EL PERFIL DE UN MITO

El padre Fueyo: "Yo no juraba por Dios, juraba por Quini"

El sacerdote Fernando Fueyo, capellán del Sporting de Gijón e íntimo amigo de Quini.

El sacerdote Fernando Fueyo, capellán del Sporting de Gijón e íntimo amigo de Quini. / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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Todos, absolutamente todos, los elogios que se puedan lanzar sobre la persona, más que sobre el deportista, Enrique Castro ‘Quini’, parecen pocos, escasos, insuficientes. “¡Cómo no lo iba a querer todo el mundo si solo hacía el bien, si era pura bondad, si atendía y ayudaba a todo el mundo! ¡Claro que fue uno de los seres más queridos del mundo!”, exclamó anoche el capellán del Spórting de Gijón, su buen amigo y compañero Fernando Fueyo, en ‘El Partidazo’ de la COPE. “Yo no juraba por Dios y Quini, tampoco. Yo juraba por Quini y él juraba por Fueyo”, relató el sacerdote que esta noche “con el corazón encogido, en un puño” dirá unas palabras “no muchas porque no vale la pena” en el funeral del gran Pichichi asturiano, que se celebrará, a las 20.00 horas, en un abarrotado El Molinón, que pasará a llamarse estadio Enrique Castro Quini.

Quini siempre contaba que a él lo que más le admiraba era que “chavalitos de Gijón, de siete u ocho años, me parasen por la calle y me pidiesen hacerse una foto conmigo o me gritasen ¡Quini! ¡Quini! O ¡’Brujo’! ¡’Brujo’!, pues me preguntaba ¿pero qué sabrán estos chavalitos de Quini, si yo me retiré hace 30 años? Y, sí, sí, sabían de mi, era maravilloso, sí”.

Un ser muy, muy, miedoso

Ese Quini, al que todos, todos, califican como un ser entrañable, cercano, alegre, simpático, cómplice, deportista, generoso, amable, divertido, “que jamás, jamás, rechazó un saludo, un abrazo, una conversación”, según cuenta el gran José Ignacio Churruca, el extremo izquierdo que tantos centros de gol le dio al ‘Brujo’, era también, también, cuentan todos, el bromista más sarcástico y duro que vestuario alguno había conocido. “Sí, sí, era así, ¡cómo no!, pero como también era muy miedoso, nosotros, de vez en cuando, nos vengábamos de él, uno de nosotros se escondía en el armario de la habitación del hotel donde estábamos hospedados y, de pronto, le dábamos un susto enorme”, explica Joaquín Alonso, otras estrella de aquel Spórting, aquel centrocampista espigado de bigote.

“¿Bromista?, tremendo, sí, único, todo el día estaba de buen humor, con sus frases, anécdotas, recuerdos y bromas, sí. Es más, yo una vez, no hace tanto, no, estuve a punto de no poder hacer la misa de cada domingo en El Molinón pues él se bebió todo el vino de misa y ¡menuda me lió!”, recuerda el capellán Fueyo, que lo adoraba, sí, y con quien pasó millones de horas.

“A mí no me lió ninguna, la verdad, porque, ¡manda narices!, como lo tenía de delegado en el equipo, me tenía respeto. Vaya, él era, seguía, siendo mi ídolo y él interpretaba que yo era su jefe, ya te digo”, cuenta con nostalgia el gran Pitu Abelardo, actual entrenador del Alavés. “Pero, sí, él siempre estaba de broma, siempre era el primero en animarte si perdías, el primero en ayudarte a superar los malos tragos…para nosotros lo que decía Quini iba a misa. Era, como decíamos, ‘palabra de Quini’ y nadie la ponía en duda”. Abelardo recuerda que allí donde iba con el Spórting, “el que más autógrafos firmaba era Quini, por supuesto, en el viaje, en el aeropuerto, en el hotel o en el estadio que fuese, él”.

"Quini era todo bondad. Quini era el gol. Si marcaba, todo era estupendo y bromas. Si no marcaba, se entristecía muchísimo. Vivía para y por el gol"

José Ignacio Churruca

— Amigo, extremo prodigioso y excompañero de Quini en el Sporting

Dani Ruiz Bazán, un grande del Athletic, reconoce que Quini ha sido su “mejor amigo de toda la vida”. “Y, cuando digo mi mejor amigo digo mi mejor amigo, único, siempre, siempre, estaba ahí, para lo que fuese. Y, sí, sí, también para la broma. Pero si tú necesitabas algo, se lo pedías a Quini y lo tenías. Era único”. Único lo fue para todos los que lo conocieron. “Era un ser íntegro”, repite Churruca. “Eso sí, tremendamente competitivo. Tenía el gol, la portería, en la cabeza todo el día. Vivía para y por el gol. Si marcaba, era una maravilla. Si no marcaba, no había broma que le levantase el humor. Le entristecía muchísimo salir del campo sin haber marcado”.

Era bueno hasta en baloncesto

“Quini nos lo enseñó todo. Con él, junto a él, al lado suyo fuimos más grandes, mejores, crecimos una barbaridad”, narra Joaquín, que, cuando llegó con 20 años a El Mareo, la ciudad deportiva del Sporting, “Quini ya era allí un Dios”. “Era tan bueno, tan competitivo, que cuando llovía horrores y, a menudo, nos metíamos en el pabellón a jugar a baloncesto, él también era el mejor. ¡Las enchufaba todas, el tío! Y es que era bueno en todo. Y ‘chupón’, sí, muy chupón, pero podía porque era el mejor”.

Joaquín recuerda sus bromas, casi todas muy duras. “Te metía cosas en el coche, te lanzaba petardos en la ducha mientras te duchabas, sacaba una manguera de agua fría y te la tiraba cuando tú estabas enjabonado…pero todas esas bromas de Quini ayudaban al equipo, hacían grupo, eran todas muy sanas y creaban muy buen rollo en el vestuario”.