historia azulgrana

Salvador Grau, el protector de las cuatro barras en el escudo del Barça

La retirada de las medallas a Franco llega justo cuando se cumplen 70 años de que el directivo consiguiera la restitución de la 'senyera' en el emblema del club

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Frederic Porta

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Días atrás, en vísperas del juicio en el Tribunal Supremo por el 'procés', el Barça anunciaba la retirada de las dos medallas concedidas en su día al general Franco. De nuevo, volvían a palestra las difíciles relaciones que el club había sostenido con la dictadura, profusamente recogidas en amplia literatura. Entre los múltiples episodios de tensión o resistencia registrados a lo largo de cuatro interminables décadas, este año se cumplen 70 años exactos desde que el Barcelona recuperara las cuatro barras denegadas en su escudo. Y lo hizo gracias a un perdedor de la guerra, un tarraconense republicano llamado Salvador Grau Mora que le echó astucia y arrojo a su propuesta.

Arrancando muy atrás en el tiempo, la refundación realizada por Hans Gamper en 1908 despertó siempre las sospechas de las autoridades. El empeño en convertir al Barcelona en embajador deportivo del catalanismo pujante provocó recelos abiertamente expresados, por ejemplo, durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), cuando papeles oficiales definían sin disimulo a la entidad como “nido de separatistas” o la pitada a la 'Marcha Real' de 1925 provocaba una furibunda reacción represiva, con prohibición de toda actividad durante seis meses.

Los colores de la 'senyera'

En vuelo rasante y supersónico por la historia, la victoria de los golpistas en la guerra civil provocó que idearan otro ajuste de cuentas, consistente en convertir el Barça en el España y cambiar sus colores a rojo y gualdo. Darse cuenta que esos eran también los colores de la 'senyera' disuadió a los ideólogos del frustrado desmán. Con Enrique Pyñeiro, marqués de la Mesa de Asta, convertido en presidente vigilante impuesto por los militares, el barcelonismo se salvó del cambio de nombre, aunque no quedó otro remedio que tragar con otras alcaldadas de los ganadores.

Recién iniciada la posguerra, por ejemplo, a algún genio se le ocurrió que las cuatro barras del escudo representaban una intolerable muestra de catalanismo y decidió cercenarlas hasta dejarlas en dos. La 'senyera' mutilada, así, como para disimular. La entidad había sido ya obligada a variar su denominación, pasando del demasiado sajón y vernáculo Futbol Club Barcelona, siempre según los que cortaban entonces el bacalao, a otro más racial y españolizante (?) 'Club de Fútbol Barcelona', denominación que perduró hasta noviembre de 1973 sin que nadie chistara.

Cuestión de barras

No quedó otro remedio que acostumbrarse al primer cambio registrado en un escudo desde la fecha de su creación, en el ya lejano 1910. Y aquí entra en acción Salvador Grau, todavía hoy figura desconocida para el gran público y salvado del ostracismo hace apenas cinco años por Manuel Tomàs, responsable del Centre de Documentació del club blaugrana. El mismo Tomàs, por cierto, que también 'descubriera' a Francesc Xavier Casals, el presidente del Barça durante la guerra civil del queEL PERIÓDICO publicó su inédito sumario de guerra semanas atrás.

De vuelta a Grau, nuestro hombre había nacido en Benissanet en 1912. Con apenas 19 años figuraba ya entre los fundadores del partido de 'L'Avi' Macià, Esquerra Republicana de Catalunya. Ya con Lluís Companys como presidente de la Generalitat, Grau ejerció cargos vinculados al departamento de Propaganda antes de coger el fusil y acudir al frente de batalla. Tras la derrota, pasó por el campo de concentración de Albatera (Alicante) y, recuperada la libertad, optó por un perfil bajo en lo político y muy activo en las labores de resistencia antifranquista.

Cuando Tomàs investigaba sobre su figura, recuperó una definición escrita sobre él por el periodista José Martí Gómez en 1980: “Desde 1954 a 1977, Grau Mora se convirtió poco menos que en el primer impresor clandestino del país, inundando Catalunya con los textos de 'Els Segadors', con las fotos de Companys y Macià y con todo lo que fuera historia prohibida de Barcelona”.

Tal vez le impulsó a esa tarea un primer triunfo personal obtenido en 1949, justo cuando el Futbol Club Barcelona celebraba sus bodas de oro bajo la presidencia de Agustí Montal Galobart, el presidente que dejó pasar algunos rayos de luz democrática entre las exiguas rendijas del franquismo. Salvador Grau logró convencer a Montal para que recuperara las cuatro barras del escudo con argumentos irrefutables, de esos que ni siquiera la autoridad puede rechazar por muy totalitaria que sea. Le presentó un diseño en el que se restituía la 'senyera' y ante las dudas de Montal, Grau recordó que también figuraban en la águila imperial franquista. Y como el régimen no cesaba de proclamar que todos los españoles eran exactamente iguales ante la ley, poco costaría convencerles de la absoluta legalidad de un símbolo que lucía en su propia parafernalia oficial. Dicho y hecho.

¿Derecho de conquista?

Al parecer, Agustí Montal aún recelaba cuando Grau le ofreció otro triunfo dialéctico. Si le preguntaban, podía responderles con pura retórica: “¿Acaso prohíben nuestra enseña por derecho de conquista?”. Un ya convencido Montal dio inmediatamente alas al cambio, con plena difusión pública de las cuatro barras de nuevo en el escaparate por simple política de hechos consumados. Al presidente nadie le dijo nada, pero Salvador Grau fue detenido y dio con sus huesos en el calabozo durante algunos días. Posiblemente le salvó ese anonimato mantenido en la acción de resistencia. Y desde entonces hasta nuestros días. La intervención franquista contra el escudo apenas cubrió finalmente la década de los 40.

Medallas para el dictador

Hablando de Montal, especialista en el arte de nadar entre dos aguas, también fue protagonista en otra distinción a Franco que habitualmente pasa desapercibida. Su propio hijo, Montal Costa, de perfil más catalanista, no tuvo otro remedio que entregar las distinciones al inquilino de El Pardo en 1971 y 1974, mientras que el patriarca de la saga, adinerado industrial del textil, hizo entrega de su propia insignia de oro y brillantes al general en una curiosa anécdota, también, prácticamente desconocida.

El 27 de mayo de 1951, el equipo de las Cinco Copas disputaba la final de la Copa en Madrid ante la Real Sociedad. Capitaneados por César, los 'blaugrana' ganaron sin problemas por 3-0 y en el palco, Montal, tal vez llevado por la euforia del momento o por el simple deseo de reconciliar a su club con el franquismo, se quitó del traje su distinción para imponérsela 'ipso facto' a Franco saltándose todo protocolo, mientras manifestaba que lo hacía en nombre del club. Meses más tarde, en octubre de aquel año, su propia junta directiva decidió restituir el regalo al presidente.

Por lo que respecta a Salvador Grau, logró su audaz propósito: el Barcelona volvió a lucir el escudo original, en forma de olla y creado por Santiago Femenía en 1910, durante las conmemoraciones por sus bodas de oro. Dedicado a las artes gráficas, prosiguió su cruzada antifranquista como editor clandestino en constante reivindicación de las señas de identidad catalanas.

Ya en democracia, Grau fue uno de los promotores del diario 'Avui' y candidato a senador por Nacionalistes d'Esquerra, además de luchar para la rehabilitación de la figura de Lluís Companys y por el monumento a Francesc Macià finalmente situado en la barcelonesa plaza de Catalunya.

Falleció a los 88 años alcanzado el año 2000 sin que el barcelonismo reconociera su jugada maestra. La que permitió recuperar dos simples barras rojas con enorme contenido emocional. Un pequeño (o gran) pulso simbólico ganado a la dictadura.