EUROPEOS DE ATLETISMO

Atletas de importación

Selecciones como las de España. Gran Bretaña, Francia y, sobre todo, Turquía, se nutren de deportistas nacionalizados oportunamente

Mechaal, en la final de 10.000 metros, junto al francés Amdouni y el turco Özbilen, con el italiano Crippa detrás.

Mechaal, en la final de 10.000 metros, junto al francés Amdouni y el turco Özbilen, con el italiano Crippa detrás. / .44576261

Gerardo Prieto

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España también es un país de acogida para deportistas, sobre todo en especialidades olímpicas como el atletismo, cuyas penurias para los oriundos resultan vitales para quienes carecen de casi todo. El sistema de becas olímpicas, aunque sea recortado,  la calidad de los técnicos, entrenadores e instalaciones en nuestro país resultan  tan atractivos para los deportistas sin recursos como la perspectiva de obtener un pasaporte europeo, con el valor añadido que esto conlleva.

La época dorada en la nacionalización de deportistas en España coincide con el mandato del socialista Jaime Lissavetzky al frente del CSD. El gobierno conservador tampoco se quedó corto, con 11 atletas un año antes de los Juegos de Río 2016, el récord de nacionalizaciones en una temporada.

En los Europeos de Zúrich 2014, 14 de los 73 atletas seleccionados eran de origen no español, una cifra récord hasta ahora. En Berlín son nueve, seis hombres (Orlando Ortega, Yidiel Contreras, Adel Mechaal, Jean Marie Okutu, Lois Maikel Martínez y Patrick Chinedu Ike) y tres mujeres (Júlia Takács, Juliet Itoya y Thrihas Gebre). Algunos, como  Ortega o Takacs, con opciones claras de medalla, cumplida ya en el caso de la marchadora nacida en Budapest, con su magnífico bronce en los 50 kilómetros del pasado martes. El último incorporado ha sido Patrick Chinedu Ike, de origen nigeriano, justo en vísperas del campeonato. La estrella del equipo, Bruno Hortelano, nació en Australia, de padres  españoles migrantes a este país, por lo que no ha necesitado el trámite de la naturalización para ser español desde el primer día.

El Europeo de cros del 2015

La nacionalización de atletas cubanos es ya un clásico en el atletismo español desde que Niurka Montalvo se dejó ayudar con el equipaje por un protésico dental de La Línea emigrado a Alemania. Su éxito por un centímetro en el Mundial de Sevilla-99 y el bronce olímpico de Joan Lino Martínez en los Juegos de Atenas cinco años después, despejaron el camino, entre otros, del vallista nacido en La Habana Orlando Ortega, para sentirse tan español como los demás. Incluso algo más.

Sin embargo, las incorporaciones a la selección de los atletas de origen africano, mayoritariamente magrebís, no han estado a la altura de las expectativas y en ocasiones han resultado frustrantes. España ganó el Europeo de cros en el 2015 con todos los atletas nacionalizados, excepto Roberto Alaiz, que no puntuó. Ayad Landassem, Adel Mechaal, Alemayehu Bezabeh e Ilias Fifa dieron el título a su país de adopción, abriendo lo que parecía una nueva época de mestizaje en el fondo español. La implicación de Bezabeh -que ahora vive en Etiopía- en la operación Galgo y la sanción a Fifa por dopaje con EPO resultaron devastadoras para la imagen de este colectivo, cuya identificación con el aficionado español no acaba de llegar.

"Algo hemos hecho mal si dependemos de la nacionalizaciones". La frase es del campeón olímpico de 1.500 en Barcelona-92 (hace justamente este miércoles 26 años), Fermín Cacho, y expresa un sentimiento generalizado con respecto a este fenómeno en el atletismo español.

Dos años sin licencia

España no es el único país europeo en nacionalizar por decreto, es decir, por la vía rápida a la élite del deporte. El mestizaje es muy evidente en selecciones como la de Gran Bretaña y Francia, tendencia asimismo en el país galo en un deporte tan profesionalizado como el fútbol. El británico y somalí de origen Mohamed Farah es quizás el mejor ejemplo de integración, sin duda gracias a su brillante hoja de servicios.

Los países europeos tiran de sus excolonias para reforzar equipos. La mayoría nacionalizan por la vía rápida, si hace falta, dado que la actividad de un deportista al máximo nivel tiene fecha de caducidad. También abundan los matrimonios entre técnicos europeos y atletas, sobre todo corredoras africanas, lo que facilita los trámites. En algún caso con tintes surrealistas. Como el matrimonio de conveniencia entre un joven atleta cubano y una octogenaria española a cambio de una dentadura postiza. Pero nada parece tan descarado como lo que sucede en el seleccionado de Turquía.

Una cosa en naturalizar y otra comprar medallas.  Tanto la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) como el Comité Olímpico Internacional (COI) han puesto en marcha medidas que contemplan al menos dos años sin licencia para competir para los renacionalizados que antes hayan representado a su país de origen, con el fin  de poner freno al exceso de mercantilismo y abuso de los países ricos, especialmente y en el caso del atletismo, del Golfo Pérsico.

Cambio de nombres

En la práctica,  sirve de poco y en algunos casos resulta muy injusto. De los ocho corredores de origen keniano que compiten en Berlín, seis son turcos. En Amsterdam 2016, los turcos de origen keniano obtuvieron seis medallas gracias  entre otros a Ilham Tanui Özbilen (Wiliam Tanui en origen) y Kaan Kigen Özbilen (Mike Kigen). El segundo apellido (Özbilen), común en ambos casos en su nuevo pasaporte,  está prestado por el mánager Önder Özbilen, gestor del cambio de nacionalidad.  Turquía, como Qatar o Emiratos Árabes Unidos, desnaturaliza los nombres originales para adaptarlos a su entorno cultural.

 Tradicionalmente y desde la colonización británica, los kenianos suelen poner nombres cristianos a sus hijos. Así Paul Kemboi se escribe ahora en su pasaporte Polat Kemboi Arikan. Polat suena a Paul, pero no significa 'Pequeño' (del latín Paulo) sino 'Acero' en turco. Y Vivian Jemutai parece ahora una heroína de videojuego al transmutar su nombre por el de Yasmine Can (Can significa 'Vida' en turco). Todo por figurar junto a los países de arriba del medallero, los que exigen respeto por los Derechos Humanos mientras solicitan visados de entrada imposibles, refuerzan vallas o levantan muros en sus fronteras.