ENTREVISTA AL ENTRENADOR DE KIPCHOGE

Patrick Sang: "El secreto es una buena relación con el atleta"

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zentauroepp46661103 sang190131160510 / DAN VERNON

Gerardo Prieto / Enviado especial

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Patrick Sang (54) recibe en su laboratorio humano de Kaptagat a reporteros de la Europa comunitaria en la que el patrocinador de su club NNRT tiene representación. Del 'training camp' situado a 2.400 metros de altitud y junto a los restos de un hermoso bosque del Rift Valley, salen los corredores de larga distancia más rápidos del mundo. 'El Filósofo' Eliud Kipchoge, plusmarquista mundial de maratón, el rey de la selva en el asfalto, lidera con naturalidad a los mejores.

Sang ganó la plata olímpica en los 3.000 obstáculos de los Juegos de Barcelona-92. Aun se atreve a trotar a cinco minutos el kilómetro durante 50 minutos por una sinuosa pista de ferralita que atraviesa un espeso 'bush'  de vegetación autóctona y colonial. De los que invitan a respirar por la nariz. Como entrenador, Sang eleva el listón de los 'mzungu' Colm O¿Connell, Gabriele Rosa, Renato Cánova, Claudio Berardelli, o el español Agustín Juan, ejemplos de una exitosa lista de técnicos europeos que siguen buscando en la cantera del Rift Valley lo que en el viejo continente ya no encuentran por culpa del 'soft life'.

El grupo de Kaptagat se alberga en cuatro sencillas estancias de bloque,  concreto y chapa, suficientes para una treintena de corredores, con un hostel solo para las chicas, cocina con cocinera, comedor, y un lavadero y tendedero de ropa y calzado. Anthony Maritim, ganador de la Zurich Marató de Barcelona en 2018, ejerce de 'President' y acaba de apuntar a Kipchoge  en la lista para limpieza del baño del próximo miércoles. Alrededor, campos de maíz en barbecho, vacas y decenas de niños que ya no caminan descalzos ni con los mocos colgando como antaño. “Kipchoge, Kipchoge”, recitan al paso del selecto grupo de corredores que tutela la empresa fundada en los años 80 por el explusmarquista de la hora Jos Hermens, tras completa su 'morning run' que empezó a las seis de la mañana y en ayunas.

El sencillo complejo deportivo de Kaptagat parece autosuficiente, con su particular 'shamba' o granja de frisonas lecheras y un huerto. Todo ello para consumo propio. El excedente se vende o se trueca, asegura Geoffrey Kamworor, triple campeón mundial de medio maratón.

Durante la entrevista con Patrick Sang en el colorido jardín que cuidan corredores y corredoras, tenemos que movernos para evitar  la picadura de las legionarias. Buscamos la sombra que proyecta el tanque de agua y las placas solares. Hasta hace dos meses carecían de agua corriente.

-Antes de ser devorados por las hormigas, cuénteme su secreto como entrenador. Altitud, estilo de vida, alimentación, motivación económica, todo cuenta. Para mí el secreto del éxito es una buena relación con el atleta. Necesito entenderle al cien por cien, saber qué es lo que le hace más rápido.- pondera coach Sang.

Eliud Kipchoge dice que usted es más que un entrenador, un padre para él. Sang sonríe para afirmar. No parece afectado por la responsabilidad de ser la persona más respetada en este privilegiado entorno.

- ¿Cómo sitúa ahora mismo la credibilidad del atletismo keniano? Hay una parte muy negativa en la cultura keniana, y de muchos otros lugares, por desgracia: la del atajo. Muy peligrosa, algunos quieren alcanzar el éxito rápidamente. Contra eso hay que potenciar la educación. Cuando brota el maíz debes cuidar de que la planta se haga fuerte, sobre todo al principio,  evitando cualquier contaminación. El tallo crecerá vigoroso y dará frutos cuando los tenga que dar. Son los atletas los que compiten, no el entrenador. Para mí es fundamental conocerlos desde el primer paso para saber lo que necesitan.

- 'Pole', 'pole', despacio, despacio,  su estilo parece muy keniano. Kipchoge lleva 15 años en la alta competición  y ahí sigue. Con el talento que hay en esta parte del mundo para la carrera a pié no sabrá dónde elegir. Todos parten de cero, créame. Lo que cuenta es la educación y el desarrollo del atleta,  el tallo fuerte del maiz.

La madre de Kipchoge fue maestra de escuela. Su hijo lee antes de dormir, si no está reventado por la tirada de 30 kilómetros. Sang muestra orgulloso algunos mensajes de sus hijos estudiantes. Uno becado en Australia y el otro en Estados Unidos.

-Países en los que abunda el soft life, como usted lo define. Imagino que habrán elegido otros deportes, menos agónicos, más populares. Les gusta el fútbol. El australiano es fan del Barcelona. Ellos han elegido sobre todo estudiar, como hice mientras entrenaba y competía, a veces cada tres días. No era fácil…

"Barcelona 92  es la mejor experiencia deportiva de mi vida, sin ninguna duda"

-Su trabajo fructificó en Barcelona, supongo ¿Qué recuerda de su éxito en el 92? La mejor experiencia deportiva de mi vida, sin ninguna duda. Tengo un recuerdo muy bonito y muy fresco. Cuando estábamos acabando la vuelta de honor con Mathew Birir y William Mutwol -los tres kenianos ocuparon el podio en Montjuïc- escuché una voz que me llamaba desde la tribuna, ¡Patrick Sang!, ¡Patrick Sang! Nunca había estado en una competición en la que el público animó y gritó tanto como en Barcelona, pero aun así podía escuchar mi nombre.

-A veces el cliché de pasionales se cumple, ¿quién le llamaba? Mi entrenador, James Blackwood. Feliz como nunca le había visto, a punto de saltar a la pista.

-Lo puedo imaginar, yo estaba allí ese día. A Mathew Birir lo pisaron con los clavos y no se tenía en pie. Le ayudasteis a dar la vuelta de honor. ¿Tu entrenador te  conoció también siendo todavía un cachorro? Sí, un buen día de 1982. Estaba en la escuela de Kapsisiwa y me llamó el superior. El superior solo llamaba por una causa importante, las más veces grave. Me temblaban las piernas. Allí me esperaba James Blackwood, el 'coach' de la universidad de Texas ofreciéndome una beca de estudios, con su divertido acento texano.

-Diez años de trabajo y lejos de su familia para alcanzar una medalla olímpica, ¿Cómo lo soportó? Hay que arriesgar si quieres descubrir lo lejos que puede estar tu meta, como hizo Cristobal Colón, como hace Eliud Kipchoge.