Una confesión conmovedora

El peor revés de Paula Badosa

La joven tenista catalana relata su lucha contra la ansiedad y la depresión que dejaron estancada su prometedora carrera

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Rafael Tapounet

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A sus 21 años, la tenista catalana Paula Badosa sueña con verse entre las 10 mejores raquetas del circuito. Puede parecer un anhelo algo presuntuoso si se tiene en cuenta que en la actualidad ocupa el puesto 116 en el ránking, pero en los últimos meses Badosa ha superado un reto bastante más complicado que ese: ha recuperado la ilusión por competir después de haber tocado fondo. "He sufrido ansiedad y depresión. Tenía miedo a salir a la pista. No tenía ganas de hacer nada, ni personal ni profesionalmente", explica con franqueza conmovedora en un vídeo que ella misma acaba de hacer público con la ayuda de LaLiga Sports.

Como la medallista mundial en remo Anna Boada y la plusmarquista española de lanzamiento de disco, Sabina Asenjo, que acabaron abandonando la competición. Como el maratoniano Javi Guerra. Como Andrés Iniesta y Álex Abrines. Como tantos otros. Paula Badosa se une a la lista cada vez más amplia de deportistas de élite que han decidido mirar de frente a su sufrimiento y hablar de ello sin tapujos, aunque eso suponga romper un tabú construido a partir del miedo al estigma.

La gran esperanza del tenis español

Nacida de forma accidental en Nueva York y residente en Begur, Paula Badosa se convirtió en la gran esperanza del tenis femenino español cuando en el 2015, con solo 17 años, se proclamó campeona de Roland Garros en categoría júnior, fue convocada para jugar la Copa Federación y recibió una invitación para disputar el Masters 1.000 de Miami, donde llegó a superar tres rondas. Pero las expectativas generadas acabaron devorándola cuando dio el salto al tenis profesional. Los problemas físicos y la falta de resultados fueron minando su confianza y su autoestima hasta dejarla sin defensas.

"Estuve con especialistas para que me ayudaran a salir de ahí –explica en el vídeo-. No tenía ganas de hacer nada, perdí la ilusión de jugar a tenis, no disfrutaba cuando iba a competir. Al revés, sentía presión, obligación y miedos que me hacían no querer entrar en pista". Badosa no encontró el camino de salida hasta que se cruzó en su vida el entrenador Xavier Budó. Pero el proceso de recuperación no iba a resultar sencillo.

"Paula era un juguete roto. Creía muy poco en ella misma como tenista y estaba en un túnel muy oscuro", apunta Budó, que relata que, en aquella, época Badosa se pasaba llorando dos horas al día. Ahora, cuando llora, es de felicidad, y por logros que entonces tal vez le parecían insignificantes. "Cuando pasé la calificación de Australia me puse a llorar, y para mí, que siempre quise ganar un Grand Slam, eso era impensable. Ahora valoro todo mucho más, por el esfuerzo que me ha costado".

Cambiar de vida

A la tenista de Begur le faltan palabras para explicar lo mucho que ha significado encontrar a alguien que, como Budó, sí creía en su enorme potencial. "Necesitaba tener a alguien al lado que confiara en mí aun estando mal, porque eso te da algo de seguridad". Pero ese era solo el primer paso. Hacía falta cambiar más cosas. "La forma en que yo vivía quizá no era la adecuada. Tenía que cambiar mi estilo de vida, ser más profesional en detalles como la alimentación o el entrenamiento diario. Parece fácil, pero, a veces, cuando entras en la pista tienes momentos de ansiedad, de miedos, que te hacen distraerte. Así que empezamos a intentar dejar esas cosas fuera de pista".

Paso a paso, los resultados empiezan a ser visibles. Este mismo mes, Badosa ha llegado por primera vez al cuadro final de Wimbledon. Budó insiste en que en estos momentos las sensaciones son más importantes que las victorias y que harán falta todavía un par de años de "paciencia y trabajo" para empezar a recoger frutos más apetecibles. La tenista catalana sabe que no hay título comparable a la alegría de jugar. Y ahí ya va ganando.