Paseo blanco en Cornellà

No eran muchos anoche los aficionados del Espanyol que se citaron en su campo. Ni siquiera el Madrid -¿dónde estaba la afición visitante?- llena el coqueto estadio blanquiazul. Con el frío y cuando el rival te va ganando desde el minuto 3 era mejor pensar en otras cosas que en una derrota que ya se intuía desde el arranque del partido. Mucho Madrid y poco Espanyol. Y lo mejor era cargarse de ilusión y soñar con un delantero chino llamado Wu Lei, Bota de Oro en su país, al que se espera como una apetitosa comida, cuando hay hambre y el estómago está vacío.

Costó anoche cargarse de ilusión para animar a un Espanyol, que si bien es cierto que nunca se rindió y que lejos de tirar la toalla trató de apretar a los blancos que vestían de rojo, nunca se vio, nunca se intuyó, que fuera capaz de remontar un partido que empezó a perder prácticamente desde el pitido inicial. Porque cuando todavía los más rezagados no se habían instalado en su asiento, Modric, como Pedro por su casa, sin oposición, casi como si estuviera entrenando, penetró en el area local. Diego López, al menos, fue capaz de detener el chut del croata, pero con el remate de Benzema nada pudo hacer. Quedaban 87 minutos, un mundo, una eternidad y el Madrid ya estaba al frente del marcador.

Por eso, se hizo el silencio. Por eso, muchos empezaron a citar al delantero chino, porque era mucho mejor agarrarse a un clave ardiendo, creer en algo, que pensar en el Villarreal, el próximo rival, un duelo con trazas más de permanencia que de otra cosa, un enfrentamiento que hace unos meses, cuando el Espanyol brillaba, cuando estaba situado en posiciones de Champions, nadie pensaba que podía ser tan dramático a primeros de febrero.

Testarazo de Ramos para el 0-2

Y porque a los 19 minutos apareció la cabeza de Sergio Ramos tras un saque de esquina. No fue necesario que el capitán del Madrid diera el susto con uno de sus remates tradicionales en el último instante de un partido. Ya perdía el Espanyol por 0-2. Rubi se movía nervioso en su zona. Muy mal se le ponían las cosas al conjunto blanquiazul.

El Madrid se encomendaba a Modric y a Kroos. Ambos se adueñaban del centro del campo. Lucas Vázquez exhibía su picardía, Vinicius trataba de hacer alguna filigrana y Benzema evidenciaba que está en plena vena de acierto. Pero, precisamente, cuando el dominio visitante más crecía, llegó la fase de optimismo, para olvidarse por un instante del 

futbolista chino del futuro. Baptistao dio la única alegría perica de la noche (m. 23), un gol, que ciertamente, sirvió de poco.

No hay nada peor en fútbol que te marque en el último instante de la primera parte, cuando el cuarto árbitro ya ha mostrado la pizarra con el tiempo añadido. Allí se acabó la suerte del Espanyol. Benzema, a pase de Vinicius, marcó un gol que, aunque quedaba toda la segunda parte, ya se intuía, como así fue, que era la sentencia blanquiazul.

Por eso, casi se podría decir que sobró todo el segundo tiempo. Tan seguro se sentía ya el Madrid, que Solari dejó a Ramos, que había sufrido un golpe en la rodilla, en el vestuario por precaución. Fue el periodo de mayor dominio madridista, casi para jugar a su aire, para hacer cambios, para no agotarse más de la cuenta y hasta para que Bale pudiera tener unos minutos de gloria, como recambio de Vinicius. El jugador galés se reencontró con el gol (m. 64). El Espanyol ya estaba entregado a su suerte, a pesar de que gracias al VAR (m. 81), Rosales provocó otra pequeña dosis de alegría al marcar el 2-4. Si no viene la nueva estrella china, el futuro blanquiazul se presenta complicado.