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PARTIDO EN MENDIZARROZA

El VAR descontrola al Espanyol

El Alavés remonta al equipo de Rubi con dos acciones decididas por el videoarbitraje

Darder, Iglesias y Vilà celebran un gol ante el Valencia.

Darder, Iglesias y Vilà celebran un gol ante el Valencia. / .44788532

Emilio Pérez de Rozas

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Le llaman, dicen, el ‘efecto VAR’, es decir, una decisión televisiva, arbitral, por supuesto, pero basada en las cámaras de televisión, pareció transformar el espíritu del que todo el mundo consideraba un nuevo Espanyol, un Espanyol más vital, más ofensivo, más dominador, diríase que más moderno, más deseoso de mandar.

Esa decisión no fue el primer gol anulado al Alavés en el minuto tres de juego, cuando Manu García se ayudó del brazo para encarar el balón y marcar. No. Tampoco, ni siquiera, el penalti que transformó Baptistao, en el minuto 41, cuando el VAR decidió que el empujoncito que Laguardia le dio a David López, y que significó el 0-1. Ni mucho menos que, ante las protestas locales, Iglesias Villanueva se negase a chequear, a través del VAR, de la pantallita, si había sido penalti o no el bocadillo que Mario Hermoso y David López le habían hecho, minutos antes, a Rubén Sobrino.

El ‘efecto VAR’, dicen, afectó a los blanquiazules, esta vez de rojo, porque los blanquiazules, ya se sabe, eran esta vez los locales, se produjo cuando la pantallita anuló el 0-2 que había colocado Sergio García, en el minuto 47 de juego, tras pase en profundidad de Granero, carrera fantástica de Baptistao como extremo derecho, centro al punto de penalti, remate impecable del veterano 9 españolista y… Borja Iglesias tapó, por completo, la visión del meta Pacheco. Se frustró la celebración, se anuló el 0-2 mortal para los locales y el Alavés, de la mano del ‘Pitu’ Abelardo, se vino arriba.

Jugadón de los locales

Tan arriba se vino que, en cinco minutos o menos, le dio la vuelta al partido. ¿Cómo? Sencillo. En un fuera de banda fácil, típico, Marc Roca tuvo la mala suerte, en el área pequeña, de despejar hacia atrás y darle el centro preciso a Borja Gastón, que cabeceó solo. Ya estaba el empate a uno. Y, dos, tres, minutos después, jugadón de todo el Alavés, que saca el balón desde su portería, Wakaso, el eterno Wakaso, el polémico Wakaso, mete un balón en profundidad a Jony, el tremendo Jony, el pequeño y juguetón Jony, que galopa, galopa, galopa por la banda derecha y centra raso para que Rubén Sobrino, que había seguido la jugada, sí, sí, desde su propia área, remata impecablemente el 2-1.

Y ahí se acabó todo. Y ahí, pese al sol, al calor (30 grados), el ambiente, los deseos de unos y otros, se acabó el partido. El Alavés, que sabía que había salvado, de pronto, queriendo, no sin querer, un encuentro que tenía perdido (y casi imposible, con ese 0-2 que anuló el VAR), defendió, con uñas y dientes, y sabiduría, el resultado.

Y los de Joan Francesc Ferrer, que así se llama Rubi, que repitió equipo, es decir, el once que humilló al mismísimo Valencia en casa, en Barcelona, hizo lo posible e imposible, es decir, meter en el campo hasta seis delanteros para tratar de, al menos, empatar. Pero no, los ‘pericos’, sí, siguen prometiendo colorido, gracia, decisión, juego ofensivo y hasta dominio del balón, pero no será esta vez. O, peor aún, en el momento de dar un gran golpe sobre el césped, se despistó…por el VAR.

Alavés, 2 - Espanyol, 1

<strong>Alavés: </strong>Pacheco (5); Aguirregabiria (6), Laguardia (5), Maripán (6), Duarte (6); Ibai (6), Wakaso (5), Manu (7), Jony (7); Sobrino (7), Borja Bastón (7).