BARRACA Y TANGANA

Cosas del fútbol

Hay un momento mágico en el que los futboleros nos reconocemos, cruzas un par de frases y piensas 'este es de los buenos'

Jóvenes jugadores juegan en una cancha de cemento en Mataró

Jóvenes jugadores juegan en una cancha de cemento en Mataró / periodico

Enrique Ballester

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Ahora escribo de política, más o menos, aunque de política todavía sé poco: solo que ojalá encontréis a alguien que os quiera como los alcaldes quieren a los fondos europeos, que a mí nunca me ha querido ni me querrá nadie como quieren los alcaldes a los fondos europeos.

No me importa hablar con políticos sin saber mucho de política porque lo mismo hice con el fútbol y los futbolistas durante quince años, ileso y sin daños. Ya manejo una lista de frases para aparentar que sé de política y con la práctica voy puliendo conceptos. Si en el fútbol tuve una época en la que todo lo arreglaba poniendo más centrocampistas, poniendo mínimo cinco centrocampistas y todos a jugar por dentro, ahora lo explico todo con el contraste entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción, que es algo que queda bien siempre, que es algo que luce mucho siempre.

En realidad ni siquiera conozco a fondo lo de las éticas estas, porque no recuerdo haber estudiado a Weber en ninguna filosofía, pero la toco de oídas como buen columnista. Apelo a la ética de la responsabilidad para amortiguar el dolor de no poder hacer siempre lo que me da la gana porque tengo dos hijos, para admirar a los entrenadores que renuncian a sus dogmas y se adaptan a sus jugadores, o para comprender a los políticos que priorizan el bien común por encima de su coherencia ideológica, que se esfuerzan por gobernar no solo para los suyos sino para todos. Gracias a la ética de la responsabilidad, también, no pido cada noche la cena a domicilio.

De hecho, la otra noche cené con políticos. Se me sentó al lado un señor llamado Salvador, al que no conocía. Es de un pueblo llamado Betxí, que a menudo confundo con Xilxes, que es otro pueblo, igual que de pequeño confundía a Josep Lluís Núñez con Jordi Pujol, pero este es un tema distinto. El caso es que le comenté que solo he estado en Betxí dos veces. En la primera metí mi primer gol en fútbol 11 y en la segunda fallé mi primer penalti en fútbol 11. En la primera éramos muy niños, pero en el Betxí salió un tal Johny que tenía pelos en las piernas, y solo jugó un rato porque algo raro pasaba con las fichas. Incluso alguno dijo que le había visto llegar en moto, cuando nuestros padres ni siquiera nos dejaban cruzar la calle solos. Por qué me acuerdo de esto y no de Weber, no lo sé, el trauma supongo. Por qué podía jugar Johny contra nosotros, cosas del fútbol, no lo sé tampoco.

Salvador cogió el hilo del fútbol y se centró en su viejo equipo y me enseñó una foto en blanco y negro, de los que llegaron a la élite y los que no, porque tu viejo equipo es para siempre tu equipo, que ojalá encontréis a alguien que os quiera como queremos Salvador y yo a nuestros respectivos viejos equipos. Hay un momento mágico en el que los futboleros nos reconocemos, cruzas un par de frases y piensas 'este es de los buenos'. Salvador lo era: solo la manera de explicar cómo le expulsaron en la semifinal juvenil de la Copa de España, con precisión simple de defensa central, con orgullo de patada rotunda de central, me hizo entender que ya ni juega ni entrena pero siempre será ese chaval que jugaba de central, porque eso se queda en la piel, eso no se borra jamás.