"NO HE MATADO A NADIE"

La tortura de De Gea

El portero español se defiende de las críticas por su error en el gol de Cristiano que le pone, de nuevo, bajo sospecha

De Gea no logra detener el disparo de Cristiano, que significó el 2-1 al final de la primera parte.

De Gea no logra detener el disparo de Cristiano, que significó el 2-1 al final de la primera parte. / periodico

Marcos López

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De repente, una cámara de televisión, caprichosa ella, se detuvo en una mujer. Era el descanso del Portugal-España. Le faltaba el aire a esa desconocida mujer, azorada como estaba, abanicándose de forma presurosa el disgusto. Casi nadie sabía que esa mujer, atrapada en los monitores del circuito cerrado era la madre de David de Gea, un portero que es un Dios en el United (elegido en cuatro de los cinco últimos años como el mejor jugador en Old Trafford) y al que se le ve torturado cuando se viste con la camiseta de España. Dos almas conviven en un estilizado cuerpo, al que no han parado de temblarle las manos. Tanto en Villarreal como en Sochi.

"No he matado a nadie" (De Gea)

 "No he matado a nadie", dijo todavía en las entrañas del estadio ruso, torturado como anda por aquel balón que se le escapó en el amistoso ante Suiza y desconcertado porque ese disparo, nada envenenado de Cristiano, le condenó. "Para aprender a triunfar primero tienes que aprender a fallar. Seguimos", escribió horas más tarde el guardameta, de 27 años, en su cuenta de Twitter, mientras digería una desastrosa noche que le emparenta, muy a su pesar, con Arconada (Eurocopa 84 en Francia) y Zubizarreta (Mundial 98 también en Francia). "No se trata de no equivocarse, se trata de no rendirse nunca", le replicó, en la misma red social, Sergio Ramos, el capitán de la selección española.

 "Si por un fallo vamos a cambiar al jugador que falle….", se preguntaba De Gea, proclamando, pese a todo, que es "un tío feliz". No lo parecía, por mucho que insistiera. "Estoy muy tranquilo", decía, una y otra vez, como si intentara autoconvencerse. "Soy feliz, aunque parezca serio", añadió más tarde.

Feliz debe ser por la dimensión que ha adquirido su figura en la Premier, convertido en uno de los mejores guardametas, al tiempo que denota su infelicidad cuando juega con la selección, castigado como está por no estar a la altura de un mito. Casillas siempre juega a su lado. Da igual donde esté. Esa portería le pertenece al que fuera el símbolo de la mejor generación de España. Y, de momento, De Gea, aunque no lo diga públicamente, se siente un ‘okupa’ en ese templo casillista. No la siente suya, pese a que le pertenece desde hace dos años, coincidiendo con el trauma de la Eurocopa del 2016 y el inicio tormentoso del Mundial 2018.

"Eres el mejor y punto", escribió Juan Mata, su compañero y amigo en el United. En Old Trafford lo es. Y sin duda alguna, capaz de sostener la comparación con otro guardameta legendario como era el danés Peter Schmeichel. Parece mentira que convivan dos cuerpos tan diversos bajo un mismo portero. Además, ese rostro inexpresivo con el que suele jugar le permite ocultar todas sus emociones. El viernes cuando Cristiano disparó sin ninguna fe y echó el cuerpo al suelo jamás imaginó que se le quebrarían las manos.

Inexpresivo como ha sido siempre no puede evitar sentirse incomprendido y poco querido

Y entonces se quedó solo. Literalmente. Los demás miraron hacia adelante, mientras De Gea miraba al cielo aireando su desgracia. Ni un solo grito, ni un mal gesto, nada fuera de lo normal. Frío como siempre. En lo bueno y, por supuesto, en lo malo. "David es uno de los nuestros. Somos una familia y a nadie de la familia se le deja tirado", gritó con energía Fernando Hierro, el seleccionador español.

"Conmigo la crítica general es mala. Hubo un momento en que no se me defendió cuando se me podía haber defendido" (De Gea)

Pero no hay manera de que De Gea se sienta querido. Antes de volar a Rusia y cuando la selección recibió la visita de Pedro Sánchez, el nuevo presidente del Gobierno, él se quedó igual de frío. No olvida las críticas que le vertió este cuando se le involucró en un escándalo sexual poco antes de iniciarse la Eurocopa del 2016, aquella en la que él mismo jubiló deportivamente a Casillas. "Hablé con él, me pidió disculpas, las acepté y le dije que igual que habló de mí en su día, serían justas unas disculpas públicas", contó De Gea sobre el político.

"Conmigo la crítica general es mala. Hubo un momento en que no se me defendió cuando se me podía haber defendido", argumentó para justificar su decisión de quedarse con las manos en el bolsillo del chándal cuando el resto de España sí aplaudía a Sánchez. Nadie le aplaude ahora a De Gea, a quien sus manos no le dejan vivir tranquilo.