen su calendario previsto y que nadie ha sugerido lo contrario. También que el Gobierno responderá con agilidad a la epidemia y colaborará estrechamente con el COI y otras organizaciones. Desde el Comité Paralímpico Internacional se ha lamentado la percepción distorsionada. "El miedo se propaga más rápido que el virus", ha rematado su portavoz, Craig Spence.

Un crucero en cuarentena

El coronavirus ha causado 638 muertes y 31.526 contagios. La buena noticia, desde la perspectiva olímpica, es que 31.203 de esos se concentran en China. La mala es que Japón es el segundo país. Sumaba 25 infecciones hasta que un hongkonés octogenario que había pasado cinco días en el crucero de lujo 'Diamond Princess' empezó a mostrar síntomas sospechosos y fue diagnosticado poco después. El barco permanece en el puerto de Yokohama, a escasos 40 kilómetros de la capital, con casi 4.000 personas sometidas a cuarentena durante dos semanas. Una sesentena de los análisis han resultado positivos y se esperan que sean más. El episodio subraya la facilidad de propagación del virus y la dificultad de embridarlo.

La rotunda aclaración de Abe buscaba mitigar la ansiedad, miedo y rumorología que se extienden estos días por las redes. Un 'hashtag' que aludía a la cancelación de los Juegos se viralizó después de una reunión entre el COI y la Organización Mundial de la Salud. Otro que pedía prohibir la entrada a chinos abonó la ola de racismo imperante.

Desde Tokio se subrayan los esfuerzos por blindarse del virus. El Gobierno ha desaconsejado a sus nacionales viajar a China si no es imprescindible, repatriado en vuelos chárter a los japoneses en la provincia de Hubei, creado un grupo de trabajo supervisado por Abe para seguir la evolución de la epidemia, extremado los controles de temperatura en los aeropuertos y animado a sus científicos a que den con la vacuna cuanto antes. También se recuerda que otros Juegos Olímpicos salieron adelante a pesar de boicots políticos (Moscú 1980 y Los Ángeles 1984), atentados (Salt Lake City 2002) y virus como el zika (Río de Janeiro 2016).

Preolímpicos alterados

El problema más serio es la cancelación o cambio de sede de las competiciones clasificatorias previstas en China. La de bádminton ha sido pospuesta, la de fútbol femenino ha sido trasladada a Sydney, la de baloncesto femenino se jugará en Belgrado y hacia Jordania se ha movido la de boxeo. Contratiempos asumibles, entiende Tokyo.

En Japón confían en que los 40 millones de visitantes previstos disfrutarán de su cortesía, orden, limpieza y esa mezcla sin parangón de tradición y futuro. Su organización ha sido armoniosa, sin más turbulencias que las habituales: un caso de corrupción por aquí, otro de plagio por allá, la delicada gestión de una demanda de entradas que multiplica por diez la oferta y cierta preocupación por los 40 grados de la canícula tokiota. Para cuando apriete el calor, si hay suerte, el coronavirus será sólo un pálido recuerdo.