Joan Oliver, 'biopic' del año

Tele, periodismo, política, fútbol, espías, dinero, más dinero y un sonado debacle económico-deportivo. Si lo que buscan ahora las teles es una buena trama, aquí tienen una fascinante historia real,  los últimos 20 años de Joan Oliver, algo más que un periodista: dirigió TV-3, el Barça y hundió al Reus.

La historia de Joan Oliver i Fontanet (Barcelona 1995) podría empezar en 1996, año en el que aterriza en 'Bon dia, Catalunya' como encargado del 'recull de premsa'. Con los años pasa a presentar y dirigir el matinal de TV-3, lo que le permite codearse, vía entrevistas, con la clase política. Una relación en la que mostró un marcado interés por los postulados convergentes: presidió la<strong> Fundació Catalunya Oberta</strong>, del que también formaron parte Vicent Sanchis, Enric Canals, Jordi Oliva, Núria Llorach, Quim Torra… Hasta que su impulsor, Lluís Prenafeta, la cerró en el 2017, tras el caso Pretoria.

Joan Oliver, una gestión en fuera de juego

Su buen hacer profesional, y quizás también su buena sintonía política, hace que en marzo del 2002 salte del 'Bon día..' a la dirección de TV-3, cargo en el que el grueso de la cadena pudo conocer su peculiar tarannà. «Un déspota», según sus enemigos. «Es peculiar», dicen lo más contemporizadores. Pero todos están de acuerdo en que era el típico «elefante en cacharrería: maleducado, de trato poco elegante, aunque en el fondo no es mala persona. El problema era sus formas y su manera de afrontar las situaciones delicadas, que provocaba que fuese un pésimo negociador…». También coinciden que tenía un gran empuje, y de su etapa en TV-3 destaca la puesta en marcha definitiva del canal 3/24, «pero encadenaba ideas brillantes con la decisiones más desastrosas», apuntan.

"Oliver es maleducado y de trato poco elegante, aunque en el fondo no es mala persona", dicen quienes lo conocen

Su etapa en TV-3 duró lo que CiU en el Govern. En el 2004, con el 'tripartit' en el poder, dejó la tele con pena «y también muy resentido», apuntan desde la cadena. Quizá fue ese resentimiento lo que le llevó a ser especialmente duro en sus relaciones con sus excompañeros desde el Barça de Joan Laporta, club al que llegó en el 2007 y en el que fue nombrado director general en el 2008 (con un sueldo de <strong>600.000 euros más variables en el 2009 </strong>. Se desquitó gracias a la complejísima guerra del fútbol entre Sogecable y Mediapro y que le tocó de rebote a TV-3: el Barça/Oliver le exigía más de 20 millones de euros por los derechos de emisión. Tiempos duros para TV-3: no podía ni entrar con cámaras en el Camp Nou.

Pero el estilo Oliver no se limitó  apretar a la tele. Como dicen sus excompañeros de TV-3, era «molt barroer» y proclive al desastre. Y eso pasó cuando puso en marcha en el 2009 una de sus ideas: él, y el por entonces jefe de seguridad del Barça (y expolicía) Xavier Martorell, supuestamente pagaron para espiar a los vicepresidente (y posibles sustitutos de Laporta) Joan Boix, Joan Franquesa, Rafael Yuste y Jaume Ferrer a Método 3. Sí, la misma agencia de detectives la conversación entre Alicia Sánchez Camacho y Victoria Álvarez, pareja de Jordi Pujol Ferrusola, en el restaurante La Camarga.

Oliver  lo negó («El Barça no espió a nadie, sólo protegía»), y el caso se cerró en el 2016: Oliver y  Martorell acordaron devolver al Barça <strong>120.000 euros</strong>,  cantidad «detectadas por investigaciones policiales» y que empleado en facturas «que nada tenían que ver con el club». 

Pero en el 2016 Oliver ya estaba para otras cosas: llevaba tres años al frente del Reus, era íntimo de <strong>Jorge Mendes</strong> (agente de <strong>Cristiano Ronaldo</strong>), tenía jugadores internacionales portugueses en el club y… Esto ya da para una segunda temporada de la serie