derrota en Budapest

España pierde el Europeo de waterpolo en los penaltis

En un igualadísimo partido todo se decidió en el último lanzamiento tras acabar el tiempo reglamentario con 9-9

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Sergi López-Egea

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Alberto Munárriz tuvo el título en sus manos. Estaba tan y tan cerca que casi se podía tocar la copa con las manos. Sin tiempo para que Hungría reaccionase, sin tiempo para nada más que lanzarse a la piscina y celebrar un título continental. Los jugadores locales habían desperdiciado con 9-9 en el marcador la última jugada de ataque. Solo quedaban unos segundos para un contragolpe rápido, desde la parte izquierda de la piscina. Y allí aparecieron dos de los mejores protagonistas de la final. Uno era el jugador español y el otro el portero húngaro, Viktor Nagy. Qué distinto habría sido todo si el guardameta local no hubiese estado inspirado en el Duna Arena de Budapest.

Pero Munárriz lanzó. Y lanzó bien y fuerte, pero una mano mágica del portero de Hungría evitó que España lograse un triunfo épico, en el último segundo del partido, en la piscina de la selección anfitriona del campeonato y ante una grada, en ebullición, más de 6.000 aficionados que empujaban a los suyos a nadar más rápido, a arrebatar el balón a los españoles y a lanzar disparos como si fuesen auténticos obuses.

El empate

Con 9-9 en el marcador, después de un partido igualadísimo que España comenzó dominando pero que poco a poco -sobre todo después de un segundo cuarto muy desacertado- los húngaros imprimieron carácter, se asentaron en el agua de la piscina y mantuvieron siempre una ligera ventaja que, si no era demasiado fructífera en cuanto a distancia en el marcador, les servía para motivarse y para llevar a España al borde de los nervios. Siempre iban por detrás y cada vez debían lanzar a portería, como así hicieron para empatar, para no cansarse de igualar una y otra vez, la constante durante los dos últimos cuartos de la final europea.

Querían seguir la ruta exitosa de sus compañeras, las que el sábado ante Rusia se proclamaron campeonas de Europa. Y nadie puede negar que empeño, fe, sacrificio, garra y carácter imprimieron a lo largo de toda la final continental.

Paró Hungría el disparo decisivo de España. Sonó la bocina y la final quedaba pendiente de los cinco lanzamientos que cada selección debía realizar en porterías distintas. Unos, los húngaros, tiraban empujados por su público. Otros, los españoles, era mejor que se concentraran y se aislaran ante un público que, lógicamente, estaba entregado con una de las selecciones más históricas en este deporte. 

Sin suerte en los penaltis

Hungría tiraba primero y queriendo seguir la rutina del tiempo reglamentario iba marcando cada uno de los penaltis; uno, dos, tres y hasta cinco. Con 5-4, con los cuatro penaltis transformados por el lado español, le tocó el turno a Granados. Si marcaba empataba pero si fallaba, como ocurrió, les daba el título a los húngaros. Todo fue por un lanzamiento. Por un balón parado por el portero húngaro, pudieron jugarse la suerte del título a los penaltis. Y por otro disparo errado en este caso por el lado español, Hungría pudo celebrar el campeonato de Europa y levantar la Copa ante el delirio colectivo. Los penaltis volvieron a ser esquivos con España, tal como sucedió en el 2018 en Barcelona y ante Serbia.