Finales NBA

Gigante LeBron

LeBron James celebra uno de sus últimos triples en el Quicken Loans Arena, de Cleveland.

LeBron James celebra uno de sus últimos triples en el Quicken Loans Arena, de Cleveland. / periodico

Idoya Noain

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Quizá LeBron James no sea humano. Es una de las pocas explicaciones que daría sentido a lo que hace la estrella de los Cavaliers. El domingo, en el séptimo partido de la Conferencia Este en los play-off de la NBA frente a los Celtics, el 23 jugó cada uno de los 48 minutos del partido. Hizo todo y de todo. Y con sus 35 puntos, 15 rebotes y nueve asistencias comandó la victoria 87-79.

En contra de lo que cualquiera esperaba hace solo unos meses, cuando los Cavs intentaban rejuvenecer y agilizar su cuadro en una serie de frenéticos movimientos constantes, ese marcador mete a los de Cleveland por cuarto año consecutivo en las finales de la NBA, que arrancan el jueves. Será la octava aparición consecutiva también en esa final de LeBron (y la novena en su carrera). Y ahí se medirán al rival que saldrá este lunes del séptimo encuentro de la final de la conferencia oeste: o los Golden State Warriors (los campeones y sus verdugos en las finales de 2015 y 2017), o los Houston Rockets.

“Es increíble. Es de risa”

Hace tiempo que se agotaron los superlativos para el Rey James, que ha pasado 15 de sus 33 años jugando en la NBA y ha sido cuatro veces MVP y tres veces campeón (con los Heat de Miami en 2012 y 2013 y con los Cavs en 2016). Y quizá por eso el domingo era Brad Stevens, el joven y aplaudido entrenador de los derrotados Celtics, quien se rendía al gigante de Akron (Ohio). “Es increíble. Hace todo a este nivel, con esta presión, con el escrutinio... No importa”, decía Stevens. “Nuestro objetivo en las series era hacerle gastar tanta energía como fuera humanamente posible... Creo que hemos hecho un destacable partido defensivo y aun así 35, 15 y 9. Es de risa”.

De risa y de incredulidad, pero también de asombro y de aplauso. Si en el sexto partido, con 46 puntos, James había demostrado que se negaba a tirar la toalla, volvió a hacerlo en el definitivo del domingo. Con Kevin Love lesionado en ese sexto encuentro, el alero se puso sobre los hombros toda la responsabilidad. Anotó los siete primeros puntos de los Cavs y 12 en el último cuarto. Creó juego pero, mucho más que en otras ocasiones y sobre todo, jugó él. Y volvió a ser el líder en una escuadra en la que Jeff Green sumó 19 puntos, JR Smith 12 y Tristan Thompson 10.

“Es lo que se me pide en este club. Soy el líder del equipo y voy a dar lo que tengo”, decía LeBron, que explicaba también lo que acababa de hacer: “intentar exprimir la naranja hasta que no quedaba más jugo”. El zumo, sin duda, le salió de estrella michelín.

Solo fue amargo para los Celtics y sus fans. Los dos equipos estuvieron desatinados en triples (anotaron 9 de 35 los Cavs y 7 de 39 los de Boston), pero los de Cleveland fueron superiores en porcentaje de tiro de campo (45% frente a 34%). Y frente a un James desatado de nada les sirvieron los esfuerzos defensivos, los 24 puntos de Jayson Tatum o los 17 de Al Holford, o esa ventaja de 72-71 que mantenían a solo seis minutos del final. Los de Boston, que no pudieron contar por lesiones con Gordon Hayward ni Kyrie Irving, sus principales estrellas, no habían perdido ni uno de los 10 partidos anteriores en casa en los play-off, pero cayeron en el 11. Y vieron frustrado su sueño de volver a unas finales que no pisan desde el 2010.

LeBron James, mientras, agiganta su leyenda. Su continuidad en los Cavaliers, donde ha pasado 11 de sus 15 temporadas, está en el aire. Este verano se convertirá en agente libre y la última vez que lo fue mientras estaba en Cleveland decidió marcharse a Miami. Pero ni él ni nadie en el vestuario, el banquillo que dirige Tyronn Lue o los despachos de los Cavaliers propiedad de Dan Gilbert quiere pensar por ahora en eso. El jueves estarán de nuevo en una final, a la que también llega José Manuel Calderón, el primer español desde Pau Gasol que lucha por un anillo.

Se puede anticipar que, como hasta ahora, el Rey James dejará momentos mágicos. Porque le rige y le guía una filosofía: “Al final de mi carrera nunca vas a encontrar a alguien que diga que no lo dejé todo en la cancha”. Ha sido verdad hasta ahora y no parece que vaya a dejar de serlo. Él dice que solo aprovecha una capacidad que dice que Dios le ha dado. Para los fans, cualquiera que ame el baloncesto y el deporte, el regalo de las alturas es él.