MUNDIALES DE GIMNASIA

El prodigioso regreso de Roxana Popa

Roxana Popa, en acción, durante la clasificación por equipos del Mundial de Stuttgart

Roxana Popa, en acción, durante la clasificación por equipos del Mundial de Stuttgart / periodico

Luis Mendiola

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"El deseo se transforma en dedicación. La dedicación se transforma en poder".

El lema que guía la vida de Roxana Popa, 22 años, explica en gran parte la razón que sea uno de esos casos excepcionales que suelen darse, de tarde en tarde, en el mundo del deporte. Hace apenas ocho meses se ganaba la vida como profesora de baile. Al tiempo ejercía de monitora con niñas pequeñas en su club, Los Cantos Alcorcón. Su carrera como gimnasta parecía solo un borroso recuerdo. Ahora protagoniza un retorno prodigioso a la élite, que difícilmente podía imaginar. Este domingo estará en una de las finales por aparatos de Mundial de gimnasia en Stuttgart, compitiendo con el fenómeno Simone Biles, convertida en una de las ocho mejores del mundo en la especialidad de suelo, después de ayudar al equipo español a asegurar una plaza para los Juegos de Tokio del próximo verano.

 “Estos días cuando estoy en la competición y tengo que estar centrada, lo llevo con normalidad”, explica Roxana en conversación telefónica con este diario desde Stuttgart. “Pero si lo pienso un poco, siento que es una locura. Me digo: ‘ostras, espérate, ¡qué acaba de pasar’!

 Afincada en España desde los seis años, tras emigrar con su madre desde Rumanía, Roxana era una firme promesa de la gimnasia española. A los 16 años acabó sexta en los Campeonatos de Europa. Una operación de codo y tres de la rodilla derecha, entre el 2015 y el 2017, para reparar una rotura del ligamento cruzado anterior truncaron de forma prematura una carrera que generaba grandes expectativas.

Una pequeña llama

“Después de mi segunda operación, en el 2016, poco antes de los Juegos Olímpicos, cuando creía que se había solucionado, volví a recaer. Pero cogí aire y pensé: ‘si no es Río, será en Tokio. Pero luego todo ya fue cuesta abajo y perdí la esperanza”, recuerda.  Sus propios médicos le recomendaron que lo dejara. Que no podía castigar más sus rodillas con más saltos y dobles mortales. Que su musculatura no aguantaría.

“Fue un momento muy duro, sobre todo porque no fui yo quien decidió la retirada. Y ahora soy feliz por haber llevado la contraria a mi cirujano. Donde hubo fuego, aún quedaba una llamita sin apagar. Mi pasión por el deporte seguía viva. Si esto no me encantara, si no me gustara competir en la élite, hace tiempo que lo habría dejado y estaría siguiendo el Mundial por la tele”, afirma.

Roxana no asumió nunca su adiós y su íntima amiga Raquel García, la directora del club Los Cantos Alcorcón, fue responsable de avivar la llama. “Todo el mundo se le vino abajo y tenía que empezar una vida que no tenía planteada”, explicaba Raquel no hace mucho en Teledeporte hablando sobre el sorprendente regreso de la gimnasta. Fue ella la que le planteó volver a prepararse físicamente, después a entrenar y, finalmente, a formar parte del equipo en la Liga Iberdrola, una competición a nivel nacional. La rodilla le respondía y, de repente, todo se aceleró. Hace tres meses la animaron a apuntarse en todas las pruebas del Campeonato de España, donde fue cuarta y eso le abrió otra vez las puertas de la selección.

 “Roxana respira gimnasia. Está en su ADN. Y es un muy terca, una cabezona. Después de vivir un rosario de despropósitos, es asombroso lo que ha conseguido”, admite la seleccionadora Lucía Guisado para poner el acento en la pasión que la ha empujado hacia sus objetivos.

Romper la última barrera

“Aparte de la felicidad que supone, esto tiene un componente muy especial para mí, porque he roto la última barrera, he visto que las cosas pueden salir bien. He dejado atrás las dudas y he recuperado toda la confianza”, cuenta Roxana que admite que está disfrutando como nunca de este Mundial. “Lo estoy saboreando todo, lo vivo de otra manera. Lo celebramos todas cantando en la furgoneta del equipo”, cuenta la gimnasta madrileña, que admite que el primer pensamiento, ya en soledad, fue para su abuela fallecida hace dos años. “Quería que siguiera luchando para recuperarse y la chantajeaba un poco emocionalmente, diciéndole que entonces yo iría a los Juegos”.

"Soy feliz. He roto la última barrera, he visto que las cosas pueden salir bien. He dejado atrás las dudas y he recuperado toda la confianza" (Roxana Popa)

La paradoja, además, se da en la prueba en la que ha logrado la clasificación: en suelo, especialidad en la que el impacto en la rodilla es superior. “La rodilla se me va aún en algún momento. Pero no me causa dolor, aunque ha sido otra complicación porque tenía que volver a conocer mi cuerpo, saber que significa cada sensación”, explica. “Pensar que no podía hacer salto era algo que me comía por dentro, porque es el aparato que más me gusta, es el elemento que mejor te reflejas”, desvela.

Ahora metida en plena vorágine de la competición, su espíritu inconformista la sigue empujando. Roxana Popa afrontará la final de suelo decidida a presentar batalla. “Teniendo en cuenta que en la competición todo puede pasar, ¿por qué no ser ambiciosa? Ese es el problema conmigo. Siempre quiero más. Si estoy en una final, no me vale solo con hacerlo bien”, afirma, plenamente consciente de que tendrá que pelear, entre otras, con Simone Biles. “No sé de dónde ha salido y qué se le ocurrirá inventar”, concluye más desde la admiración que dese la competitividad.

"Chapeau para Roxana", dice la seleccionadora

<span style="font-size: 1.6rem;">La gimnasia española está de enhorabuena. Los dos equipos regresarán a una cita olímpica en Tokio. El masculino no estuvo en Río 2016 y la del femenino se remonta a Atenas-2004, aunque a nivel individual sí hubo representación hace cuatro años en Brasil (Ray Zapata, Néstor Abad y Ana Pérez).</span>