CROMOS INFAUSTOS
Luis Mora: no disparen al portero
El guardameta salvadoreño fue tiroteado tras batir en España 82 el récord de goles encajados en un partido
Rafael Tapounet
Periodista
RAFAEL TAPOUNET
Qué ingrato destino el de los porteros de fútbol, condenados a arrastrar durante toda su vida (y más allá) el peso de una actuación desafortunada. Recordado siempre más por su errores que por sus aciertos, el guardameta es una figura trágica que aprende a convivir con la humillación ya desde la infancia, cuando en el patio del colegio le corresponde ocupar la portería al último en ser elegido. A ese club de de seres atormentados por el fantasma de un mal día bajo los palos pertenece, con categoría de socio distinguido, el salvadoreño Luis Ricardo Guevara Mora, el hombre que ha encajado más goles en un partido de la fase final de la Copa del Mundo.
Y que fue tiroteado por ello.
Luis Mora tenía solo 20 años cuando su selección se clasificó de forma bastante heroica para el Mundial de España 82. En esos días, El Salvador estaba sumido en una sangrienta guerra civil, por lo que las posibilidades de preparar la competición en condiciones eran más bien remotas. El equipo salvadoreño, el más joven del torneo, fue el último en llegar a su sede; lo hizo tres días antes de afrontar su primer partido, ante Hungría, y después de un viaje de 72 horas. Además, solo se desplazaron 20 jugadores porque a última hora los responsables de la federación prefirieron incluir en la expedición a un par de amiguetes.
La corteza de un árbol
Los 25 balones Tango España que la FIFA proporcionó a la selección desaparecieron misteriosamente, de modo que los jugadores tuvieron que pedir a los húngaros que les dejaran un par para poder practicar. Más humillante aún fue descubrir que sus rivales llevaban diversos regalos para los otros equipos mientras que ellos no tenían ni un triste banderín que entregar a cambio. En un rapto de orgullo patriótico, Mora arrancó un pedazo de corteza de un árbol y con un cuchillo grabó en él el nombre de El Salvador. Ese fue su obsequio en el partido disputado en Elche el 15 de junio de 1982. El del infame 10 a 1.
Tal vez avergonzado por la modestia del trozo de madera, el entrenador salvadoreño Pipo Rodríguez decidió contribuir al intercambio de regalos con una táctica suicida que dejó completamente desprotegido a su portero. No solo eso. En el minuto 27, ya con un 3-0 en contra, consideró que había posibilidades de remontar y sustituyó a uno de sus centrocampistas por un delantero. El naufragio fue absoluto.
Decididos a no exponerse a nuevas humillaciones, los futbolistas salvadoreños se amotinaron y acordaron que serían ellos quienes decidirían la estrategia en los dos encuentros siguientes. Una derrota por la mínima frente a Bélgica y un meritorio 0-2 ante Argentina, campeona del mundo, avalaron el golpe de timón. Pero ese cambio de cara no les evitó ser recibidos en su país como apestados. Los jugadores fueron hostigados por la prensa e insultados y agredidos por los aficionados. Un día, el vehículo en el que viajaba Luis Mora fue atacado y recibió 22 impactos de bala. El guardameta salió ileso. Poco después, aceptó una oferta del Real Murcia. Tras jugar una temporada en la Liga española, siguió su carrera en equipos de Estados Unidos y Guatemala, antes de regresar a su país, donde hoy se gana la vida como preparador de porteros.
Pipo Rodríguez no volvió a entrenar jamás.
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