CONFESIONES DE UN FUERA DE SERIE

Kilian Jornet: "Podría vivir sin competir, pero no sin entrenar"

El mejor atleta de montaña de la historia repasa parte de sus vivencias en su nuevo libro 'Res és impossible'

Kilian Jornet hojea su último libro, en Barcelona.

Kilian Jornet hojea su último libro, en Barcelona. / periodico

Jordi Tió

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Pocas cosas parecen imposibles para Kilian Jornet, el mejor atleta de montaña de la historia. Puede que de ahí derive el título de su último libro (‘Res és impossible’, de Ara Llibres), donde repasa sus últimas experiencias, especialmente en el Himalaya, con la doble ascensión al Everest en un tiempo extraordinario de 17 horas desde el campo base avanzado, la pasada primavera.

Acostumbrado a correr sin parar, el montañero y esquiador de Sabadell, de 31 años, aprovechó el parón obligado de varios meses por la fractura de peroné que sufrió en la Pierra Menta (prueba de esquí de montaña, en los Alpes franceses) el pasado marzo para acabar de dar forma a su cuarto libro (ha vendido 120.000 de los tres anteriores y se han traducido a 20 idiomas), donde se sincera explicando sus sensaciones y experiencias en la montaña a la vez que aguarda nuevos e importantes cambios en su vida: su pareja, la sueca Emelie Forsberg, también atleta de montaña, espera su primer hijo. “Tendremos que combinarnos en las competiciones y mientras uno corre, el otro tendrá que cambiar pañales o darle el biberón”, bromea Kilian, instalado desde hace unos años en Noruega (en Romsdalen), donde ha encontrado la tranquilidad que no tenía en Chamonix. “A parte de mucha montaña y mucha nieve en invierno, lo que hay es básicamente muy poca gente”, valora el catalán.

Probar lo imposible

Acostumbrado a deambular muchas veces entre la vida y la muerte, Kilian repasa sus experiencias y expone sus pensamientos, una forma de entender la vida y de experimentarla que no está al alcance de muchos, más bien de muy pocos. “Es verdad que tenemos limitaciones y hay cosas que pueden parecer imposibles en la montaña, pero creo que antes de asegurar que algo es imposible de llevar a cabo primero tenemos que probarlo, experimentarlo”, dice Jornet, para quien la competición, tras más de una década en la cúspide, ha pasado a ser algo secundario.

“Compito para poder entrenar y no al revés. Para mí el entrenamiento es una forma de vida, me permite salir cada día a la montaña y experimentar nuevas sensaciones. Ganar una prueba o participar en ella es algo circunstancial, pasajero… Por eso puedo vivir sin la competición pero no sin el entrenamiento”, confiesa, esperanzado en poder seguir haciendo montaña cuando tenga 70 u 80 años, siguiendo ejemplos como Carlos Soria, que a sus 79 años sigue metido de lleno en la carrera por acabar los 14 ochomiles, o Jordi Pons, legendario alpinista catalán que con 85 sigue haciendo travesías con esquís de montaña o escalando.

El camino, lo más importante

Aferrado a estos referentes, Jornet entiende sin embargo que todo se centre en la competición y en la conquista de victorias, aunque para él lo importante es el camino realizado hasta llegar a la meta, se gane o se pierda. “Cuando llegas a conseguir una cosa, no deja de haber una cierta tristeza. Lo importante es el camino que te ha llevado hasta allí”.

Tampoco tiene reparo en abordar la cierta polémica generada en su ascensión al Everest, el techo del mundo adonde llegó de noche y sin dejar constancia fotográfica de haber pisado la cima. “Si, no hay imagen de la cumbre, estaba todo oscuro, pero el GPS de mi reloj no engaña y se puede demostrar que alcancé la cima”, cuenta Jornet, que no descarta en el futuro intentar alguno de los ochomiles en pleno invierno, cuando las condiciones meteorológicas invitan precisamente a no ir. “Es algo atractivo ya que en invierno se puede ir a esas cumbres en esquís. Me atrae mucho combinar disciplinar y hacerlo con el esquí y la altura es algo motivador”.

Momentos críticos en el techo del mundo

En el libro repasa también la relación con algunos de sus grandes amigos, como el suizo Ueli Steck, fallecido en el 2017 mientras realizaba la travesía entre el Lothse y el Everest, y también los momentos complicados que pasó en su segunda ascensión al Everest, donde sufrió una pérdida de memoria inmediata debido al agotamiento y la falta de glucosa, y también una indisposición intestinal le obligó a limpiarse con una piedra. “No tenía nada más a mano”, recuerda jocoso, ya que no tenía ni un clínex a mano, obsesionado en llevar siempre el material justo para no sobrecargar un solo gramo de más. “Sí, admito que es algo que me obsesiona”, confiesa Kilian, quien en alguna competición incluso ha intentado eliminar la aguja imperdible que sujeta el dorsal para sacarse 'lastre’ de encima.

En unos días regresará a Noruega, a la montaña, de donde no saldría nunca, seguramente ni para competir. Pero mientras la competición siga siendo la excusa para correr por el monte o descender laderas de nieve polvo con esquís, su reto es no dejar de ganar.