POLÉMICA CONSTANTE

El camarote del VAR en España

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Alejandro García

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El guión que dibuja con sus actuaciones el videoarbitraje en La Liga parece una enrevesada película, en la que el siguiente acontecimiento es un giro aún más inesperado que el anterior. En la semana que el mundo del humor ha despedido al Monty Python Terry Jones, los nostálgicos tienen en el fútbol una versión modernizada de Una noche en la ópera, con camarote y partes contratantes.

La temporada comenzó movida, entre sanciones de tropezones sobre el talón del rival (Modric y Molina fueron expulsados en la primera jornada, nadie más) y las amarillas a los porteros adelantados en los penaltis. 

De las comparecencias de Velasco Carballo, presidente del Comité Técnico de Árbitros, se extrae la idea de que, en realidad, no buscan corregir errores «claros, obvios y manifiestos», como dice el célebre protocolo de actuación. En realidad, se acerca más al que intenta corregir todos los errores, flagrantes o no, en un juego en el que la línea que marca la legalidad es tan difusa como variable es la interpretación de cada árbitro. 

Aciertos frente a fallos

Entre los aciertos: fueras de juego rectificados, manos claramente intencionadas que no apreció en directo el árbitro o penaltis rectificados tras rebobinar en la pantalla. Entre los fallos: llamadas a la televisión para revisar infracciones leves, goles anulados por fueras de juego de milímetros y vicisitudes de todo tipo con manos.

Mientras que se han quejado públicamente Barça, Madrid, Atlético, Mallorca, Leganés, Levante, Osasuna… siempre cuando les ha perjudicado una acción, Velasco Carballo presume de que, en la primera vuelta de La Liga, el VAR ha solucionado 150 errores de los colegiados de campo, algunos más claros, otros más difusos. 

Aún así, el ánimo por sobrecorregir ha destapado el debate del agravio comparativo, las quejas más sonoras se hacen por omisión de acción en acciones que no son claras, obvias y manifiestas, pero que se han señalado en otras ocasiones. 

Cuando no se sienten agraviados, los entrenadores, jugadores y directivos, salvo el incorruptible Mendilibar, apoyan mayoritariamente el videoarbitraje. «A mí dame el VAR, porque nos hace ver claramente dónde están los errores, aunque se comentan», explicó con clarividencia esta semana Simeone, dejando entrever que lo que le interesa es que acierte y, cuando un árbitro se equivoque en su contra, tener argumentos visuales para sostener la coartada de su derrota. 

Programa inclumplido

El programa electoral del VAR recogía que venía a remediar jugadas como la célebre mano de Henry para clasificar a Francia para un Mundial, más atrás en el tiempo, para remediar la Mano de Dios de Maradona o un gol fantasma en las instancias decisivas de un título. En la práctica, ha convertido accidentes del juego en trascendentales para el resultado. Son decenas las manos señaladas en las que la intencionalidad del defensor era recogerlas tras la espalda, en esa rara posición del cuerpo que la norma no considera antinatural.  

La tarea del delantero no ha cambiado, toda la ola de optimismo que pensaba que el videoarbitraje terminaría con la simulación en el fútbol se ha hundido. Ahora el engaño ha pasado a un nuevo nivel, ya no vale con fingir un golpe para que el colegiado de campo caiga en el timo, ahora la estrategia es exagerar cualquier contacto para perpetrar la trampa con la connivencia de la cámara lenta. 

Fueras de juego ajustados

Lukas Brud, secretario general de la International Board, habló en este sentido a comienzos de año: «No se deben buscar cosas marginales del juego», explicó. «Si tenemos que perder varios minutos para decidir si hay fuera de juego o no, quiere decir que no es claro y evidente, así que la decisión del árbitro debería prevalecer», manifestó.

La respuesta de Velasco Carballo a la misma cuestión en su última intervención pública, después de anular un gol así al Barça en la Supercopa, fue diferente: «Cuando un segundo adelante o uno atrás en la imagen cambia las líneas, cuando están casi superpuestas, nuestra orden es no intervenir», explicó Velasco. «Aunque parezcan milimétricos, los fueras de juego corregidos eran con una imagen clara y manifiesta, sin dudas», aseguró el jefe de los árbitros españoles, bajo la asimilación de que no es el error lo que tiene que ser claro y manifiesto, sino la imagen que lo demuestra.