EXPECTATIVAS ALBICELESTES

Messi ilumina los sueños de grandeza de Argentina

El crack del Barça hace que todo sea posible, incluso dar sustento a las creencias de superioridad fanfarrona

Messi, durante un entrenamiento con Argentina en Sant Joan Despí.

Messi, durante un entrenamiento con Argentina en Sant Joan Despí. / periodico

Abel Gilbert

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Se acerca el Mundial y los argentinos lo palpitan en un creciente estado de delirio colectivo que deja en suspenso los rituales cotidianos y los conflictos. Los miles de seguidores que viajaron a Rusia y aquellos que quedarán imantados a las pantallas de televisión, teléfonos inteligentes y ordenadores, compartirán por unos días la misma fantasía de ser excepcionales, esa que dice que los argentinos no solo son merecedores por derecho divino de volver con la Copa: los hinchas dicen vivir el fútbol de una manera más apasionada que en otros países. 

Las publicidades de los bancos, los electrodomésticos, las petroleras y las casas de comidas se encargan de enaltecer esa supuesta pasión diferente que no puede explicarse con palabras: "Si pierden no van al cine, no van al teatro, no hacen nada".

La cerveza Quilmes utilizó a Oscar Ruggeri, campeón del Mundo en 1986, como protagonista de su promoción. El exdefensa del Real Madrid sale a la cancha y habla con los que pueblan las tribunas sobre lo que significa jugar en el combinado albiceleste. Y por eso le pide a la gente que reduzca sus altas expectativas de gloria y se burle menos de los jugadores si no están a la altura de sus sueños.

Los jugadores titulares elegidos por Sampaoli agradan a los hinchas, aunque existe una certeza: apenas han jugado juntos

"Basta de memes. Les pedimos hasta que nos curen de una gripe. A Dios le pedimos menos". El público parece entrar por unos segundos en razón, y junto con el excapitán del equipo nación leen en voz alta un juramento: "Entre los jugadores y los hinchas tenemos un contrato que dice así: 'nosotros dejamos la vida y ellos alientan sin parar'”.

Demasiado en juego

Ruggeri es en la publicidad el efímero portavoz del sentido común: los argentinos, en rigor, solo aceptan que Leo Messi sea el artífice del tercer Mundial. Un segundo puesto no tiene consuelo. El tercero o cuarto –una aspiración sensata para el mismo Leo- es insignificante. Volverse antes a casa sería casi una humillación colectiva para una sociedad que cree y que durante estos días tratará de olvidarse de la inflación, los tarifazos y la falta de un horizonte económico.

Demasiadas cosas más allá de un balón se juegan con el Mundial. Jorge Sampaoli y los suyos lo saben muy bien.  La selección se evitó el viaje a Israel en medio de un papelón (ya había cobrado 1,8 millones de dólares que deberá devolver). El entrenador no podrá probar variantes frente a un rival aunque fuera menor. Tendrá que hacerlo directamente ante Islandia el 16 de junio.

Argentina viaja el sábado a Moscú donde 'El pelado' terminará por ajustar el funcionamiento. Los periodistas que acompañan al equipo especulan y se contradicen al anunciar la formación titular. Todo parecería indicar, sin embargo, que Sampaoli debutaría con Caballero en la portería, Mercado o Salvio, Otamendi, Fazio y Tagliafico en la defensa; Mascherano, Lo Celso y Messi; Pavón, Agüero y Di María.

Algarabía carnavalesca

Casi todos dan por segura la presencia del incisivo atacante de Boca Juniors, Cristian Pavón, en el once titular. Después que Messi dijera que es un “jugador distinto” ya se lo ve incluso en el futuro con la camiseta del Barca. En el banco de suplente quedarían las dos estrellas de la JuventusDybala e Higuain.

Los nombres elegidos por Sampaoli entusiasman a los hinchas. Pero, a la vez, arrojan una certeza: casi nunca jugaron juntos. Y esa realidad no pasa inadvertida por quienes, en estas horas intentan tomar cierta distancia de la algarabía carnavalesca.

En los programas deportivos de la televisión, las exestrellas del combinado y los entrenadores coinciden, no obstante, en que las posibilidades de éxito de Argentina pasan por la iluminación de su mejor jugador. Messi hace que todo sea posible, darle sustento a las creencias de superioridad fanfarrona, incluso aspirar a una conquista después de pasar las eliminatorias de manera penosa.