LEYENDA OLÍMPICA

Bob Beamon, 50 años de gloria

Gerardo Prieto

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“Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”. La frase es de Neil Armstrong – o de algún guionista de Hollywood-  cuando deja su primera huella en la Luna el 21 de Julio de 1969, nueve meses después de que Robert 'Bob' Beamon cambiara la historia, al menos la del deporte, durante los Juegos Olímpicos de México de 1968, con un paso de gigante y un salto al futuro.

Dos días después de que John Carlos y Tommie Smith subieran al podio mostrando el puño enguantado del Black Power, Beamon  ejecutaba cinco segundos de carrera por el pasillo del salto largo, despegaba a casi 10 metros por segundo con un ángulo de 21 grados, volaba “como un pájaro” -asegura el saltador-  y aterrizaba en posición  fetal sobre el foso de arena, del que sale con dos saltitos a pies juntos, dejando la huella de su primer intento tan lejos de la tabla que rebasa el aparato medidor.

Quince minutos en medir

Los jueces tuvieron que buscar una  cinta métrica y se arremolinaron, incrédulos, en torno al portento que acababa de asombrarles. 15 minutos tardaron en dar a conocer el resultado: 8,90 metros, nuevo récord mundial de largo. El atleta afroamericano criado en un suburbio de Queens por su abuela, a recaudo de un padre maltratador, no pudo seguir saltando. Los dioses del Olimpo ya le habían bendecido lo suficiente y de por vida.

Medio siglo lleva Bob Beamon conviviendo con su admirado salto, convertido en un icono más de la prodigiosa década de los años 60. El dato técnico abruma:  los récords en el salto de longitud se superan por unos pocos centímetros, 15 como máximo hasta que Beamon abrió un hueco de más de medio metro (55 centímetros) con  una vigencia de 23 años, cuando Mike Powell saltó cinco centímetros más (8,95) en el Mundial de Tokio de 1991. Y hasta hoy.

Entre Jesse Owens y Usain Bolt

En el trono entre Jesse Owens y Usain Bolt se sienta Bob Beamon, quien a sus  72 años pasea por el mundo su nostalgia por aquel insólito salto de hace medio siglo. Ahora vive en Las Vegas. El jueves pasado estuvo en Donostia, recibiendo un premio del festival de cine FICA. El sábado se desplazó a Santander, invitado por la Asociación de la Prensa Deportiva de Cantabria.

Lo que Beamon no cuenta es que se tomó dos tequilas y tuvo sexo antes de la mítica prueba

Beamon aún conserva su porte atlético y la suficiente energía como para  saltar de aeropuerto en aeropuerto promocionando los Special Olympics para atletas con discapacidad.  Se siente obligado: “He sido bendecido en el viaje de la vida”, asegura el todavía recordman olímpico mientras firma en el libro del ayuntamiento santanderino en presencia de la alcaldesa Gema Igual, quien no desperdicia la oportunidad de informar a su ilustre visitante que esta es la tierra de Ruth Beitia, la mejor saltadora española de siempre. “Aunque mi mayor regalo es mi mujer”, apunta el legendario atleta, que pidió quedarse con el bolígrafo “porque cuando firmé en el libro de la Casa Blanca no me lo quisieron dar”.

Noviazgo a los 11 años en Nueva York

Bob conoció a su esposa Rhonda a los 11 años en la escuela de South Jamaica, en Queens, Nueva York. Ella rasgaba la guitarra y él percutía los bongoes. Rompieron, pero volvieron a verse 36 años después. Al cabo de un año y medio se casaron, hace ahora 15. “Mi mujer se llama Rhonda, pero podía llamarse Glory (Gloria)”. Viajan juntos y de la mano, como dos adolescentes enamorados.

Beamon habla con la voz pausada. Le han preguntado un millón de veces por aquel salto. No importa, se toma su tiempo para relatar que intuyó que algo especial había sucedido.

“Si buscas hacer algo grande necesitas rodearte de gente especial y en mi caso tuve mucha suerte. Me siento muy orgulloso de aquella hazaña deportiva, pero no solo por mi país sino por todo el mundo. El atletismo nos iguala, aunque seamos personas de diferentes países o culturas”. Lo que no cuenta, tal vez por pudor, quizá por vergüenza, es que se tomó dos tequilas y tuvo una sesión de sexo antes de un salto que se convirtió en un acontecimiento.

Beamon vivió una temporada en Madrid, a principios de los setenta, patrocinado por Galerias Preciados y Karhu. “Tengo un maravilloso recuerdo de  España. Solo puedo decir que cuando se acabó el contrato, regresé a los Estados Unidos llorando”.