JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO 2018

Así es Regino Hernández, todo un personaje detrás de una barba

Ceutí afincado en Mijas, se formó sobre esquís y snowboard en Sierra Nevada tras renunciar al balonmano

Regino Hernández celebra su bronce en Pyeongchang.

Regino Hernández celebra su bronce en Pyeongchang. / periodico

Joan Carles Armengol

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Regino Hernández, el tercer medallista español en la historia de los Juegos Olímpicos de Invierno, es todo un personaje que, más que esconderse detrás de una barba y bajo una coleta, destaca precisamente por su personalidad y la firmeza de sus convicciones.

Crecido deportivamente a la sombra de su amigo y compañero, el donostiarra Lucas Eguibar, ha sabido esperar su momento para saltar con toda su fuerza a las primeras páginas con una gesta similar, por inesperada y sorprendente, a la que protagonizó hace 46 años Paquito Fernández Ochoa al ganar el eslalon de los Juegos de Sapporo (Japón) de 1972.

Regino Hernández compitió este miércoles con un casco dorado con el ocho en número romanos en memoria de su amigo Ángel, fallecido hace tres años en Sierra Nevada practicando precisamente snowboard, la modalidad que ahora le ha consagrado. Sobre el podio, compartido con el doble campeón olímpico, el francés Pierre Vaultier, y el australiano Jarryd Hughes, elevó los dos dedos índices al cielo para recordar también a Israel Planas, el entrenador catalán que falleció a los 41 años de un infarto cerebral el pasado mes de marzo, menos de una semana después de que Regino y Lucas lograran en el Mundial de Sierra Nevada la plata en la prueba por equipos.

Fines de semana en Sierra Nevada

Así, decidido pero sentimental, con carácter pero moldeable, es el nuevo medallista olímpico español, que de muy joven descartó seguir la senda familiar, encaminada al balonmano, para seguir otra actividad que le divertía más.

Regino Hernández nació en Ceuta el 25 de julio de 1991 (tiene 26 años), y a los pocos años se trasladó a Mijas (Málaga) siguiendo a sus padres, relacionados profesionalmente con el balonmano. Tras jugar en las categorías inferiores del Mijas Málaga, decidió que se divertía más los fines de semana que su madre le llevaba a él y su hermana Paula a esquiar a Sierra Nevada. Enseguida comenzó con la tabla de nieve y se hizo popular por su valentía a la hora de encarar saltos y baches, a pesar de alguna caída de cierta gravedad. Su pasión acrobática le llevó a los saltos de freestyle, una modalidad que le dio una habilidad especial que le sirvió de mucho en el trazado del Phoenix Snow Park de Pyeongchang 2018, trufado de larguísimos saltos.

Regino, al igual que 'Luki' Eguibar y el tercero del trío de 'riders' del equipo español, el cántabro Laro Herrero, no ahorró nunca en esfuerzos. Cuando no había medios (algo frecuente), los tres entrenaban, si hacía falta, sobre el colchón de una cama imitando los gestos y las condiciones de una bajada en tabla de nieve. Israel Planas era en eso un genio y un motivador nato. También en la preparación mental ha mejorado el ceutí-andaluz en los últimos años. Ha entrenado la mentalidad con técnicas como las apneas.

Una barba intocable

Su experiencia ya en dos Juegos anteriores le ha servido para afrontar de otra manera los actuales. A Vancouver 2010 llegó con 18 años y apenas se atrevió a competir. El Mundial júnior que ganó en el 2011 en Valmalenco (Italia) le dio más seguridad, a pesar de que en 38 pruebas de Copa del Mundo disputadas, solo en una ocasión logró subir al podio, en el bronce logrado en La Molina en el 2014.

Pero el potencial de esta mole de 1,85 metros de altura estaba ahí, a punto de explotar, a pesar de que otra caída estropeó sus segundos Juegos, los de Sochi 2014 (21º). Fue 9º en el Mundial de Kreischberg (Austria) en el 2015 y, el año pasado, subcampeón mundial por equipos con su inseparable Eguibar en su casa de Sierra Nevada. Una evolución de la que Regino Hernández ha ido dejando testimonio en su cuenta de Instagram.

Detrás de su barba y bajo su coleta esconde Regino una gran personalidad, muy alejada del engreimiento y muy cercana. Eso sí, no quiere que le toquen su barba, que le ha costado tantos años cultivar. "No me la voy a quitar aunque gane una medalla", había dicho hace un par de días en Corea del Sur. "Antes me corto los cojones que la barba", añadió entre risas.