EL ENTRENADOR

Quique Setién: La fiesta verdiblanca de un cruyffista tranquilo

El entrenador verdiblanco conduce al Betis a la Europa League por la senda del fútbol ofensivo

Quique Setién durante el partido de Liga contra el Granada

Quique Setién durante el partido de Liga contra el Granada / periodico

Antonio Baquero / Barcelona

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Transita Quique Setien por el camino de la ataraxia, ese término inventado por los griegos para definir el equilibrio emocional, el control de las pasiones y la fortaleza de ánimo. Con una media sonrisa de quien, en el mundo del fútbol lo ha vivido y lo ha visto todo, este cántabro se adentró hace un año un Betis en plena tormenta. Atormentado por una década de mediocridad, el club verdiblanco se encomendaba al 'savoir faire' de Lorenzo Serra Ferrer, santo patrón para los béticos, que confió el equipo a un técnico enamorado del balón.

Tan definido es el estilo de Setién que cada vez que toma el timón de un nuevo club tiene, prácticamente, que someter a sus nuevos jugadores a una desintoxicación de vicios anteriores. Nada de balonazos. Nada de prisas. Cruyffismo en vena. La pelota es el patrimonio absoluto y se juega, siempre, siempre, desde atrás y con paciencia, que el gol y los partidos caen, muchas veces, como fruta madura. Para ello, trabaja en sus pupilos la autoconfianza necesaria para no dejarse amedrentar y optar siempre por el pase, o incluso el regate, antes que el patadón.

Por eso su carrera como entrenador le ha llevado tarde a primera línea. Ha optado siempre por contratos largos (seis años estuvo en el Lugo rechazando ofertas de Primera), que le den el tiempo suficiente para empapar a sus jugadores de su filosofía. El proyecto y la paciencia son su receta para el éxito. En el Betis, lo ha conseguido. El vestuario le adora, pese a que sus rotaciones hacen que, de medio campo para arriba, todos pasen por el banquillo y se alumbren alineaciones impensables que han acabado por acuñar la broma de la buena mercancía que fuma.

Joaquín, el estandarte bético, le ha entregado su alma y, el día que se certificó el pase a la Europa League, fue él quien lo arrastró al centro del campo para que los aficionados le ovacionaran. Y ahí, al cantabro tranquilo se le cayeron unas lágrimas.