El Liverpool cumple con la formalidad ante el Oporto

El Liverpool, muy lejos de la brillantez que exigirán otros envites venideros, resolvió su visita a Oporto con la solvencia y suficiencia con la que se cumplimenta un trámite, más de la merecida por el juego en la primera parte, y con el castigo mínimo para afrontar con garantías lo que tiene por delante, lo primero una semifinal muy esperada ante el Barça, la medida definitiva de dos máximos aspirantes.

Será en medio de una batalla encarnizada por la Premier League ante el Manchester City de Guardiola, camino a unas puntuaciones históricas, y Klopp se dejó llevar por la superioridad de la ida, más en el juego que en el marcador (2-0) y presentó rotaciones intencionadas, orientadas a ser un equipo veloz y vertical. Cambió a Firmino por el poderío físico de Origi e introdujo a Wijnaldum y Milner en el centro del campo, una reminiscencia de la temporada pasada que le aportó la sobriedad de la veteranía para sujetar el equipo en el complicado inicio.

Sérgio Conceição también varió respecto a la ida, con un once más equilibrado para atacar, con Corona y Brahimi para secundar a la referencia Marega, y para mantener una presión fuerte en zonas de peligro que incomodaron al Liverpool en un inicio intenso y vigoroso que le duró al Oporto hasta que el gol visitante.

Vendaval inicial del Oporto

Corona lideró una ofensiva total de los portugueses, desde el inicio, con combinaciones verticales, centros al área, una visceralidad total y una presencia constante en el área de un Liverpool que no hizo más apuesta que el balón largo, cuando no tenía que quitarse de encima la pelota, en busca de un gol a la contra que sentenciara la eliminatoria.

Lo consiguió en su primera proyección en ataque, casi a la media hora, en una jugada embarullada terminó en gol de Mané, tras la intervención de Salah, concedido tras una revisión de VAR que dictaminó la legalidad por milímetros.

Sin una ocasión clara en sus innumerables llegadas al área rival, el tanto del Liverpool le llegó al Oporto como un puñetazo a la mandíbula. El equipo portugués perdió la sensación de peligro en ataque, dejó de incomodar y se deshilachó velozmente hasta desaparecer por completo del partido.

Trámite con goles

Tras el descanso entró Firmino en el Liverpool y Tiquinho Soares en el Oporto, dos delanteros que no cambiaron el destino del partido: una travesía penosa de los portugueses, sin opciones ni capacidad, y un trámite para los de Klopp, con la intensidad justa para mantener controlado a un rival que no aguantó más que un golpe.

El Oporto bajó los brazos definitivamente, sin más que el orgullo como argumento para buscar un gol que volvió a caer del lado del Liverpool, muy cómodo en el partido, sin competencia para controlar el juego, gracias a un pase en profundidad de Alexander-Arnold que convirtió Salah, ante Casillas, con la eficiencia que caracterizó su temporada pasada.

En su particular travesía por el desierto, el Oporto encontró un gol en en balón parado, gracias a un cabezazo soberbio de Militao, futuro jugador del Madrid; a la salida de un córner.

Con la eliminatoria más que resuelta, Klopp dio descanso a sus laterales titulares, aprovechó para dar minutos a Joe Gomez, de vuelta tras una larga lesión y buscó seguir propiciando ocasiones para sus atacantes entre la fragilidad del Oporto. Mané tuvo una muy clara, tras regatear a Casillas, pero el que consiguió el tercer gol fue Firmino, tras un buen centro lateral de Henderson que remató con comodidad, sin apreturas, atacando el área pequeña.

Ya en las postrimerías, Van Dijk puso de cabeza el cuarto, un resultado muy contundente para el juego de un Liverpool que está acreditado para todo en esta Liga de Campeones.