DESDE BARCELONA

Mil bocas ardiendo

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Mqui Otero

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Explica Eduardo Galeano en su libro 'El fútbol a sol y sombra' una anécdota que le sopló Osvaldo Soriano. La historia de aquel hincha de Boca que había consagrado su vida a un propósito noble: odiar a todo lo que tuviera que ver con River. En su momento de agonía, en el lecho de muerte, “pidió que lo envolvieran en la bandera enemiga”. De este modo pudo celebrar, en el último suspiro:

-Muere uno de ellos.

Cuenta Beto, uno de los responsables de la peña de Boca en Barcelona, con 400 socios y la única oficial en Europa, que lleva una semana sin poder dormir y que, por supuesto, hasta dentro de unas semanas no podrá hablar con ninguno de sus amigos de River: “Si ganamos, ellos no querrán y si ganan ellos, no querré yo”.

En la entrada del Grizzly 72 Sports Bar, en Gran Vía con Aribau, tocado con la gorra del Gamper que trajo a su equipo al Camp Nou, añade que vive en Sabadell, donde trabaja como informático, pero casi parece que el trabajo es el 'hobby' y que su verdadera pasión es su trabajo. Asados legendarios, reuniones de miles de bostenses y una convicción: Boca es corazón y pasión, ellos, los millonarios, gallinas, “medio pijos, como dicen ustedes”, son pechos fríos incapaces de llenar su propio estadio.

La metafísica y el tiempo

Explica cómo la peña se ha convertido en una red que ayuda a gente que llega a Catalunya para buscar trabajo. El boca a boca de Boca. Habla, incluso, de Isamu Katu, un socio japonés que viajó el sábado durante 33 horas para llegar a la final en la Bombonera. Su billete le permitía estar solo 24 horas en suelo argentino, así que ahora mismo, mientras los tambores y fanfarrias inundan el bar, debe estar perdiéndose el partido mientras su avión perfora nubes.

Aquí no hay resaca física por lo de ayer, la espera y el diluvio, pero la metafísica si se pierde durará siglos. Beto no es el último que no hablará con nadie de River y parece que solo un milagro podría mediar para que se estableciera un vínculo. El partido está a punto de empezar y la señal falla. Las teles dicen apagar 'route'r, la gente dice la concha de tu madre. Circula el rumor de que eso sucede porque todos los 'bostenses', dale bo, están conectados al wifi para poder hablar con sus compatriotas.

Se pide que la gente apague el móvil. Lo piden algunos que están viendo los primeros minutos en streaming en el suyo. Muchos, incluso toman la Gran Via y buscan pantallas en hoteles y bares cercanos. Un rato después, Jonathan, responsable del bar, explicará que en realidad ha fallado la señal de Movistar: “He hablado con el Dixie, donde están los de River, y les ha pasado lo mismo. Pero a ver cómo lo explicas”. Se diría que solo los gerentes de las sedes de las dos hinchadas son los diplomáticos que han cruzado palabras.

“Señores soy de boca desde la cuna, que vamo a salir campeones no tengo duda”, gritan mil bocas cuando llega el primer gol. El partido se desboca y llega el empate de River. Pero Benedetto vuelve a avanzarse. A Boca le sobra gol y le falta fútbol, se atreve a decir el locutor. La concha de tu madre. La historia de Benedetto es más impresionante que la de Oliver y Benji: su madre falleció por un paro cardiaco animándolo cuando él jugaba un partido a los 12 años. Dejó el fútbol. Trabajó como peón de albañil. Montó un combo de cumbia que llegó a aparecer en la tele. Volvió a jugar. Ayer su cabeza rapada peinó los gritos de todas estas bocas.

Calimocho y una bandera

Durante el descanso (es un decir), Fabio, hijo de futbolista que llegó a Barcelona hace 28 años, ofrece calimocho de una media garrafa de Fontbella y agita una bandera. Trabaja de cocinero en La Péntola, en Mataró, donde vive. Hace unos días se fue su padre, ya muy mayor, ya muy enfermo, de vuelta a Argentina: “No sabes lo que me gustaría que ganáramos, por él”. De Boca desde la cuna, desde que su tío Fernando lo llevó a los once años: aquel día que se cantaba en la grada “Tero, tero, en el día de la patria, te rompimos el agujero”.      

Boca a boca a boca abierta en el Grizzly, tambores y gritos, cuando cae el empate de River. Dicen que el fútbol es metáfora de tantas cosas. Pero hay metáforas para la metáfora y la de este derbi la aporta el coche de bomberos que acaba de estacionar al lado del bar. Un gimnasio, unos portales más allá, parece que se incendia. Era imposible que tantos corazones ardiendo no provocaran algo así. Esos mismos corazones cantan, debajo de una bandera enorme, “Señores, soy de boca desde la cuna, que vamo a salir campeones no tengo duda, con un poco más de huevo, la vuelta vamo a dar”.

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