Final de la Libertadores

Aplazada la final de la Libertadores por el ataque al autobús de Boca

Gonzalo Lamardo, uno de los jugadores del Boca que ha resultado herido en el ataque al bus del equipo.

Gonzalo Lamardo, uno de los jugadores del Boca que ha resultado herido en el ataque al bus del equipo. / periodico

Abel Gilbert

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La segunda "final del fin del mundo" se suspendió y esta vez no por un diluvio. Lo que llovieron fueron las piedras. Luego llegaron los gases lacrimógenos e impidieron que River Plate y Boca Juniors definan con normalidad quién se quedará con la Copa Libertadores de América. El partido se jugará este domingo a las 21horas de España.

La agresión perpetrada por hinchas de River contra el bus que llevaba al estadio Monumental a los jugadores rivales, y la posterior represión indiscriminada de la policía, terminaron por mostrar el costado más vergonzante del fútbol argentino. Las astillas de vidrio en los ojos de Pablo Pérez, el capitán boquense, quedaron como imágenes inequívocas de la violencia.

La Federación Regional (Conmebol) y la misma FIFA, con Gianni Infantino a la cabeza, presionaron para que el partido se disputara igual. “Nos están obligando a que juguemos. No se puede creer”, se quejó Carlos Tévez. La situación era tan anormal que el propio presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Dominguez, tuvo que volver sobre sus pasos. “Uno (por Boca) no quiere jugar y el otro (River) no quiere ganar de esta manera", dijo.

Emboscado por hinchas

Todo comenzó dos horas y media antes de la hora señalada para la final. El bus se acercaba al estadio custodiado de uno y otro lado por motociclistas de la policía. Pero, a pocas cuadras del Monumental, fue emboscado por hinchas de River que ocupaban la calle como si se tratara de una “zona liberada”. Llovieron proyectiles y rompieron las ventanas. Las fuerzas de seguridad intervinieron de la peor manera.

“Para intentar dispersar a los hinchas fue peor el remedio que la enfermedad”, señaló el diario Clarín. Las estelas de los gases entraron dentro del vehículo. El plantel de Boca llegó al vestuario de un modo impensable. Unos vomitaron. Otros tuvieron dificultades para respirar y reacciones alérgicas. Y hasta se reportaron lesiones. El conductor del bus descendió al borde del desmayo. “Así no se puede jugar”, protestó Christian Gribaudo, uno de los principales dirigentes del equipo afectado. Guillermo Barros Schelloto, el entrenador boquense, dijo lo mismo.  

Pérez se fue en una ambulancia a una clínica cercana. Marcelo Gallardo, el míster de River, se solidarizó con el "enemigo" histórico. Él sabía muy bien las consecuencias de un ataque sorpresivo. Tres años atrás, pero en la Bombonera y durante los octavos de final de la Libertadores, los jugadores de River inhalaron el gas pimienta lanzado por un hincha de Boca con total impunidad. Aquel incidente obligó a dar por terminado el partido y los locales quedaron eliminados.

El peligro siempre está latente en el fútbol argentino, que desde el 2013 se juega sin la presencia de la hinchada visitante y, a pesar de esa restricción, no pudo evitar la muerte de 48 personas. Pero esta vez fueron los hinchas de River los protagonistas de la página negra. Pocas horas antes de la final, la policía había allanado la casa del líder de la “barra brava”, conocida como “Los Borrachos del Tablón”.

En el domicilio de Héctor Godoy encontraron 300 entradas y casi 200.000 euros. La justicia estaba detrás del matón por una denuncia de venta ilegal de boletos. La arremetida contra el bus no parecía ser en principio ajena a la suerte corrida por Godoy.

Las 70.000 personas que habían poblado el Monumental se fueron frustradas a sus casas después de que se anunciara en dos oportunidades que el partido se jugaba. Los 2000 policías designados para garantizar el desarrollo normal del espectáculo fueron insuficientes. Buenos Aires, sede de la cumbre del G-20 el próximo viernes, cuando la ciudad quedará bajo la vigilancia por aire y tierra, por temor a un atentado, no ha sido capaz de evitar los desmanes de "un grupo de inadaptados", como los llamó Domínguez. Los enfrentamientos entre hinchas y policías que tuvieron lugar en las inmediaciones del estadio no hicieron más que darle la razón.