estrella rojilla

Chimy Ávila, la salsa del fútbol

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Iosu de la Torre

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Le llaman Chimy, abreviatura de Chimichurri, el mote que le puso su padre cuando era un niño inquieto que no paraba, allá en el barrio de Empalme Graneros, Rosario, la patria de Messi. Qué acertado estuvo el viejo de este guerrillero del área. Chimichurri, la salsa con la que argentinos y uruguayos  alegran las parrilladas. En Pamplona comienza a cuajar la variante  Tximist, rayo en euskera, que tan bien define al futbolista veloz, vertiginoso, dueño de una biografía digna de documental.

Ezequiel Ávila, Chimy Ávila como luce sobre el 9 en la camiseta de Osasuna, es seguramente el primer futbolista de historia que convocó a los hinchas para firmar autógrafos en una carnicería. Sucedió en Huesca, ciudad trampolín para el goleador argentino. En la carnicería Hermanos Plana Gil recuerdan los churrascos, los matambres, las mollejas y los vacíos que compraba el futbolista para organizar asados memorables.

«Es un gran deportista, un atleta, muy simpático y buen amigo. Llegará lejos, en Huesca lo perdimos por culpa del dinero,  lo que manda en el fútbol, y ya veremos cuánto dura en Pamplona», opina al teléfono el propietario del local donde el goleador dedicó una tarde a firmar autógrafos a la clientela, «a más de 300». Se pone al teléfono el hijo del carnicero, Sergio, que reconoce lo buen amigo que es el futbolista, al que conoció trabajando en un Decathlon. Chimy y Sergio se escapaban a Biescas y Benasque a cazar jabalíes y corzos. «El último año prefería solo pescar  en el río Gállego».

El ojo puesto en el Metropolitano

La noche de este sábado (21 horas) será objeto de muchas miradas en el Wanda Metropolitano. Su meteórica eclosión ha despertado el interés de varios clubs para el mercado de invierno, aunque desde Pamplona se sostiene que no se moverá de El Sadar. La cláusla: 25 millones de euros. La claúsula ética de este jugador que quiere vivir del fútbol hasta los 40s: «Tengo 4 años de contrato. Mi cabeza está en la salvación y aportar lo mejor a cada partido. No digo el futuro porque no soy adivino», se sinceró este jueves en Radio Euskadi.

En la semana en que el club rojillo celebra el centenario con escudo rediseñado, Chimy  sonríe, enroscando la lengua entre los labios (como a veces muestra en Instagram), al atender a la lluvia de elogios  desde los vestuarios, las salas de prensa y las tertulias. Chimy, Tximist, es el rojillo que mejor plasma la idea de Jagoba Arrasate. «Soy de correr, luchar. Disputo cada balón como si fuera el último. Cada gol es la comida de mi hija». 

Ha gritado seis veces gol con llamativas celebraciones. Galopa hacia la grada, se ajusta los pantalones en las ingles y muestra sendos tatuajes en los muslos mientras se amontonan los compañeros en una melé orgiástica. «Es como jugaba de pequeño en la calle, arremangando el pantalón, sin camiseta», explicó sobre el peculiar gesto. El increíble Ávila saluda a lo soldado, dedicatoria para sus hijas que le apodaron el Comandante. Buen ojo el de las criaturas para el guerrillero de rostro indígena, dulce adolescente Ernesto Che Guevara.

Son sus hijas, Eluney y Soemi, las dos caras tatuadas en los cuádriceps. No son las únicas en el paisaje grabado en la piel. En la espalda, una guerrillera con un revólver, podría ser su madre, -«una gran luchadora»-, envuelta por un paisaje paradisiaco dominado por una familia de leones y un cocodrilo en las lumbares. Las palabras 'Love' y 'Life' adornan otros rincones. Sobre el pecho, el nombre María, su esposa.

La pasión por su familia está  entrelazada con la futbolística. «La vida me ha golpeado, salí de muchas batallas», se desnudó en una entrevista en la que relató que renunció al fútbol dos años al enfermar su hija mayor. El episodio reforzó su sentimiento religioso. En la pantalla de su ordenador, una foto con el papa Francisco, un hincha del copón del San Lorenzo de Almagro, el club del que salió el futbolista. 

Chimy Ávila por fin es buscado por la prensa argentina, como diario 'Olé' y Radio Belgrano. Fue en esta emisora donde explicó que El Sadar es como una cancha argentina, que aún no ha podido conocer a Messi, que sueña con la albiceleste y que el entrenador más determinante en su carrera fue Rubi, de cuando subieron con el Huesca a Primera.

La liturgia tanguera

La foto del Chimy Ávila compartiendo mate en el vestuario con Facundo Roncaglia y Pervis Estupiñán recuerda a la complicidad de Messi, Suárez y Griezmann en el rito de chupar la pipa. El futbolista de Osasuna tiene otro hermano futbolista, e  invitablemente rescata a los Milito. El mayor de los Ávila, Chimy venera al pequeño Gastón (17), central de Boca Juniors y de la selección argentina sub-17. 

Separados por el Atlántico, Twitter e Instagram les sirven para enviarse mensajes, prometerse dedicatorias. Chimy animó a Gastón tras una grave lesión de rodilla. Hoy celebran los goles del 9.

Mañana, Dios dirá.