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LA FINAL DE LA CHAMPIONS EN KIEV

Manos de merengue

Dos garrafales errores de Karius facilitan el camino del Madrid para sumarla la decimotercera Copa de Europa (3-1)

Benzema marca el 1-0 tras el primer regalo de Karius.

Benzema marca el 1-0 tras el primer regalo de Karius. / periodico

Joan Domènech

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Con un regalo del portero rival como ante el Bayern y con una chilena igual que frente a la Juventus. El Madrid ejecutó al Liverpool con un procedimiento conocido y se llevó la tercera final consecutiva, la cuarta en cinco años, estableciendo una jerarquía indiscutible en Europa.

La leyenda del Madrid en la Champions es carismática, precisamente, por aunar arte y suerte, calidad y azar, entusiasmo y saber estar. En Kiev le salió todo de cara. Los acontecimientos se sucedieron a su favor –tampoco fue una novedad- y terminó batiendo al Liverpool sin ningún ápice de épica ni de gloria. Liquidó al equipo que le había infligido la última derrota en una final (en 1981, que ya ha llovido) como quien despacha al cualquier visitante convencional que pasa por el Bernabéu.

Todas las teorías

Esos acontecimientos abonaron las más variopintas teorías que tratan de explicar el embrujo del Madrid con la Champions: se lesionó Salah, la máxima estrella rival; se lesionó Carvajal en una falsa compensación de desgracia; Karius regaló a Benzema un gol ridículo, el más ridículo de la historia, del mismo modo que Bale también igualó uno de los goles más famosos en una final (del Madrid, de Zidane, quiénes si no, de volea) tres minutos después de que el técnico hubiera introducido al galés para sustituir a Isco, el mejor del Madrid. Mané había empatado para dar una emoción ficticia, que luego desapareció de un plumazo cuando Karius acentuó su nefasto protagonismo al tragarse otro tiro de Bale desde 30 metros.

Benzema salvó la temporada del Madrid (y la suya propia) ante el Bayern, al aprovecharse de la torpeza de Ulreich y pasó directamente a los altares al poner la pierna para cortar un saque de Karius. También se redimió Bale, carne de traspaso (y de suplencia) con dos goles que dificultarán, aunque sea de forma simbólica, que Florentino Pérez les venda. Igual tiene que quedárselos si Cristiano, según insinuó, fuerza una salida.

Salah lo cambia todo

El partido empezó de forma imprevisible, con el Liverpool atacando y el Madrid esperando. El intercambio de papeles no se produjo hasta la media hora, y a partir de entonces hasta el final, y fue más por un efecto psicológico que por una evolución  puramente futbolística. Salah dejaba el campo con el hombro o la clavícula dañada por una falta de Sergio Ramos. No de las aparatosas, sino de las sibilinas, en una carrera en la que arrastra al egipcio hasta el suelo agarrándole por el brazo.

La pérdida de Salah, que se marchó entre lágrimas, derrumbado por perderse la final, y quién sabe si el Mundial por una vez que va Egipto, dejó noqueado al Liverpool. Como si sus compañeros sintieran que empezaban a perder el partido con la ausencia del máximo goleador. Era, además, el principal destinatario de los balones.

La final de los lloros

No fue la única lesión ni el único futbolista que se retiró llorando, maldiciendo su suerte en la final y el Mundial. Carvajal, seis minutos después, se marchaba con idéntica desolación. El peso de las dos ausencias en cada equipo era muy distinto. Las lágrimas de Karius fueron de vergüenza y tristeza.

El Madrid, mucho más dotado de recursos, ni notó la pérdida del lateral derecho. Se estaba imponiendo ya sobre el césped, con posesiones más largas y, sobre todo, llegando al remate. Navas se había manchado el traje antes de que Karius hiciera la primera parada. A Cristiano, pero el rechace cayó en Benzema que anotó. Los dos delanteros blancos estaban en fuera de juego.

Bale sí se lo curra

El empaque, la clase y la experiencia fueron notándose con el paso de los minutos. El Liverpool no remató ninguna vez más desde la marcha de Salah, también porque se rompió la mécanica de juego inglesa: Lallana, el relevo, pasó a la izquierda y Mané desapareció de la derecha, quedándose sin la vasta pradera para cabalgar, y desapareció del partido.

Mané marcó porque pasaba por allí en un córner, igual que Benzema estaba a un metro de Karius en un ataque frustrado por fuera de juego. Bale, en cambio, sí que se lo curró. El galés le dio al Madrid la grandeza que le faltaba para seguir alimentando algo más que un mito. Una tradición.

Real Madrid, 3 - Liverpool

Real Madrid: Navas (8); Carvajal (5), Varane (6), Ramos (6), Marcelo (7); Modric (6), Casemiro (6), Kroos (5), Isco (8); Benzema (7), Cristiano (5).

Así lo ha narrado en directo Xavi Chica.