violencia sexual

El #MeToo de las deportistas francesas

Patinadoras y nadadoras rompen su silencio en el diario 'LÉquipe' para relatar por primera vez los abusos de los entrenadores

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Eva Cantón

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El mundo del deporte tiene un largo camino por delante para poner fin a la ley del silencio que ha imperado durante décadas sobre los abusos sexuales, pero en la era del #MeToo son cada vez más las voces que se atreven a romper esa ley. En Francia lo han hecho ocho mujeres, antiguas patinadoras y nadadoras de élite, para denunciar las agresiones que sufrieron por parte de sus entrenadores cuando eran adolescentes. El diario deportivo L'Equipe' recoge su testimonio después de haber realizado una amplia investigación.

“Tenía prohibido cerrar la puerta del baño. Empezó a entrar en la bañera y a pedirme que le lavara. Luego supe que se masturbaba”, cuenta Anne Bruneteaux, de 48 años, al hablar de Michel Lotz, vicecampeón de Francia en 1978 y 1979, y su entrenador de patinaje artístico cuando ella tenía entre 13 y los 15 años.

En una época en la que los padres confiaban plenamente en los preparadores físicos, la influencia de éstos sobre las deportistas era enorme. La también patinadora Hélèle Godard, que hoy tiene 54 años, recuerda que pasaba dos noches por semana en casa de Jean Roland Racle con la bendición de su familia y que el entrenador la besó un día que su mujer no estaba. Racle ha negado haber mantenido ningún tipo de relación sexual aunque reconoce que hace años había una “gran proximidad” entre entrenadores y atletas. “Era el credo general”, admite.

La mayoría de los hechos expuestos –que ya han prescrito- se refieren a tres campeones de patinaje artístico: Jean Roland Racle (con seis títulos en la década de los 60 y 70) Gilles Beyer y Michel Lotz.

El diario deportivo publica también el relato de siete nadadoras que acusan a su entrenador, Christophe Millet, de haber abusado de ellas en la década de los ochenta. “Llegábamos a la sauna y se quitaba la toalla. Tenía una erección y nos preguntaba si habíamos visto ya a un hombre desnudo”, rememora Béatrice Dumur, que tenía 13 años cuando se produjo la escena. Millet, uno de los entrenadores franceses con mejor reputación de la época, también niega los hechos.

La dificultad de hablar

Las víctimas ponen de relieve además la dificultad que durante años tuvieron para hablar de lo vivido. El miedo a no que no se les creyera e incluso a ser consideradas culpables. “Yo, que era una alumna modelo, lo dejé todo. Luego intenté suicidarme. Me salvaron por los pelos en el hospital”, confiesa Elisabeth Douet, una  de las nadadoras que testifica en el diario.

Algunos entrenadores, a pesar de haber sido condenados en su momento como Millet que lo fue a dos años de cárcel en 1993, siguen presentes en el mundo deportivo y en algunos casos mantienen sus funciones en sus respectivos clubes.

Responsabilidades

El director de la publicación, Jerôme Cazadieu, subraya que la investigación desmonta “el peligroso mecanismo de control que los entrenadores-gurús ejercen sobre los aprendices” y la “perversión” de unos “manipuladores” que llegan a “seducir a los padres de su presas para que les confíen a sus hijos con total confianza”.

“Frente a estas intolerables derivas, los cortafuegos no son bastante potentes. Las instituciones deportivas no están a la altura del problema a pesar de que ha habido alertas claras. No se puede tolerar que las Federaciones se escondan detrás de las convenciones que han firmado con las asociaciones de lucha contra la violencia sexual para decir que actúan”, denuncia Cazadieu que reclama una intervención contundente del Estado.

Mientras, la ministra francesa de Deportes y antigua campeona de natación, Roxana Maracineanu, ha aplaudido la investigación que ha sacado a la luz un asunto que, a su juicio, ha estado durante mucho tiempo “bajo la alfombra”. “Es algo que las federaciones tienen que incorporar a su orden del día”, ha indicado tras anunciar un plan de prevención sobre la violencia sexual en todas las federaciones deportivas. “Hasta en la menor  asociación de Francia hace falta este tipo de vigilancia”, ha apostillado.

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