FUTBOLISTA DE LEYENDA

Un asesino llamado Pepi

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Rafael Tapounet

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Hace falta tener un instinto asesino muy desarrollado para llegar a sembrar el terror con un nombre como Pepi. En los turbulentos años 30 y 40 del pasado siglo, la sola mención de ese nombre, Pepi, provocaba espasmos de miedo entre los más recios defensas de los equipos centroeuropeos. Josef 'Pepi' Bican era un depredador nato, un futbolista de área tan compasivo como un prestamista nazi. La Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) lo reconoce como el artillero más mortífero en la historia de las ligas europeas, con 518 goles en 341 partidos. Nadie, ni siquiera Pelé, considerado el máximo anotador de todos los tiempos, supera su promedio de más de un gol y medio por encuentro.

Pepi Bican sigue siendo hoy, 80 años después de su asombrosa epopeya rematadora, el capítulo más brillante en la azarosa historia del Sportovní Klub Slavia Praga, el próximo rival del Barça en la Champions. En el 2013, con ocasión del centenario del nacimiento de su jugador más legendario, el club praguense organizó un gran acto de homenaje (póstumo; Bican había muerto en el 2001) que incluía un partido con el archienemigo ciudadano, el Sparta. Los aficionados locales desplegaron dos grandes mosaicos. En uno de ellos figuraba la leyenda "Pepi Bican. El hombre más grande del Slavia". En el otro, un retrato de Chuck Norris y la frase "¡solo Bican marcó más goles que yo!".

Infancia en Viena

Nacido en 1913 en una humilde familia de origen checo residente en un barrio obrero de Viena, Josef creció jugando con una pelota hecha de trapos. Descalzo, porque sus padres no podían permitirse comprar unas botas. Eso le proporcionó una habilidad especial para controlar el balón que, unida a su velocidad olímpica (corría los 100 metros en 10,8 segundos) y a su hambre de gloria, le garantizó un puesto entre los mayores talentos futbolísticos de su generación.

Militó en los tres mejores equipos de Viena, el Hertha, el Rapid y el Austria, y formó parte de la maravillosa selección austriaca –el 'Wunderteam'- que en 1934 se paseó por el Mundial de Italia hasta que las triquiñuelas de los anfitriones la apearon en una controvertida semifinal (el árbitro del partido cenó con Mussolini en la víspera del choque). Pero tras el Anschluss de marzo de 1938, Bican se negó a jugar para la Alemania nazi y emigró a Checoslovaquia, donde pasó sus mejores años vistiendo la camiseta rojiblanca del Slavia Praga. Su asombroso registro de 395 goles en 217 partidos con el conjunto 'sesivaní' justifica sobradamente el estatus de leyenda del que aún hoy goza entre la hinchada del club.

El cambio de residencia, sin embargo, resultó funesto para su carrera internacional. Un problema burocrático impidió su participación en el Mundial de 1938 con la selección de su nuevo país y para cuando el trámite administrativo estuvo resuelto, Checoslovaquia había dejado de existir y el Reichsprotektor nazi Reinhard Heydrich se paseaba por Praga en un Mercedes descapotable. Pepi Bican se desquitó a su manera: en noviembre de 1939, formando parte de un combinado del Protectorado de Bohemia y Moravia, se enfrentó a Alemania y anotó un 'hat trick' (el encuentro finalizó con empate a 4).

Enemigo del régimen

Tampoco le fue mucho mejor con las autoridades comunistas que a partir de 1948 rigieron los destinos de Checoslovaquia. Tradicionalmente asociado a las capas más acomodadas de la sociedad praguense, el Slavia era visto con suma suspicacia por los nuevos gobernantes, que sentían mayor afinidad con los orígenes obreros del Sparta y que promovieron la creación del Dukla, el club del ejército checo. Con su negativa a afiliarse al Partido Comunista de Klement Gottwald, Bican se convirtió en enemigo del régimen, que lo denigró públicamente acusándolo de ser un "burgués austriaco" y forzó su salida del Slavia y su ingreso en el modesto Zelezárny Vítkovice, el equipo de la industria acerera de Ostrava.

Con 40 años cumplidos, Pepi regresó al Slavia (rebautizado como Dynamo por las autoridades) en 1953, antes de colgar las botas tres años después. Despojado de la posibilidad de trabajar para la administración por su condición de desafecto, se ganó la vida conduciendo autobuses y alimentando a las fieras del zoo de Praga, hasta que, tras la Revolución de Terciopelo de 1989, su figura fue reconsiderada y empezaron a sucederse las lisonjas y los homenajes. Murió el 12 de diciembre del 2001 y sus restos reposan en una tumba del cementerio Vysehrad de Praga en la que nunca faltan las flores. Blancas y rojas.