ÉXTASIS EN EL PAÍS

La noche que Francia no duerme

No hay rotonda, puente, carretera o calle que no esté llena de aficionados franceses celebrando la victoria de su selección en el Mundial

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Sergi López-Egea

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Esta noche Francia no duerme. Esta noche parece que todo el país esté de fiesta mayor, como si fuera un pueblo mediterráneo más allá del sur de los Pirineos. Francia vive en éxtasis, feliz, pletórica y con la bandera tricolor, azul, blanca y roja, ondeando en todas partes. Francia es un país feliz, el que ha olvidado los problemas cotidianos y el que se ha lanzado a la calle en cualquier parte; al menos en el norte-centro, de Lille a Reims, por poner un ejemplo.

Para comprobarlo nada mejor que coger el coche y detenerse a mitad de camino (un poco menos) entre Roubaix, al lado de Lille, donde este domingo ha finalizado la novena etapa del Tour, y Annecy, en los Alpes, donde el martes se reanuda la carrera ciclista. En los puentes de la autopista los aficionados parecen aclamar a los automovilistas que solo tienen que levantar la cabeza para ver las banderas, francesas por supuesto.

Pantalla gigante

En Roubaix, el ayuntamiento quiso emitir el partido en directo a través de la gran pantalla, junto al velódromo, donde antes muchos aficionados al Tour veían las imágenes de la carrera. Es la gran pantalla que sirve de apoyo para que nadie en abril se pierda la París-Roubaix. ¿Y qué hizo la gente? Pues se quedó. Vio la ceremonia de entrega de la prueba ciclista y se sentó en la hierba para aclamar a su selección de fútbol y disfrutar con los goles franceses que dieron el título al equipo azul.

Roubaix fue toda una fiesta, como Reims horas después. Las rotondas -y en Francia hay para dar y regalar- estaban colapsadas de aficionados. "¡Allez les bleus!". Y los coches del Tour se mezclaban con los de los aficionados al fútbol. Un domingo por la tarde, habitualmente, Francia es un país ya somnoliento, que piensa en el despertar del lunes, todos a casa, recogidos y la mayoría de bares y restaurantes cerrados. 

Pues este domingo ha sido distinto. La gente se ha lanzado a la calle, los bares han abierto y los restaurantes casi se han colapsado. Este domingo Francia vibra, no duerme y solo es necesario abrir la ventana de la habitación del hotel de Reims para escuchar el sonido de las bocinas y los gritos de "¡allez les bleus!".