Barraca y tangana

Prefiero no pensarlo

Nunca sabes cuál será el fichaje de tu vida, y nunca es nunca y esa es la gracia

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Enrique Ballester

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Se ha puesto de moda en el mercado de fichajes del fútbol un concepto difuso: la cesión con opción de compra obligatoria. El término ha hecho fortuna y te lo encuentras en todas partes, aunque todo el mundo sepa que si la compra es obligatoria ya no hay opción, pero bueno. La idea desnuda una verdad perturbadora: cuántas obligaciones en nuestra vida nos venden como si fueran opcionales, cuántas cosas que creemos que elegimos en realidad las deciden otros por nosotros, cuántas cesiones con opción de compra obligatoria hacemos cada semana o cada día.

Cuántas cesiones. Prefiero no pensarlo. Demasiadas.

Hace tiempo que la turbina del mercado futbolero me pasó por encima. De mi equipo se van jugadores que si me los encuentro por la calle ni los reconozco, que ni me ha dado tiempo a retener sus caras, pero nos escriben al despedirse bellas cartas de amor desesperadas. Al poco asoman otros que cubren a los que se van, llega un partido y luego otro y a veces ganas y a veces pierdes, una temporada tras otra, y así la rueda jamás se detiene. Todos los equipos nos creemos únicos aunque seamos casi todos iguales. Los que mueven el dinero del fútbol saben lo importante. El escudo siempre tiene alguien que lo bese. El escudo lo aguanta todo. No hay más secreto que ese.

Con los jugadores nuevos hay que tener cuidado. He visto construir ídolos en media jugada

Es difícil, pero con los jugadores nuevos hay que tener cuidado. He visto construir ídolos en media jugada. Tu equipo ficha en enero un mediapuntita cualquiera, le ponen el diez en la espalda y deja en el debut un par de detalles de clase y en tu cabeza ya es lo máximo, en tu cabeza ya te has montado con él una película catedralicia, porque nos pueden las ganas. A mí me pasaba parecido en el instituto. A lo mejor una chica me decía hola y yo ya pensaba que quería ser mi novia, que nos iríamos a vivir a una granja, que nos casaríamos y tendríamos seis hijos, que la historia de la humanidad jamás conocería un amor semejante al nuestro, que pasaríamos juntos el resto de nuestras vidas, que nos enterrarían de la mano a la sombra de un olivo. Y solo me había dicho hola. Y yo pensaba todo eso. Los jugadores nuevos te dicen hola y ya son el fichaje del siglo, aunque luego vayas olvidándolos hasta que desaparecen de tu mente, sin remedio y con sigilo, casi siempre.

Nunca sabes cuál será el fichaje de tu vida, y nunca es nunca y esa es la gracia. A veces estalla un relámpago y funciona ese mediapuntita, por lo que sea, y acabas peregrinando devoto hacia el estadio solo para suspirar con placer cuando se perfila y controla la pelota entre líneas. A veces hasta es mejor que un McMenú a las cinco de la madrugada, a veces es genial ese mediapuntita, un reguero de alegría, y te sientes mal por haber desconfiado de entrada porque no lo merecía. Y te duele, porque cuántas veces somos injustos, cuántas veces nos equivocamos con las personas, cuántas veces prejuzgamos y pensamos que son de una manera pero luego son de otra, que no es excusa pero que conste que también nos empuja un poco la vida, a lo cláusula de opción obligatoria.

Cuántas veces. Prefiero no pensarlo. Demasiadas.