LA VUELTA A LA CIMA DE UN ÍDOLO CAÍDO

Tiger Woods: una historia de redención

El golfista estadounidense protagoniza con su victoria después de cinco años en el Tour Championship uno de los regresos más sonoros en la historia del deporte

Tiger Woods levanta los brazos en señal de triunfo tras lograr la victoria en Atlanta

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Luis Mendiola

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En las historias de redención en el deporte, la de Tiger Woods ocupará, sin duda, un lugar de privilegio. Pocos regresos de los infiernos pueden compararse con el que ha protagonizado el golfista estadounidense, una de las estrellas más relevantes de las últimas décadas, que el domingo puso fin a un lustro de sequía de títulos y se adjudicó el título en el prestigioso Tour Championship, el último torneo de los ‘play-off’ de la Fedex Cup, en el  PGA Tour, que se disputó Atlanta (EEUU), con los 30 jugadores más destacados de la temporada.

Han pasado cinco años, o para ser más precisos 1.897 días y 48 torneos, para que Woods volviera a  ser el carismático jugador que un día fue. Una larga espera que permite entender la peregrinación de centenares y centenares de aficionados escoltando a Tiger este pasado domingo en los últimos hoyos del club East Lake desbordando los cordones de seguridad, haciéndole fotografías con sus móviles y coreando su nombre (“¡Tiger, Tiger!”) para ver cómo levantaba un trofeo con el que vuelve a sentirse un ganador.

“Estoy muy emocionado. Me ha costado mucho no llorar en el último putt. Los jugadores saben por lo que he pasado y lo que me ha costado llegar”, declaró Tiger, de 42 años, superado por la expectación que despertó su victoria. “Es increíble pensar que he ganado. Ha sido un camino duro y difícil. He tenido que parar muchas veces para juntar todas las piezas”.

Una larga caída

En esos cinco años la caída del que fuera un icono global parecía no tener fin. Un accidente de coche, que aireó sus problemas personales: su adicción al sexo y sus numerosos affairs extramatrimoniales. Un costoso divorcio con la modelo Elin Nordegren después de seis años de matrimonio: 750 millones, el más caro de la historia del deporte. El repudio del sector más puritano de la sociedad estadounidense y de algunos patrocinadores por su vida oculta. Una etapa de depresión. Un calvario de lesiones, en la rodilla y en la espalda, que le obligaron a pasar hasta seis veces por el quirófano, la última en abril del pasado año para fusionarle dos vértebras en la zona lumbar. Un arresto policial mientras dormía en un párking de Florida, a finales del 2017, bajo el efecto de las drogas para tratar el dolor. Y un hundimiento en los ránkings que lo llevó del puesto número uno, donde estuvo 683 semanas, 281 de ellas consecutivas, a desaparecer en la clasificación por debajo del puesto número 1.000.

“Lo peor de toda esta etapa era saber si podría volver a jugar y si podría hacerlo sin dolor”, confesó Tiger ante los medios tras su victoria en Atlanta , después de recibir un beso de felicitación de su actual novia Erica Herman y un enorme abrazo de su agente Mark Steinberg. “Me preguntaba si podría sentarme o levantarme o ponerme en la cama sin sentir dolor. No quería vivir así siempre ¿Será así toda la vida? Pero durante un tiempo, no hubo forma de hacer nada sin que el dolor estuviera presente”.

En este 2018, Tiger ya había flirteado con la victoria en varias ocasiones. Fue segundo en el Valspar Championship, en Florida, quinto en marzo en el Arnold Palmer Invitational, sexto en el Open Británico, en el que llegó a colocarse líder, segundo en el campeonato de la PGA en agosto, la última prueba del Grand Slam, en la que estuvo a punto de saborear el triunfo. Y ahora, con el Tour Championship, remprende el camino del éxito que lo sitúa con 80 victorias en el PGA Tour (a dos del récord de Sam Snead) y reaviva el sueño de superar el récord de 18 títulos del Grand Slam de Jack Nicklaus, del que le separan cuatro victorias.

Cuando despuntaba la temporada, Woods confesó abiertamente que era incapaz de intuir que podía esperar de ella y si sería capaz de aguantarla. Parecía predestinado a ocupar un cargo de adjunto de Jim Furyk, capitán del equipo estadounidensede la Ryder, que se celebrará este fin de semana en París. Pero, guiños del destino, se convertirá en uno de los pilares de EEUU en el intento de imponerse por primera vez en 25 años en suelo europeo y conquistar así el título del 2016.  El 'Tigre' vuelve a rugir. 

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