LA VÍA CATALANA DEL ÉXITO

El viaje de Sergio Alegre y Fèlix Sánchez a la gloria con Catar

"Hemos picado mucha piedra", dice tras ganar la Copa de Asia el técnico que simboliza la anónima ruta de los entrenadores catalanes

Sergio Alegre, ayudante de Fèlix Sánchez en Catar, posa con la Copa de Asia.

Sergio Alegre, ayudante de Fèlix Sánchez en Catar, posa con la Copa de Asia. / periodico

Marcos López / Joan Domènech

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Transitan casi siempre por carreteras secundarias hasta que la fuerza de su trabajo, silencioso y anónimo, acaba explotando. De pronto, se gira la vista hacia ellos, la mayoría exportando el método de la escuela catalana de entrenadores en cualquier rincón del planeta. De América a Asia pasando, por supuesto, por la vieja Europa, cuna de cruces de culturas futbolísticas.

"Me llamó Joaquim Hernández, el padre de Xavi, para entrenar al Alevín C del Terrassa, mi primer equipo", recuerda

Algunos, tipo Pep Guardiola, triunfan desde la autoridad y el carisma que les proporciona su enorme y exitosa carrera como futbolista, capaces como son después de sacudir la pétrea Bundesliga (nunca vieron en el Bayern jugar de forma tan pausada y controlada) o agitar la esencia de la Premier, que ha descubierto en su City un fenómeno paranormal que batió todos los récords de la tradicional Inglaterra.

Otros, en cambio, deben irse de casa, tal si fueran misioneros del balón. Sergio Alegre, ayudante de Fèlix Sánchez, el técnico que ha llevado a Catar al paraíso tras ganar la Copa de Asia en una actuación portentosa (siete partidos, siete victorias, 19 goles a favor y solo uno en contra), viajó desde Rubí a Doha. Llevaba 25 años “picando piedra” antes de colgarse la medalla de campeón asiático. Picando piedra no es una metáfora, ni mucho menos. Es una expresión literal.

Terrassa, Barça, Olot...

Probó antes a ser jugador de fútbol, pero su tope estuvo en los juveniles del Terrassa. Luego, le entró la llamada de la docencia. Pero no se movió del club. "En 1995 me pongo a entrenar en el fútbol-base del Terrassa. Joaquim Hernández, el padre de Xavi, me da mi primer equipo: el Alevín-C. No lo olvidaré nunca".

Desde entonces un largo y, a la vez, lento camino. Siempre lejos de los focos. Oculto en la pedagogía futbolística, disfrutando de esos seis años que fueron el punto de partida de una carrera sin horizonte mediático alguno. Luego, se marchó al fútbol-base del Barça, donde recorrió todos los escalones: alevines, infantiles, juveniles… Sin intuir, claro, que algún día acabaría en la final de una Copa de Asia.

Primero, analistas; luego...

Estuvo cinco años empapándose del idioma Barça. Por sus manos pasaron jóvenes de la generación del 90 (Bojan, Iago Falqué, Fran Mérida) y luego, girada la hoja del calendario, talentos de la del 91:  Montoya, Planas, Oriol Romeu, Marc Bartra, Ruben Rochina, Dani Pacheco…No vivía del balón, obviamente. Regresó al Juvenil A del Terrassa, luego un año sabático (o en el paro) antes de explorar otro nuevo oficio: analista durante dos temporadas en el Olot completando así esa sosegada formación que incluyó también un paso por el Jabac de Terrassa. Rubi también fue analista en el Girona y en el Barça, al igual que Domènec Torrent en el filial azulgrana. Primero análisis; luego, la práctica.

Estaba dirigiendo al Rubí en Primera Catalana cuando recibió la oferta de Catar. Tras más de 20 años pudo dedicarse profesionalmente al fútbol

Pero el fútbol te da y te quita. De pronto, Sergio se quedó sin nada. Hasta que le llamaron para sentarse en el banquillo del Rubí como segundo entrenador de Julià García en Tercera División. El equipo desciende y él asume el mando, ya en Primera Catalana. Obviamente, sin poder vivir del fútbol. Vivía de su trabajo en una empresa química. Profesional era su dedicación y entrega. ¿Su salario? No.

Hasta que un día Sergio recibió una llamada desde Doha. Era el 30 de octubre del 2016. ¡Como para olvidar ese día! Le acababan de ofrecer estar en el cuadro técnico de la selección sub-23 de Catar. Hizo las maletas y en enero del 2017 viajó a Catar. Seis meses más tarde, Fèlix recibió el reto de dirigir a la selección absoluta, compaginando ambos equipos. Y Sergio, a su lado.

En enero del 2018, se quedaron únicamente con la absoluta. Un año después, ambos tenían una "medallita" de campeones asiáticos colgando de su cuello. Pero poseen, además, algo que no habían recibido en estos últimos 20 años: el unánime reconocimiento a su abnegado, metódico y obsesivo trabajo. Como bromean ellos, se les ha ido (y para bien) de las manos. En cualquier campo de Catalunya, corren a diario y soportando el frío miles de niños detrás de la pelota, que rueda rápida sobre el césped artificial. Apenas quedan ya campos de tierra. Ahí anda trabajando ya el próximo Sergio. Hijos todos de la fértil escuela catalana.