EL ORIGEN DEL DEPORTE FEMENINO

El frontón: la cuna de las primeras deportistas profesionales

Raquetistas profesionales en los años 30

Raquetistas profesionales en los años 30 / periodico

Olga Pereda

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Las primeras deportistas profesionales de la historia fueron las raquetistas. Unas pioneras en los frontones del siglo pasado, armadas de una raqueta por herramienta y una pelota de cuero. Desde esa imagen rescatada del blanco y negro, que ha dado lugar recientemente a una novela ('El silencio de Clara Lyndon') y un documental ('Raquetistas.Antes y ahora'), emerge en colores la de las actuales pelotaris con Maider Mendizabal en el podio en un universo de 'txapelas'. 

Más allá del fútbol, todo el deporte femenino está luchando por encontrar su sitio. Y parece que, por fin, tienen de su lado a los espectadores. Y a la prensa. El pasado enero, 48.100 espectadores llenaron el estadio de fútbol San Mamés. No acudieron a ver al idolatrado y masculino Athletic sino al equipo femenino del club, que se enfrentó con las jugadoras del Atlético de Madrid. La masiva concurrencia convirtió en histórico al partido. Mucha prensa internacional, como el 'Washington Post', se hizo eco.  La cifra supone el mejor dato de asistencia a un partido femenino en Europa y el segundo mejor del mundo, solo por detrás del encuentro entre Monterrey y Tigres, en México. 

Esta batalla deportiva no nace ahora. Las primeras mujeres que se metieron en un terreno ultramasculino eran niñas de origen humilde. Llevaban una raqueta en sus manos. Y una pelota de cuero. Eran valientes, orgullosas y leales. Muchas procedían de Euskadi. También de Madrid y Barcelona. Solo había dos días al mes en el que no jugaban (coincidiendo con su menstruación). Eran las raquetistas, las “señoritas pelotaris” que empezaron a abrirse paso en los frontones de toda España en los años 20. Continuaron jugando en la guerra civil. Y en la posguerra. Cuenta la leyenda que, bien entrado el franquismo, el general Moscardó (delegado nacional de Deportes) aseguró que el frontón las dejaba estériles. Lo cierto es que la dictadura puso en la diana el juego y las apuestas -el frontón movía cantidades inmesas de dinero- y se dejaron de conceder licencias. Finalmente, en 1980 las raquetistas dejaron de jugar.  Y cayeron en un injusto olvido. Hasta ahora.

Negocio por las apuestas

Acaba de llegar a las librerías una novela que homenajea a las primeras deportistas profesionales españolas. 'El silencio de Clara Lyndon' (Ediciones B) es un libro de ficción basado en hechos reales. Su autora, la periodista donostiarra Elene Lizarralde, entrevistó a una decena de raquetistas (y a sus familiares). Todo lo que le contaron le ha servido para construir la historia de una joven fichada en la posguerra para jugar como raquetista profesional en los frontones de toda España.

En los años 20 del siglo pasado el empresario vasco Ildefonso Anabitarte y otros hombres de negocio olieron la posibilidad de hacer dinero con el deporte femenino. Ficharon a varias mujeres para jugar como pelotaris en los frontones de Madrid y Barcelona, entre otras ciudades. En 1929 Anabitarte fundó el frontón Madrid, que era exlcusivo de mujeres, explica Jon Juanes, autor del documental 'Raquetistas. Antes y ahora' y comisario de una exposición sobre las pelotaris.

Apenas eran unas niñas. Tenían poco más de 15 años. Dejaron sus casas, su tierra, sus familias y sus raíces y comenzaron a jugar de manera profesional por toda España. También en Cuba y México, donde eran recibidas como auténticas estrellas. “Las que eran buenas consiguieron ganar mucho dinero. Mantuvieron a sus padres. Y después, cuando se casaron, mantuvieron a sus maridos y sus hijos. Jugaban por necesidad. Para ganarse la vida. Eran de cuna humilde y vivieron en la época del hambre”, cuenta Lizarralde. Jon Juanes añade que Paula Lamarain, raquista de Eibar (Guipúzcoa) que dominó los frontones en los años 40, se casó con un futbolista valenciano y llegó a ganar bastante más dinero que él.

"Ladronas y putas"

 Fueron muy populares y la prensa deportiva se volcó con ellas. En México, incluso, había revistas especializadas en las raquetistas. "En 1943 había en España 1.432 licencias de pelotaris, de ellas 734 eran de mujeres y el resto, de hombres. Y en 1944, el dueño de un frontón en Tenerife, que era también propietario de una tabacalera, sacó al mercado una colección de cromos de raquetistas. Eso da idea de su popularidad", explica Juanes.

Las raquetistas -que jubagan en equipos de dos- triunfaban entre el público gracias a las apuestas. Los frontones movían muchísimo dinero. Cuenta la autora de la novela 'El silencio de Clara Lyndon' que a veces también las abucheaban y las acusaban de amañar el partido. A ellas les molestaba mucho que las llamaran putas. Pero lo que más les enojaba era escuchar en la grada gritos de “ladronas, ladronas”

Algunas raquetistas tuvieron largas carreras profesionales, hasta de 35 años. Otras aprovecharon el dinero ganado para formarse y terminaron convertidas en peluqueras, farmacéuticas o empresarias. Algunas no tuvieron hijos. Y otras, siete. “Fueron las pioneras del deporte femenino profesional. Pero no eran conscientes de estar haciendo historia”, concluye Lizarralde, por cuya novela ya se han interesado dos productoras audiovisuales.

Ser pelotari en el siglo XXI

Tampoco es consciente de estar haciendo historia Maider Mendizabal, la eterna pelotari de Anoeta (Guipúzcoa). Empezó a jugar con siete años en el club de su pueblo, donde se enfrentaba a los chicos. Y los ganaba. Hoy tiene 42, es madre de tres hijos (uno de ocho años y mellizos de dos) y sigue en activo, en la élite mundial del deporte. Ha ganado cuatro Oros mundiales. Eso sí, nunca se ha metido un euro en el bolsillo gracias al frontón.

Licenciada en Educación Física, Mendizábal es pelotari porque quiere. Porque le apasiona. Porque es su vida. El sueldo no lo consigue de la pelota sino de la empresa de desarrollo personal que montó con el sugerente nombre de Y si yo me reto. Jamás ha consentido que ningún hombre deportista la mire por encima del hombro. “No me entra en la sesera que alguien me diga que por ser mujer no puedo jugar a pelota. Nunca lo he permitido. Yo sé jugar. Y soy muy buena. A un tío no se le piden credenciales. A nosotras sí. Pero yo el primer día pongo firmes a todos. Nunca he consentido que me sugieran que deje el frontón ahora que soy madre. Muchas veces somos nosotras las que nos ponemos barreras. Yo he ido campeonatos y he pedido tiempo en el partido para darle la teta a mi hijo. ¿Qué pasa? El deporte femenino siempre ha estado ahí, ahora parece que interesa a los medios. Hay leyes feministas y me alegro. Pero todo esto no vale de nada si la conciencia de la gente no cambia”, explica Mendizabal.

Frustración y resurgir

Aunque empezó a los siete años, la eterna pelotari -que ha practicado todos los deportes, incluido el fútbol y el piragüismo- comenzó a frustrase a los 15 años, cuando vio que a pesar de tener una técnica excelente con la paleta de madera y la pelota de cuero su fuerza no era comparable con la de los chicos. “Mandé a la mierda todo. Lo dejé”, recuerda. Uno de sus entrenadores, sin embargo, la animó a seguir enfrentándose con chicas en lugar de varones. Su pasión renació. Y con 16 años se marchó a Argentina, a participar en su primer mundial. Quedaron las terceras, un auténtico subidón. Había nacido una leyenda del deporte femenino.